El reciente encuentro de una imagen de Constantino XI Paleólogo en Grecia, ha causado impacto en ciertos círculos académicos. A muchos les podría parecer algo intrascendente, que no cambiará la vida de nadie ni la interpretación histórica respecto a esta figura. Pero no se puede menos pensar en todos los casos de elementos que se creyeron perdidos por siempre, que vuelven a aparecer sobre la faz de la tierra, mostrándonos por un lado la sorprendente capacidad humana de esconder y encontrar elementos de distinta índole, pero más importante, que la historia antigua y medieval siempre puede ser matizada con nuevos vestigios o incluso -en pocos casos- cambiada.

Los encuentros arqueológicos de los últimos siglos son impresionantes: ciudades y civilizaciones completas, que muchos creyeron perdidas por siempre o que se consideraban leyendas (como el caso de Troya). Un sinnúmero de pueblos de los cuales no se recordaba su existencia, han ido apareciendo en los anales de la historia mundial. Frente a estos descubrimientos, se podría pensar que una pequeña imagen no debiera tener mucha importancia y es por esta visión que resulta interesante conocer más sobre la figura de Constantino XI, quien vivió durante el siglo XV en uno de los momentos más icónicos de la Historia Universal.

Último emperador de lo poco que quedaba del Imperio Romano de Oriente (usualmente conocido como Imperio Bizantino), a Constantino le tocó vivir su caída. La leyenda cuenta que, estando la ciudad a punto de caer, el emperador se quitó la corona y se unió a los soldados que defendían la ciudad, muriendo anónimo, junto con miles de defensores, quienes no pudieron evitar el fin definitivo del Imperio Romano.

La imagen encontrada no cambiará la leyenda en torno a su figura. Tampoco la historia de la entonces Constantinopla ni el fin de un Imperio milenario, y pese a todo esto, se ha considerado un encuentro destacable. Ponerle cara a una leyenda, observar como el arte bizantino se había desarrollado en este momento -con claros elementos del arte occidental presentes-, son elementos interesantes, pero que a la persona fuera de ciertos círculos académicos no mueve particularmente.

Lo más interesante de esta imagen, es saber que la Historia siempre puede sorprendernos. Cada encuentro, cada elemento nuevo que aparece -en los lugares y de las formas más impresionantes-, nos muestran atisbos de esos mundos perdidos, pero que han sido fundamentales para conformar el Occidente actual. Esos pequeños detalles nos hacen recordar que quienes vivieron hace siglos eran seres reales, con pasiones, virtudes y vicios, no esas caricaturas en sepia sin personalidad que la mayoría asocia con los tiempos pasados. Esta imagen nos muestra a un Constantino de verdad, no la idealización de una leyenda, no lo que los siglos posteriores pensaron que fue. Nos lo imaginamos ahora como un individuo, no como el número once en la lista de Constantinos.

La Historia es el hacer humano, hecho por múltiples individuos, no por una masa incolora y anodina. Cuando nos quitamos esa caricatura de la Historia, es inevitable pensar que sorpresas te da la Historia, la Historia te da sorpresas.