Se llama Carlos (37), estudió Literatura en la Universidad de Chile y hace más de media década que su trabajo consiste en encontrar libros y venderlos en Facebook a través de la cuenta "Carlos L. Ayer". "Básicamente, salgo a buscar libros que me gustaría leer. De repente, cosas descatalogadas o ediciones que sean materialmente bellas". ¿Lo más extravagante que ha ofrecido? "Primeras ediciones de William Faulkner, de Franz Kafka, una edición muy bella de Walt Whitman editada en vida, libros firmados por Mario Vargas Llosa pre-Nobel, la primera edición de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, libros firmados por Carlos Droguett, José Santos González Vera, primeras ediciones de Juan Emar, Rodrigo Lira y La nueva novela, de Juan Luis Martínez".

Carlos se ve a sí mismo como un traficante, pero también como un proveedor, por eso casi todo lo que contaré acá es verdad menos su nombre y algunos detalles que podrían delatarlo. "Traficante, en el sentido de que hay personas verdaderamente adictas a la lectura, a las que sé que si les ofrezco —o les consigo 'ese' libro—, me dirán que sí, que lo quieren. Y proveedor en el sentido que, de repente, ya no encuentran en librerías 'más formales' títulos descatalogados o primeras ediciones o firmados", aclara. "Cada cual con su fetiche, ¿no?".

Desde 2010 que el asunto funciona más o menos parecido. Un día a la semana actualiza su Facebook con la portada de los libros que tiene a la venta y el primero en comentar asegura la reserva. "Debo comprar unos veinte, me reservarán unos diecisiete y entregaré efectivamente unos doce o catorce".

"Una vez llegó un tipo jalado y a veces hay personas que se emocionan y me abrazan, como un coleccionista de Droguett, que le faltaba solo un título —El enano Cocorí— y se lo conseguí", dice Carlos de sus clientes, entre quienes se cuentan estudiantes de humanidades, médicos, abogados, profesores de educación básica, ingenieros y psicólogos.

—En tu lectura, ¿la gente que compra libros realmente los lee?

—No necesariamente. Sí desean una relación, quizás, más física con los libros. Saber que está en la propia biblioteca, y que, cuando quieran leerlo, va a estar ahí. Si solo fuera por leer, van y los sacan de una biblioteca o lo descargan. El tema es 'tener' los libros.

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Junto con traficar libros, Carlos se define a sí mismo como un lector ("dentro de lo posible, siempre picoteando"), con Emar, Fernando Pessoa, Louis-Ferdinand Céline, Francis Ponge y Miguel de Cervantes como autores de cabecera. Comienza a leer, por lo bajo, cuatro o cinco libros al mes. Aunque termina solo dos. "Los dejo, les doy un tiempo y vuelvo a la carga, pero siempre hay harto libro pendiente. Tengo pendientes Stoner, de John Williams, uno de Mijaíl Bulgákov, y Las partículas elementales, de Michel Houellebecq. Empecé a leerlos y los abandoné por un tiempo. Hace poco terminé Almas grises, de Philippe Claudel, y uno de Joseph Roth que quería releer, Fuga sin fin. En el primero, el tipo busca reconstruir su historia personal y la historia de un pueblo —y el de un crimen— para expiar sus propias culpas y darle un 'sentido' a su vida, si se quiere. El otro, Fuga sin fin, tiene los clásicos temas del desarraigo, de la descomposición social de la Europa de entreguerras. Hablo de temas, pero es claro que lo literario rebasa eso".

"Es lo que me gusta hacer: conversar de libros", dice Carlos, detrás de unos lentes oscuros, en uno de los puntos de entrega donde se reúne con sus clientes en el centro de Santiago. "Y sí, me dedico solo a esto. Tengo una familia además", dice, mientras intercambiamos los billetes por un volumen de ensayos y un poemario de Enrique Lihn. Dieciocho mil pesos en total por las primeras ediciones de Eugenio Téllez (Ograma, 1988) y A partir de Manhattan (Ediciones Ganymedes, 1979). Cuando abre su bolso con las entregas alcanzo a ver las solapas de Charles Baudelaire, Virginia Woolf, José María Arguedas, Nicanor Parra, Manuel Rojas, Ezra Pound, John Keats y Robert Walser.

—¿Cuánto es lo máximo que han pagado por algún libro?

—Por La nueva novela, de Martínez, y las obras completas de Goethe en Aguilar, sellado y en caja original. Me reservo el precio sí.

—¿Dónde consigues los libros?

—En ferias persas en su mayoría. Tengo varios amigos que se dedican a esto, así que ya tengo una especie de red de proveedores. Y en menor medida: ventas de saldos de librerías, a través de personas que me escriben directamente y me preguntan '¿compras libros?', y en librerías de libros usados. Por mucho tiempo que lleves en esto, siempre hay cosas que se te van y se encuentran libros en cualquier parte. Hay que saber buscar no más y ser perseverantes, porque de repente no aparece nada bueno, o más que nada bueno, en realidad nada que sea de mi interés.

—Imagino que vendes libros porque la gente no los encuentra en otros lados o porque los encuentra muy caros.

—Jamás me he hecho pasar por un vendedor de gangas. Sé lo que vendo y averiguo bien los precios antes de ofrecer mis libros. Pero me gustan más los libros 'viejos'. Soy algo nostálgico, aunque es bueno matizar.

—¿Ves tu trabajo como algo ilegal?

—Es un tema ese. No siempre sé la procedencia del libro. Tengo varios amigos que me proveen y sé que han comprado bibliotecas enteras a los propios dueños o a los hijos de los dueños ya fallecidos. Pero no siempre es así. También hay mucho libro de ocasión, que veo la oportunidad y aprovecho. Estoy en una especie de limbo.