El escritor pakistaní Mohsin Hamid (1971) acaba de publicar su cuarta novela, Exit West, un libro breve sobre refugiados e inmigrantes que captura perfectamente el zeigteist de nuestro tiempo. Hamid no es extraño al éxito comercial y al aplauso crítico: sus tres novelas anteriores —entre ellas El fundamentalista reticente (Tusquets, 2008) y Cómo hacerse rico en el Asia emergente (Anagrama, 2015)— han vendido, combinadas, más de un millón de ejemplares, y ha sido finalista de premios como el Booker, el IMPAC y el James Tait. Exit West es una muy buena novela con falencias; aun así, los temas que toca Hamid prometen convertirlo en un autor más conocido entre nosotros.
Exit West es la historia de amor entre Saeed y Nadia, dos jóvenes en un país árabe que no se nombra, "en una ciudad repleta de refugiados pero todavía en paz, o al menos no en guerra abierta"; él es muy religioso y coquetea con la idea de llegar virgen al matrimonio; ella, más independiente, trabaja en una compañía de seguros, vive sola y debe lidiar con "hombres agresivos y con la policía, y con hombres agresivos que eran la policía". La guerra va llegando de a poco, a través de militantes fanáticos, y la ciudad se convierte en un lugar peligroso, en el que las bombas matan indiscriminadamente a amigos y familiares; Hamid narra toda esta sección -la mejor de la novela- con vividez y precisión de detalles. Saeed y Nadia, que sueñan con conocer otros lugares -él, Cuba, y ella el desierto de Atacama, donde "el aire es muy seco y transparente, hay poca gente y no hay luces"-, de pronto descubren que, si quieren sobrevivir, esos sueños deben hacerse pronto realidad: es hora de escapar de la ciudad y convertirse en un refugiado e inmigrante más.
¿Cómo escapar? Hamid utiliza una estrategia narrativa sacada de las Crónicas de Narnia y otros libros de literatura fantástica, sencilla pero de potente alcance metafórico: en la ciudad se comienza a hablar de la aparición de puertas mágicas que permiten que al cruzar a través de ellas uno aparezca en otro lugar del planeta; se entienden de golpe esas escenas previas de gente confundida que emerge a través de una puerta en un lugar desconocido: la migración y la dislocación temporal y geográfica son globales. Saeed y Nadia buscan a alguien que les pueda llevar a ese portal, y cuando lo hacen, la novela ingresa a los conocidos territorios del desplazamiento de los refugiados de hoy: los campamentos temporales en Mikonos, Alemania y Londres, donde quienes llegan deben buscar rehacer sus vidas en medio de la precariedad y la hostilidad, amenazados por partidos nativistas con discursos antiinmigrantes y vistos como potenciales terroristas. Hamid narra la cotidianidad de esa reinvención -nuevos amores, nuevos trabajos- con sobriedad, sin la urgencia de la primera parte de Exit West.
Los portales mágicos pueden entenderse como fantasías del cumplimiento de un deseo en Saeed y Nadia, pues, pese a que Mohsin Hamid es consciente de la aparición de nuevos desafíos para el inmigrante, se niega a ser pesimista: "el apocalipsis parecía haber llegado y sin embargo no era apocalíptico, los cambios eran duros pero no eran el fin, y la vida continuaba y la gente encontraba cosas que hacer y nuevas formas de ser y de gente con quien estar, y comenzaban a aparecer futuros plausibles y deseables que uno no podía haber imaginado antes, pero eran imaginables ahora, y el resultado no era nada diferente al alivio". Exit West no se cierra a la esperanza, pero es mejor a la hora de narrar el desastre.