Cárceles y la lectura
SEÑOR DIRECTOR:
Excelente radiografía a las bibliotecas públicas el día sábado, pero es necesario hacer un doble click a una realidad cada día más invisibilizada: en diciembre de 2024, Chile registró 61.097 personas privadas de libertad (56.049 hombres y 5.048 mujeres), pero solo 7.740 —el 12,6%— fueron usuarias activas de bibliotecas en recintos penitenciarios. Con 82 bibliotecas en funcionamiento, esto equivale a una por cada 745 personas privadas de libertad.
La participación femenina es notable: el 31 % de las mujeres privadas de libertad son socias activas, frente al 11% de los hombres. Esto se refleja en los préstamos: ellas realizaron el 20% (8.718), y ellos el 80% (32.812).
El grupo de de 30 a 39 años concentra la mayor actividad lectora, con 12.706 préstamos (24,1 %), seguido por los de 40 a 49 años (17,4 %) y de 18 a 29 años (14,1 %). Un 31,4 % de los préstamos no tiene información etaria, lo que evidencia una débil sistematización que afecta la planificación de políticas públicas.
En total, se registraron 52.716 préstamos en 2024, pero solo 5.997 títulos distintos, lo que da un promedio de 8,8 lecturas por libro. Esto refleja una alta rotación, pero también una baja diversidad bibliográfica.
La lectura en contextos de encierro no es un lujo ni un gesto simbólico. Es una herramienta real de reinserción social. Ampliar la cobertura, mejorar los registros y renovar los catálogos es una necesidad estructural, no solo cultural.
Carlos Maillet Aránguiz
Académico USS
Ex Director Nacional del Servicio de Patrimonio
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