La percepción que tenemos del planeta está cambiando de un modo vertiginoso, la imagen del lugar que ocupamos en él seguramente también lo hará. No tanto por los discursos o las representaciones del mundo, sino por la fuerza de los hechos. Incluso, los clichés sobre la naturaleza, concebida en distintas culturas como un ente consciente o una madre sabia que tiene a la especie humana como criatura favorita, está diluyéndose al ritmo de los informes científicos sobre la emergencia climática. Tal vez no seamos el centro de una creación divina, sino una plaga que acaba con todo, incluso con su hábitat. De poco sirven, entonces, las plegarias.