Recuperar el sentido: lo que Francisco nos dejó sobre política
SEÑOR DIRECTOR:
Pocas figuras contemporáneas han sido capaces de renovar con tanta fuerza el sentido de la política como lo hizo el Papa Francisco. Su reciente fallecimiento no solo conmueve al mundo católico, sino que deja abierta una interrogante para quienes trabajamos desde las políticas públicas: ¿qué hacemos con el legado de quien nos recordó que la política -bien entendida- es una de las formas más preciosas de la caridad?
Francisco defendió con lucidez la idea de que el quehacer público no puede reducirse a una maquinaria de poder ni a una competencia de egos. En Fratelli Tutti, su tercera encíclica, habla de la mejor política, aquella que pone en el centro el bien común, la dignidad humana y la construcción de un proyecto colectivo. Un liderazgo que no se agota en administrar lo posible, sino que cultiva lo necesario. Que no vive del cálculo electoral, sino de la siembra paciente. “Más fecundidad que éxitos”, escribió. En tiempos donde el cortoplacismo y el inmediatismo reinan, esta propuesta parece contracultural.
En estos días, no han faltado quienes -de un lado y del otro del espectro político- intentan apropiarse de su legado. Que si fue crítico del neoliberalismo, que si habló como socialdemócrata, que si incomodó a conservadores y progresistas por igual. Pero lo cierto es que Francisco no hablaba desde una lógica partidista. Su visión iba más allá de las categorías tradicionales y proponía algo más profundo: en una época marcada por la desconfianza, la fragmentación y el descrédito de las instituciones, el Papa apostó por una política que nace del encuentro y del diálogo real, ese que no se da en monólogos agresivos ni en redes sociales, sino en espacios donde las diferencias se escuchan y el otro no es una amenaza, sino una posibilidad.
En el mundo de las políticas públicas, esa visión no puede quedar solo como inspiración: debe ponerse en práctica. Desde la Universidad Católica, y en alianza con la Universidad de Chile, estamos impulsando una escuela de liderazgo democrático que convoca a personas de distintos orígenes, ideologías y territorios para formarse en aquello que Francisco reivindicó con tanta fuerza: una política al servicio del bien común, con vocación de diálogo y con profunda raíz ética.
Francisco no fue un ideólogo ni un tecnócrata. Fue un líder espiritual que supo recordarnos que la buena política es una herramienta para transformar el mundo, y que no debemos renunciar a ella. Intentaremos estar a la altura de su legado.
Ignacio Irarrázaval
Centro de Políticas Públicas UC
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