En el imaginario colectivo persiste una confusión que, aunque parece inofensiva, tiene profundas consecuencias en la formación de futuros ciudadanos para nuestro país: la creencia de que la Educación Física es sinónimo de deporte. Este error conceptual se ha instalado en el discurso público e incluso en las políticas educativas, reduciendo el valor de una disciplina esencial para el desarrollo integral de las personas.

La Educación Física no es únicamente la práctica de deportes, así como la enseñanza de la música no se limita a aprender guitarra o flauta. Se trata de un campo más amplio, que busca el desarrollo de habilidades motrices, el fomento de hábitos saludables y la comprensión del cuerpo en movimiento. Su objetivo es que cada persona, independientemente de su talento o interés por una disciplina deportiva específica, adquiera las competencias necesarias para llevar una vida activa y saludable. Pero su importancia va más allá de la salud física.

Numerosos estudios han demostrado que la actividad física regular mejora las funciones cognitivas, potenciando la memoria, la concentración y la capacidad de aprendizaje. La Educación Física, bien implementada, no solo contribuye al bienestar corporal, sino que también impacta directamente en el rendimiento académico. Un estudiante activo aprende mejor, retiene más información y enfrenta los desafíos escolares con mayor energía y resiliencia.

Confundir la Educación Física con el deporte genera exclusión y limita oportunidades. Si un estudiante no destaca en fútbol, basquetbol o voleibol, puede sentirse ajeno a la clase y desarrollar una actitud negativa hacia la actividad física. Esta disciplina debe ser inclusiva, formativa y adaptada a las necesidades de todos, promoviendo el bienestar físico, mental y social, más allá del rendimiento deportivo.

Necesitamos un cambio de paradigma que se refleje en la planificación curricular, en la formación docente y en la percepción de la sociedad. No podemos seguir midiendo el éxito de la Educación Física por la cantidad de trofeos en las vitrinas escolares, sino por el impacto real en la calidad de vida de quienes pasan por nuestras aulas.

Por Patricio Arroyo Jofre, Director de Escuela de Pedagogía en Educación Física Universidad San Sebastián. Presidente del Consejo Académico Nacional de Educación Física