SEÑOR DIRECTOR:

El duelo que se vive hoy no puede hacernos perder el foco: los principales responsables de garantizar la seguridad en los espectáculos deportivos son las sociedades anónimas deportivas.

No basta con apuntar al Estado. El fútbol profesional, tal como está organizado en Chile, es un negocio privado y millonario. Los clubes son empresas que lucran con la pasión de miles de personas, y por lo tanto deben asumir su responsabilidad en la seguridad de quienes asisten a sus eventos.

Si queremos que las familias vuelvan a los estadios, necesitamos exigir a estas sociedades una inversión real en tecnología de control, seguridad privada, accesos inteligentes y planes de contingencia eficaces. No puede ser que sigamos destinando recursos públicos -como operativos policiales masivos- para resguardar un espectáculo cuyo beneficio económico no se socializa.

Mientras las utilidades se privatizan y los riesgos se descargan sobre el Estado, las tragedias seguirán repitiéndose. Lo ocurrido el jueves no fue un accidente; fue el resultado de una estructura que prioriza el negocio por sobre la vida.

Rafael Ferrada Henríquez

Abogado