Hasta los proyectos más despojados y mínimos logran la mejor exposición del mundo en Cannes. Con apenas una hora y 19 minutos de duración, muy pocos actores y confiando antes que nada en los escenarios naturales, la coproducción argentino-chilena La novia del desierto logró ayer un paso de gigante en su primera exhibición en el Festival de Cannes.
Fue a las 11 de la mañana en la Sala Debussy (una de las dos grandes del Palais des Festivals junto al Gran Teatro Lumière) y ya en aquella función estaba presente la presidenta de jurado de la sección Una Cierta Mirada, Uma Thurman. Lo que vio fue básicamente una cinta que se sostiene en términos actorales por la actriz chilena Paulina García y el argentino Claudio Rissi.
Rodada entre diciembre de 2016 y enero de 2017, La novia del desierto es la historia de Teresa Godoy (Paulina García), empleada puertas adentro y de origen chileno de una tradicional y acomodada familia de Buenos Aires que de a poco se va quedando sin sus viejas cabezas rectoras. El hijo ya ha crecido, Teresa lo ha visto nacer e irse, y ante la inminente venta de la casa, ella es enviada a servir a la morada de unos parientes en San Juan, en el interior de Argentina.
El viaje en bus se mueve más o menos por unos rieles seguros hasta que Teresa llega a la localidad donde se le rinde tributo religioso a la llamada Difunta Correa. Pasan tres cosas: conoce a un pintoresco personaje al que llaman "el Gringo" (Claudio Rissi), se avería la micro en que viaja y pierde su bolso, su más preciada tenencia en la Tierra.
La fotografía de Sergio Armstrong y el montaje de Andrea Chignoli (ambos chilenos) le dan a La novia del desierto una plástica y un ritmo que parecen salidos de otra época. O, al menos, de otra época de hacer películas, cuando los silencios, las pausas y la respiración de los diálogos tenían una sintonía con la vida común y silvestre. Sin embargo, todo buen largometraje de autor tiene su origen en quien lo dirige y, en tal sentido, el debut de las realizadoras Valeria Pivato y Cecilia Atán no puede ser más auspicioso. Con varios años de oficio a la sombra de las cámaras y los reflectores de directores como Pablo Trapero y Juan José Campanella, las dos mujeres encontraron la horma de su zapato en esta trama simple y emotiva.
A los efusivos aplausos a La novia del desierto se unieron ayer también algunas reseñas de la prensa acreditada. Por ejemplo, el crítico del diario trasandino La Nación, Diego Batlle, afirmó en su portal Otroscines.com que "la película esconde en su simpleza una pericia y una ductilidad que no abundan en el universo de las óperas primas". Desde Clarín, Pablo Scholz afirmó: "Una pequeña historia, contada con simpleza y cero costumbrismo, buenos encuadres y dos actuaciones medidas, pero entradoras".
Dentro de un festival cargado peligrosamente a las historias violentas, a los climas sombríos y a los personajes monstruosos, La novia del desierto brilló por las razones opuestas. Es un oasis y quizás por aquellas características el público respondió con la efusión de quien atisba el sol tras una tormenta eterna.