El sistema de producción y consumo predominante en la economía mundial es profundamente ineficiente en el uso de recursos: el 40% de los alimentos se pierde a lo largo de la cadena de valor, los vehículos están estacionados el 80% de su vida útil, y se estima que hay más oro en la basura electrónica que en los yacimientos mineros. En Chile, en particular, la tasa de productividad material es la más baja de la OCDE, generando en 2022 solo US$ 0,5 por kilogramo de recurso utilizado, en comparación con el promedio OCDE de US$ 2,5. La economía circular nos invita a transformar las ineficiencias del sistema lineal en oportunidades de creación de valor de triple impacto, generando empleos verdes, beneficios ambientales y crecimiento económico.
Podemos clasificar las ineficiencias lineales en cuatro categorías y explorar estrategias circulares para abordarlas. Primero, la mayor parte de los materiales utilizados en nuestra economía provienen de fuentes no sostenibles, como minerales, petroquímicos o recursos extraídos a tasas mayores que sus tasas de regeneración. Para mitigar esta ineficiencia estructural, podríamos optar por materiales de origen biológico gestionados de manera sostenible o establecer cadenas de suministro circulares, utilizando materiales reciclados, componentes recuperados o productos reutilizables, reparables o remanufacturables.
Segundo, numerosos productos son subutilizados, desde un taladro olvidado en un armario hasta contenedores esperando ser embarcados. La capacidad de uso puede optimizarse a través de modelos de consumo colaborativo, como lo es una plataforma para prestar y alquilar artículos del hogar, o mediante la servitización de productos, ofreciendo acceso a la funcionalidad de un producto sin necesidad de comprarlo, como, por ejemplo, un sistema de alquiler de vehículos por minuto o un contrato basado en resultados.
Tercero, muchos productos tienen un ciclo de vida corto, ya sea por la introducción de nuevos modelos, falta de mantenimiento, o porque simplemente no están diseñados para durar, como es el caso de ciertos artículos electrónicos o de los empaques de un solo uso. Podemos extender sus ciclos de vida mediante la reparación y actualización, ofreciendo alternativas duraderas que puedan ser revendidas, reutilizadas o remanufacturadas. Ejemplos incluyen la venta de celulares y computadoras reacondicionadas, muebles modulares, o sistemas de relleno para empaques reutilizables.
Por último, la mayoría de los productos son desechados al final de su vida útil, desperdiciando el valor residual de los recursos. En Chile, la tasa de reciclaje municipal es solo del 2%, alcanzando un 22% al considerar el reciclaje industrial. La implementación de la Ley REP incentivará el desarrollo de la industria del reciclaje en el país. Hay ejemplos inspiradores de innovación en reciclaje, desde redes de pesca convertidas en marcos de anteojos, hasta residuos orgánicos transformados en proteína para alimentación animal. Sin embargo, la circularidad va mucho más allá que solo reciclaje. El Foro Económico Mundial estima que la economía circular podría generar hasta US$ 4,5 trillones en ventas para 2030. Es una oportunidad única para que las empresas chilenas lideren esta transición y se posicionen a la vanguardia de la sostenibilidad e innovación. ¿Se sumarán a este cambio o se quedarán rezagadas?