Prometer revoluciones, gobernar desencantos
SEÑOR DIRECTOR:
La revista The Economist se pregunta si el “gobierno revolucionario” de Donald Trump logrará consolidarse, cuando aún le restan 1.361 días en el poder. Esta reflexión resuena también en Chile. La historia reciente demuestra que los cambios revolucionarios, cuando afectan directamente la vida cotidiana de los ciudadanos, suelen enfrentar resistencia, pérdida de apoyo y, finalmente, fracaso.
El caso del Frente Amplio y el gobierno de Gabriel Boric es ilustrativo. Llegaron al poder con la promesa de una transformación profunda: una nueva Constitución, cambios estructurales en el modelo económico y social, y una redefinición del rol del Estado. Sin embargo, la magnitud de las expectativas chocó rápidamente con la realidad: reformas que avanzan lento o quedan truncas, un clima de incertidumbre económica, y el creciente desencanto de los propios votantes.
Cuando las revoluciones se alejan de las necesidades inmediatas de las personas —empleo, seguridad, estabilidad— y se perciben como proyectos ideológicos desconectados de la vida real, el capital político se erosiona velozmente. La ciudadanía valora el cambio, sí, pero exige que sea responsable, efectivo y tangible. De lo contrario, la pérdida de popularidad es inevitable, como ya lo experimentamos en Chile.
La gran lección es que las transformaciones profundas requieren no solo voluntad, sino también prudencia, gradualidad y un profundo respeto por el sentido común de la mayoría.
Carlos Smith
Docente investigador CIES UDD
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