Durante los últimos 15 años nuestro país ha experimentado una notoria desaceleración en el crecimiento tendencial y un estancamiento en la productividad. Esta evidencia es reconocida transversalmente por distintos actores de la economía y la política. No existe una única solución para hacerse cargo de este fenómeno y se han levantados distintas iniciativas encaminadas a retomar la senda del crecimiento del país.
El emprendimiento es uno de los elementos que recurrentemente aparece en las agendas procrecimiento para estimular el desarrollo. Sin embargo, no todos los tipos de emprendimiento aportan al crecimiento, sino sólo aquellos que logran crear valor, ser sostenibles en el tiempo, generar empleos de calidad y atraer talentos (entre otras características).
Ya Schumpeter en el año 1947 sostenía que el emprendimiento es un mecanismo importante para la creación de valor agregado, diferenciando claramente entre un inventor que genera ideas y un emprendedor que hace que las cosas pasen. Un buen inventor que no es capaz de comercializar su producto o servicio en el mercado no es un emprendedor.
En estudios empíricos hemos identificado distintas categorías de emprendimientos, cada una con su motivación y enfoque particular. En esta columna me quiero detener particularmente en dos tipos de emprendimiento que, según la literatura, generan más impacto sobre el crecimiento de los países: los emprendimientos innovadores y los emprendimientos de alto crecimiento.
El emprendimiento innovador se caracteriza por introducir innovaciones disruptivas que desplazan la frontera de producción del país. Estos negocios no solo rompen con el conocimiento existente, sino que también generan nuevas formas de combinar factores, innovando y creando de manera activa. Los emprendimientos de alto crecimiento, por otra parte, se destacan por su capacidad de generar empleo y crecer rápidamente, ya sea en mercados nuevos o a través de nuevos modelos de negocios que no necesariamente incluyen la invención de nuevos productos o servicios. Este tipo de emprendimiento pone énfasis en la adaptación y aplicación continua del conocimiento existente, más que en su creación.
El denominador común entre estos dos tipos de emprendimientos es que desde su concepción son innovadores, se diferencian en el tipo de innovación que realizan. En Chile tenemos un nivel alto de actividad emprendedora comparado con otros países de la región (27% de la población adulta), pero de estos sólo 50% de los declaran haber innovado en procesos o productos, según últimas cifras del GEM. Esto nos muestra que hay espacio para avanzar, promoviendo un entorno que propicie la creación de emprendimientos innovadores o de alto crecimiento en nuestro país. Entendiendo por innovación un abanico más amplio que la innovación disruptiva, tomando como base las características y condiciones únicas de nuestro país.