El temor nunca abundó en el pecho de Juan Pablo, o JP, como lo conocen. Reconoce tener la habilidad de dibujar desde muy pequeño, como un talento innato al que uno no le toma el peso, pero que el resto sí percibe. Comenzó practicando directamente en su piel. Sus compañeros de gastronomía, al enterarse que estaba comenzando a tatuar, automáticamente comenzaron a manifestarse para dejar que trazara las primera líneas de tinta en ellos también. "Primero me daban insumos a cambio, como toalla nova y vaselina. Yo a cambio los tatuaba con tatuajes mucho más sencillos", cuenta.
Tres años después, con la mano más acostumbrada a las máquinas y a la tinta que al pincel, se dijo a sí mismo que quería pololear con alguien que se llamara Begoña. Así que colocó el nombre en el buscador de Facebook hasta dar con la actual directora creativa de Fury Art, pero más que eso, llegó a quien es actualmente su esposa.
"Había terminado hace poco y estaba en un periodo medio raro de mi vida. Me dije que de verdad quería una relación sana, sin dramas, y quería que se llamara Begoña, porque siempre me gustó mucho ese nombre. Al poner en el buscador me salieron varias Begoñas y empecé a ver los perfiles para ver cuál iba a ser mi polola", cuenta JP.
"Me gustó la Bego y caché que teníamos un amigo en común: era el primer cliente que se había desmayado. Fue bacán porque la Bego no aceptaba solicitudes de personas extrañas, pero le preguntó a este amigo y él le dijo que me aceptara, que yo era buena onda. Al otro día me aceptó", agrega.
Tras largas conversaciones, un helado en Bellas Artes y ninguna expectativa el uno del otro, iniciaron una relación. "Fue bastante rápido e intenso. Me contó cómo llegó a mí y no lo podía creer. Nunca acepto a personas que no conozco, pero en esa época también estaba soltera, y volando bajo me pilló", explica Begoña.
Begoña Abadía es diseñadora y comenzó a meterse en el mundo de Juan Pablo y sus tatuajes. Desde ese momento, el trabajo de JP comenzó a orientarse por una línea, en vez de tirar toda la carne a la parrilla, como ostentan otros tatuadores.
Una tarde, JP y Begoña fueron al cine a ver Fury (Corazones de Acero), película adaptada en la Segunda Guerra Mundial donde Brad Pitt junto a otros soldados deben defender un tanque Sherman M4A3E8 de los alemanes. "En el fondo los soldados sabían que iban a morir pero estaban juntos, unidos y darían el todo por el todo. El concepto de la marca nació ahí. Ante todo, estamos ahí para darlo todo", cuentan.
El diseño del logo Fury Art fue el primer paso para encaminar a Juan Pablo a una línea de tatuajes minimalistas.
"Antes me definía como artista visual y tenía la pretensión de hacer cualquier cosa que un cliente me pidiera. Al ir aprendiendo técnicas me fui dando cuenta que no todas son fáciles y no todas me quedan bien o me gusta hacer. La Bego me empezó a empujar hacia el pensamiento que no tenía que hacer cosas que no me gustaran, que tenía que dedicarle tiempo a las fotos e invertir en mejores materiales. Ella ha sido la facilitadora de todo lo que yo espero lograr. Capta perfectamente lo que necesito y busco transmitir", dice JP.
Inspirado en tatuadores de nivel mundial, como Dr.Woo, Patryck Hilton y Mr. K, de Bang Bang, Juan Pablo se destaca del espectro de los tatuadores chilenos por apostar sus obras de arte en el estilo minimalista.
A Begoña le gusta la similitud que hay entre una pequeña joya y los tatuajes de su marido, porque los percibe desde la mirada de artesano. Lo denomina minimalista porque Juan Pablo no tatúa una espalda completa ni una manga de brazo entero, por eso son joyitas, porque "son piezas pequeñas de mucho trabajo".
El 2016 fue el año donde Fury Art comenzó a hacerse más conocido. Los clientes ya no solo llegaban por el boca a boca, sino que la red social lo ponía ante los ojos de los navegadores. Llegó a tatuar a famosos como Mariana Marino y Francisca Feurhake, más conocida como La Vieja Cuica.
El trabajo riguroso ha generado toda una red de seguidores que lo respaldan y recomiendan apenas alguien menciona la intención de hacerse un tatuaje. Por eso trabaja con agenda llena hasta septiembre, de lunes sábado, a veces domingo incluido.
"Responsabilidad. Es algo que el medio, por lo que me he dado cuenta y por lo que he compartido, no respeta mucho. Estoy alejado a todo lo que pueda representarse en un tatuador de cuando uno piensa desde el sesgo social. Soy todo lo contrario. Soy responsable y comprometido", declara.
La fama no es algo primordial. Al seguir una línea concreta de lo que puede y les gusta tatuar, obliga a Juan Pablo y Begoña a filtrar. "La clave del éxito que tengo hoy es que nunca hago algo que sé que no puedo hacer. Tengo mis límites súper claros. Si me piden algo que sé que no puedo hacer, no me lanzo. Eso es muy importante para un tatuador porque no puedes echar marcha atrás. No puedes borrar".
El significado detrás de la joya
Una familia de elefantes. JP lo tatuó en la espalda de una compañera de colegio a la cual se le había muerto un hijo de cinco meses. Muerte súbita, así sin más. "El dejar graficada la familia y un hijo en la espalda hace que de alguna forma el tatuaje sea algo más allá que solo un dibujo en la piel. Es algo sanador. Son esas historias por las que uno dice gracias, porque esto es lo que hace que me sienta no solo como un tatuador, sino como una persona capaz de graficar y simbolizar algo más intenso".
Hace seis años, JP tatuaba en la casa de sus padres, en Pajaritos. Seis años más tarde, trabaja en un taller en Providencia y acaba de estrenar la página web de Fury Art, de la mano de la mujer que explotó las pequeñas joyas que él deja en la piel de personas que buscan algo para toda la vida.
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