Sofía Correa, historiadora: “En la práctica, la Cámara de Diputados está conduciendo al gobierno”
Invitada al ciclo Conversaciones LT, la autora de La Derecha Chilena en el siglo XX analiza el impacto de la pandemia en el país y se refiere también a la derrota sufrida por el gobierno en la Cámara Baja por la aprobación del proyecto de ley de retiro del 10 % de las AFP. La académica sostiene que el "único símil" histórico lo encuentra en el Presidente Balmaceda, cuando perdió el apoyo del Congreso en 1890.
Tomándole otro pulso al tiempo que transcurre en cuarentena, la historiadora Sofía Correa (1953) cree que dentro del hito que significa la vida en pandemia se ha producido otro acontecimiento de importancia en Chile: la votación a favor del proyecto de ley del retiro del 10 por ciento desde las AFP que en la Cámara de Diputados contó con el apoyo de 13 diputados díscolos de la coalición oficialista. Para ella significa que el gobierno no tiene influencia ni entre sus propios partidarios, pero antes que nada que ahora es el Congreso el que maneja el país.
En el espacio Conversaciones LT, la autora de Con las riendas del poder: la derecha chilena en el siglo XX (2005) analizó la coyuntura y la historia nacional bajo las coordenadas de la pandemia por coronavirus, pero no dejó de hacer un transparente análisis de la situación política local. Entrevistada por el editor de Cultura, Andrés Gómez, y con preguntas de los lectores de La Tercera, éste fue el diálogo de la académica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile y doctorada en la Universidad de Oxford.
Veníamos viviendo tiempos acelerados en Chile, sin embargo la pandemia nos obliga a hacer una pausa, ¿Cómo ve esta pausa?
Es curioso el fenómeno de los tiempos históricos, pues no corresponden a los tiempos cronológicos de cada uno de nosotros. En Chile nos tocó vivir tiempos muy intensos desde el 18 de octubre del año pasado, que luego fueron acelerados aún más por la pandemia, pero al mismo tiempo debimos quedarnos en casa y hacer cuarentena. Esto último significó parar. La verdad de las cosas es que habría que preguntarse qué va a pasar con nuestra psique después de esta conjunción tan difícil. Creo que se ha instalado el temor: el temor a la violencia se instaló tras el 18 de octubre y el temor a la muerte tras el inicio de la pandemia.
¿Qué opina de que una palabra casi eliminada de nuestro léxico cotidiano como “peste” haya retornado?
Es raro, porque la Edad Media estuvo atiborrada de pestes y también la conquista de América trajo consigo muchas plagas: fueron las enfermedades de los europeos en nuestro continente y significaron la consiguiente muerte de los habitantes originarios, sobre todo en las zonas caribeñas. En Chile también hubo a fines del siglo XIX y principios del XX, con las aglomeraciones urbanas. Curiosamente no está muy documentada en la historia local a gripe española de 1918.
¿Eso tuvo que ver quizás con que esa pandemia se mezcló con la Primera Guerra Mundial?
Es probable en el sentido de que la sensación de muerte instalada ya estaba dada por el conflicto bélico y la enfermedad fue otra contribuyente más a esa muerte. Ahora, en cambio, esta pandemia nos sorprende en otro momento histórico: es una época en que Occidente parecía haber derrotado a la muerte, en que ésta llegaba cuando la persona ya era muy vieja y significaba una suerte de descanso tras una larga vida. De alguna manera la humanidad estaba disfrutando plenamente el derecho a la vida y súbitamente vemos como una enfermedad desconocida es una amenaza que creíamos obsoleta, al principio atacando a los adultos mayores, pero con varios casos también de jóvenes que mueren. Durante mucho tiempo en la historia chilena tuvimos altos índices de mortalidad infantil, pero eso había desaparecido también. Eso indica cómo parecíamos haber superado todo los flagelos mortales.
Esa misma tranquilidad se daba en Europa.
Exactamente. Pero en la Edad Media, la muerte y la enfermedad eran parte de la cotidianidad. Se convivía en con ellas. Y en la Primera Guerra Mundial también, por cierto. A diferencia de esas épocas, en cualquier caso, ahora conocemos la enfermedad. Sabemos qué es. Lo hemos visto microscópicamente y tenemos seguridad de que se trata de un virus. En 1918 se pensó primero que era una bacteria, equivocando el camino. Por esta misma certeza científica es que estamos todos a la espera de la vacuna. Hay esperanza en la ciencia, cuestión que en la Edad Media o en otros tiempos no existía: lo que había era un renacer espiritual, una búsqueda del sentido de la vida y una conexión con Dios.
¿Esto se debe también a la secularización de nuestra sociedad?
Eso es verdad, pero no debemos olvidar que los procesos de secularización siempre traen aparejados otro tipo de endiosamientos. En este caso, por ejemplo, se le tiende a dar características casi divinas a la naturaleza, como si fuera más importante incluso que el hombre. Por otro lado, la llegada de esta enfermedad ha coincidido con el descabezamiento de obispos de la Iglesia chilena llevada a cabo por el Vaticano. Eso nunca se había visto en nuestra historia, pues la única vez que pasó algo similar fue en el siglo XX, pero debido a los conflictos entre las autoridades políticas del país y la Iglesia local.
Desde los años 80 que no se veían imágenes de ollas comunes en las calles, ¿volveremos a ser pobres?
Sí, volveremos a ser pobres. Eso hay que tenerlo súper claro. Ojalá que sea por el menor tiempo posible, pero es evidente que eso va a pasar. Por lo mismo, tenemos que aprender a ser más solidarios. Hay algo que se ha perdido y que es muy grave: los lazos sociales. Ya no nos vemos como comunidad. Desde el siglo XIX en adelante Chile siempre se vio a sí mismo como una sola nación, dónde todos remaban hacia el mismo lado. Creo que eso se ha ido desvaneciendo y se nota, por ejemplo, en cuestiones como cierta insubordinación a las medidas de cuarentena en las noches, con gente que hace fiestas o desafía recomendaciones básicas.
Usted es historiadora de la derecha chilena, bloque político que se ha visto dividido por la aprobación del proyecto de ley del retiro del 10 por ciento de las AFP en la Cámara de Diputados, ¿Qué marca este hecho?
Este es un hecho muy significativo en términos políticos. Hay un antes y un después de esta votación. Significa que el Poder Ejecutivo perdió totalmente el control del Congreso y no porque no tenga la mayoría de los votos del Parlamento, sino que porque su sector se le dio vuelta. Y esto se produjo en un tema que es crítico, no en cualquier asunto. Lo del retiro del 10 por ciento de las AFP es central al modelo de desarrollo económico y las consecuencias son complicadas. Cuando Jorge Alessandri perdió el tercio de los votos que le permitía el veto presidencial en las elecciones parlamentarias de 1961, llamó a los radicales al poder y le dio una salida política a lo que eventualmente podría haber sido una crisis institucional. Sin embargo, este no es el caso, entre otras razones porque no hay ningún partido como el Radical, con el que se podían negociar ciertas condiciones para seguir gobernando. Para ser honesta, el único símil histórico que veo es cuando Balmaceda pierde la mayoría en el Congreso en 1890. Hay que recordar que el Congreso elegido en 1888 era totalmente balmacedista y que dos años después se dio vuelta en su contra.
¿Qué rumbo podría tomar este escenario?
No digo que vayamos a ir a una guerra civil, como la que hubo en 1891, porque por lo demás no veo hoy un quiebre en las Fuerzas Armadas, como sí ocurrió durante la época de Balmaceda. Por el contrario, ahora las Fuerzas Armadas no han sido particularmente elocuentes. Lo que sí sucede ahora es que la Cámara de Diputados está conduciendo en la práctica al gobierno: no solamente pueden gobernar, sino que además se pueden saltar normas de la Constitución a través de este tipo de intersticios legales. Eso no es raro, considerando que los grupos políticos ya habían puesto en entredicho la Constitución al menos desde noviembre del año pasado. Vaya uno a saber si esto puede ser también una vía de reforma a la Constitución.
¿No se está respetando la Constitución?
Bueno, la presidenta del Senado, Adriana Muñoz (PPD), dijo en algún momento que estaba dispuesta a prescindir de la Constitución a cambio de una mejor política pública. Ahora bien, creo que en esto ha que ser cuidadosos: si se va a cambiar la Constitución hay que hacerlo de la manera adecuada y con las formalidades del caso. De lo contrario se habla de los resquicios legales, que son la manera de buscarle el ángulo diferente a las cosas dentro del sistema imperante. Eso es justamente lo que pasó en el gobierno de Salvador Allende, cuando se recurrió a estos resquicios de tal manera que ya no se podía confiar en su apuesta de socialismo dentro de la legalidad. Un resquicio de este tipo es como decirle al país que dentro de la legalidad se va a hacer lo que se quiera y eso en el fondo es una manera de transgredir a ley. Se pierde a capacidad de negociación y de acuerdo de los partidos, se produce radicalización y eso a su vez, en el último límite conduce a la violencia. Y ahí ya no hay política.
El Presidente Piñera llegó al gobierno concentrando altas expectativas en su capacidad de gestión, pero ellas no se han cumplido. ¿A qué se debe?
Se ha producido un evidente desgaste de su figura. Tal vez puede hacer frente a desafíos de tipo económico, pero está claro que no puede enfrentar los desafíos políticos. Además, su figura no convoca. Ni siquiera lo logra con su sector. Por otro lado tampoco se ven líderes en la política chilena y eso obliga a que seamos capaces al menos de poder salir adelante en conjunto y mediante acuerdos. El problema es que a mí me da la impresión que el Congreso no es capaz y que sus parlamentarios no están dando el ancho. Están preocupados de cosas menores, cómo el nombramiento de un intendente en determinada región del país. Esa es la pequeñez más pequeña de la política, valga la redundancia.
¿Estamos frente al fin del presidencialismo en Chile?
El parlamentarismo fue un período breve en Chile y se acabo a inicios de los años 20. Tiene muy mala prensa, aunque eso es parte de un discurso precisamente presidencialista. El parlamentarismo equivalió a una época de mucho crecimiento económico en el país, de gran dinamismo político y social. Luego Chile se sintió fascinado por el presidencialismo y siempre le temió al otro sistema. Ahora bien, en este momento estamos viviendo en la práctica una práctica parlamentaria, con un ejecutivo extremadamente débil. El problemas es que los parlamentarios no tienen claro al parecer hacia dónde debe ir el país, cuestión muy diferente a los políticos del parlamentarismo del siglo XIX e inicios del XX, que sí sabían lo que querían para Chile.
¿La derecha más neoliberal quedará algo espoleada por la historia?
Más bien creo que se va a mover hacia un nuevo modelo, tratando de rescatar la mayor cantidad de cosas del neoliberalismo, como la política monetarista, para evitar la inflación. Se va a ir adaptando. Pero la derecha tal como la conocemos ahora, tras los dos gobiernos de Piñera, se acabó. De alguna manera esta administración ya no puede gobernar, pues la Cámara de Diputados se impone al Ejecutivo en las políticas públicas. ¿Qué le queda al gobierno entonces?
¿Qué se puede esperar entonces para los dos años que le quedan al Presidente Piñera?
Muy poco. Es un gobierno muy débil. Se pueden vislumbrar varios escenarios y uno de ellos es que, por ejemplo, nombre a un ministro del Interior que efectivamente gobierne el país. También podría negociar con sectores de oposición y hacer lo que en los años 30 se llamaba un gobierno de unidad nacional. O puede conducir el país y encontrarse siempre a la vuelta de la esquina con normas emanadas desde el congreso que lo neutralizan. En fin, cada uno puede agregar en su propia imaginación varios escenarios frente a un Ejecutivo tan débil.
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