Después de veinte años, mi profesora jefe y yo acordamos reunirnos en su acogedor hogar cerca del mar. El té sirvió como cómplice de una conversación que nos devolvió el tiempo en el que no nos vimos. Entre hortensias y lavandas hablamos de política, de las nuevas generaciones y revisamos cómo nuestras vidas habían evolucionado desde aquellos días en la sala, recordando con cariño los momentos que forjaron un vínculo entre maestra y alumno que aún se percibe tan cálido como antes, y por primera vez, pude decirle ‘gracias’ por su legado.
Por Juan Cruz Giraldo y Fotos: Juan José León
26 feb 2024 05:50 PM