Un inmigrante peruano en Chile, un homosexual que vive a través de Internet y niñas que estudian en liceos públicos con pésimas condiciones higiénicas. Historias de desigualdad social, pero desde mundos diferentes, abordan las óperas primas de Pablo Apablaza (21), Arelis Uribe (30) y Pablo Fernández (38), los tres debuts literarios con mejor recepción de la crítica durante 2016 y principios de 2017.
Cuentos "breves, precisos, bien escritos", anotó el crítico Juan Manuel Vial en estas páginas sobre Quiltras (2016), el primer libro de Arelis Uribe (Santiago, 1987). El volumen, publicado por Los Libros de la Mujer Rota, presenta siete relatos que giran en torno a identidades de los bordes: pueblos originarios, lesbianas y chicas de sectores pobres.
Uribe se declara feminista, es directora de comunicaciones del Observatorio Contra el Acoso Callejero y escribe en medios digitales sobre temas sociales que ahora trasladó a la ficción. "Patti Smith dice que un artista crea en el lugar de sus heridas, y a mí me sensibilizan los temas de género y la desigualdad, porque la veo y la viví", dice la escritora a Culto. Su primer libro de relatos es protagonizado por personajes femeninos que viven en comunas populares de Santiago.
"Son historias de ficción situadas en escenarios que no son ficticios y que tienen que ver con los lugares de los que yo provengo, porque no puedo escribir desde un mundo al cual no pertenezco", comenta Uribe, quien creció en San Bernardo. "A veces leo las críticas que dicen que escribo desde los subordinados y me pregunto ¿de dónde más voy a escribir? Si vengo de allí, y mi madre efectivamente tuvo un papá súper machista que por ello sólo mis tíos fueron a la universidad y mis tías no", agrega.
Tras cursar un taller de crónica con el periodista Juan Pablo Meneses y en uno de cuentos dictado por la escritora María José Viera Gallo, Arelis Uribe decidió mezclar ambos formatos para escribir el relato Quiltras, finalista del concurso de cuentos de revista Paula y el que le dio el título al libro.
Con su debut no sólo logró buena recepción de la crítica, también llenó presentaciones y alcanzó visibilidad en los medios. "Me sorprendió, no me esperaba el ruido que generó mi primera obra", cuenta la escritora que ahora prepara un libro en formato ensayo sobre medios de comunicación y género para publicarlo en 2018 por Editorial Planeta.
Los inmigrantes
Sobre Charapo (2016), la primera novela de Pablo Apablaza, el crítico Tal Pinto escribió en The Clinic: "Tiene el mérito de incorporar al corpus de la novela chilena actual el discurso migrante, justamente en un momento de nuestra narrativa en el que campa el aburrimiento por lo netamente nacional".
Charapo es la historia de Camacho, un peruano que abandona Tarata y se traslada a Santiago en búsqueda de nuevos horizontes, pero la discriminación y el abuso laboral entorpecen su intención. "No escribo de mí, porque en verdad mi vida es bastante fome", dice Apablaza (Santiago, 1995), más conocido como Pablo D. Sheng, el seudónimo que escogió para debutar como escritor.
Desde niño comenzó a leer a los poetas locales. "Los que más me marcaron fueron Enrique Lihn y Gonzalo Millán", recuerda. Entre sus lecturas, asistía a talleres literarios y escribía sus propios cuentos que compartía con sus amigos. Fue en 2014 cuando se propuso escribir una novela y se inscribió en un taller de narrativa con Francisco Obando, editor de Cuneta, y el escritor Matías Correa.
"Identifiqué que no habían novelas actuales que giraran en torno a la inmigración y decidí, a modo de ejercicio, ver qué podría salir de allí tomando el desafío de no escribirla desde el yo", dice el autor, quien estudia literatura y vive en Recoleta. "Vivo en una comuna que se caracteriza porque hay muchos inmigrantes, es algo que me atañe como sujeto, como ciudadano. Creo que es otro de los temas que como país hemos evitado hacernos cargo", dice.
Fue el mismo Obando quien le ofreció a Pablo Apablaza iniciar un trabajo para luego publicar Charapo por Cuneta. Dos años después, la novela se distribuyó por librerías y llamó la atención de la crítica literaria. "El buen recibimiento que ha tenido mi primer libro me alienta, me deja con mucho más ánimos para continuar", concluye Apablaza.
Romanticismo gay
Pablo Fernández es otro debutante que alcanzó aprobación de la crítica gracias a su obra, Piquero (2016): "Intensa, romántica, desesperada, vertiginosa, masculinamente frágil, horny y gráfica y caliente y plagada de sorpresas y ternura", escribió Alberto Fuguet en una reseña publicada en revista Qué Pasa.
"Quise escribir de un gay pero desde un punto de vista distinto. Por lo general se aborda desde la diferencia, lo que a mí no me llama la atención. Yo busqué abordarlo desde el romanticismo, y no desde la caricatura del típico gay que va a discos", dice el autor. Fernández presenta la historia de un personaje sin nombre: NN, un homosexual de 25 años que divide su vida entre la rutina del trabajo y la desesperada búsqueda del amor a través de una red social similar a Grindr.
"Piquero tiene que ver con la búsqueda de la identidad, con el amor en los tiempos de Internet, con las diferencias de clase, con la locura. Siendo honesto, yo me dejé llevar por el libro y resultó una historia que trata de un montón de temas", dice el narrador sobre su ópera prima.
Fernández empezó a escribir en su adolescencia casi por inercia. "Escribía versos sin siquiera saber que existía la poesía", recuerda. Vive en Ñuñoa y estudió dos carreras que no terminó. El quería ser escritor y tomó la decisión de dedicarse profesionalmente a ello. A partir de 2007, cursó talleres literarios, entre ellos los impartidos por la poeta Paula Ilabaca y el escritor Alejandro Zambra. Fue en esos tiempos cuando empezó a dar forma a las páginas que formarían su primer libro, que fue publicado por Editorial Cuarto Propio.
"No dejé nunca de escribir hasta el día anterior a la impresión, tardé nueve años en terminar la novela", relata el autor de Piquero, libro que está a la venta tanto en Chile como en Argentina