La huella de Vincent John Martin (56), más conocido como Vince Clarke, se puede encontrar en buena parte de la música electrónica, y sobre todo del pop de sintetizadores de los últimos 30 años. Después de todo fue fundador de una de las bandas fundamentales del género, Depeche Mode, y compositor principal del primer álbum de la banda, Speak & Spell (1981), y el hit Just can't get enough. Abandonó de forma temprana la banda por discrepancias con el sonido más oscuro que perseguirían los de Dave Gahan , y su camino continuó con el influyente pero breve dúo Yazoo, para luego formar The Assembly, proyecto del que se separó tras un sólo single.
Frustrado y con ideas musicales, pero sin una banda a través de la cual canalizarlas, Clarke puso un anuncio en una revista buscando vocalista. Así fue como conoció a Andy Bell, con quien en 1985 formaría Erasure, y el resto es historia -y 25 millones de álbumes vendidos-. Junto a Bell, el británico al fin encontraría un proyecto con el que se sentiría permanentemente a gusto.
"Llevo 30 años trabajando con Andy. Es increíble pensar en eso", dice Clarke a Culto con calidez distante a la imagen de recluso que tuvo en su juventud. "Es muy cómodo trabajar con él; es la persona más relajada que he conocido. Nunca hemos tenido problemas de ego en Erasure. Si yo tengo una idea y Andy no está de acuerdo, entonces la descartamos, y viceversa. No peleamos por esas cosas", agrega.
A diferencia de muchos de sus contemporáneos de los 80, el dúo se ha mantenido de forma constante publicando álbumes, no pasando ni por separaciones ni por ejercicios de nostalgia. "Erasure siempre ha sido sobre lo que viene, no es sobre el disco actual, sino sobre el siguiente paso. No tenemos tiempo para pensar en los viejos buenos tiempos", comenta Clarke riéndose.
Un siguiente paso que en este caso se llama World be gone, disco publicado a mediados de mayo. Diez canciones que si bien mantienen las múltiples texturas sonoras de los sintetizadores de Clarke, y la voz pasional de Bell, el dúo cambia sus temas más bailables por melodías de ritmos lentos.
—El estilo del disco es más melancólico que lo que acostumbran. ¿Buscaron eso a propósito?
—Definitivamente queríamos hacer un disco más reflexivo. Los últimos dos álbumes que habíamos hecho eran muy bailables. Con Andy lo hablamos y queríamos que esta vez fueran canciones que invitaran a pensar más. Entonces nos propusimos que la mayoría de los temas fueran lentos. Con tantas cosas pasando en el mundo ahora, queríamos que parte del ambiente político se colara un poco en las letras, que es algo que nunca habíamos hecho antes. Pero simplemente hay mucho de lo que escribir hoy en día.
—Hay una canción, Oh what a world, que es de lo más político que hayan hecho...
—Por lo menos a mí me pasa que estoy en un estado en que no sé cómo el mundo llegó a este punto, ¿sabes? (se ríe). Es un shock. En mi vida he visto muchas cosas asombrosas y buenas; vi el Muro de Berlín caer, el fin del apartheid, el fin de la I.R.A. y más. Y de repente todo pareciera ir en caída libre. Queríamos reflejar eso, pero tampoco queríamos que fuera un disco pesimista. Creo que dejamos ver que hay luz al final del túnel.
—¿Cómo es la dinámica de trabajo entre usted y Andy Bell?
—Lo que encuentro genial es que Andy no sabe nada de computadores y yo no sé nada sobre cantar (se ríe). Entonces es perfecto. Cada uno hace lo que sabe hacer. Creo que él se aburriría a morir detrás de todos estos sintetizadores, y yo no tendría mucha paciencia para cantar una misma canción una y otra vez. El escenario siempre ha sido su terreno, es donde brilla más. Nunca podría hacer lo que él hace. Después de todos estos años, me sigue asombrando. Cada vez que me aburro de las giras, me dedico a observarlo cantar, porque es increíble.
—Hace algunos años usted reveló que buena parte de sus discos favoritos son de rock clásico. ¿Qué tanto impacto tuvo esa música cuando era joven?
—Muchísimo, la verdad. A mi hermana mayor le gustaba mucho el rock progresivo, entonces crecí con bandas como Emerson, Lake & Palmer y Pink Floyd. No eran los grupos que uno podía conocer en Top of the Pops, eran algo distinto. Uno de mis álbumes favoritos es A Trick of the Tail (1976), de Genesis, porque a nivel sonoro es impresionante, y me trae muchos recuerdos de cuando por fin pude ahorrar para comprarme un tocadiscos. Y esa fue la primera vez que escuchaba en estéreo en mi vida. Puse ese disco una y otra vez, y no podía creer cómo sonaba. Es como alguien que haya tenido mala vista toda su vida y de la nada le pasan un par de lentes.
—¿Imaginó alguna vez que el género que ayudó a popularizar se haría tan masivo?
—Honestamente, no. Cuando en los 90 comenzó todo eso del britpop, la gente me comentaba que eso sería la muerte de los sintetizadores, y ahora son más populares que nunca, sobre todo en la música bailable. Escucho parte de la música que suena hoy en día, y la encuentro bastante increíble. Ayuda que hoy hay tecnologías que hace 20 años habrían sido muy costosas. Es una época muy emocionante para la música electrónica.
—¿Mantiene contacto con sus ex compañeros de Depeche Mode?
—Bueno, no es como que sigamos hablando mucho, pero si están en la ciudad, veo si me puedo reunir con ellos y ahí nos vamos a algún lugar. Y ahí hacemos un recorrido por los recuerdos (se ríe).
—¿Alguna posibilidad de ver pronto a Erasure en Chile?
—Absolutamente. Después de un tour que tenemos abriendo para Robbie Williams nos tomaremos un pequeño descanso, y en enero comenzaremos una gira propia. Haremos primero el Reino Unido y Europa, y luego iremos a Sudamérica, idealmente Chile, Argentina y Brasil, a fines de la primavera -otoño en Chile- de 2018. Ese es el plan.