La fama internacional le llegó a David Grossman en 1987. Para entonces ya había publicado La sonrisa del cordero, una primera novela que no pasó desapercibida porque rompía un tabú de la sociedad israelí al tratar los efectos de la guerra de 1967 y la ocupación de Gaza y Cisjordania por parte de Israel. Sin embargo, fueron los artículos publicados en la revista Koteret Rashit los que instalaron al autor de Gran Cabaret (Lumen, 2015) en el centro de la atención mundial. En esos reportajes un joven Grossman relató la vida en los territorios palestinos y los asentamientos judíos de Cisjordania y lanzó un llamado de alerta por las condiciones en que vivían los habitantes de esa zona. Se estaba abonando, advirtió, el terreno para una futura revuelta violenta. Fue acusado de exagerar el problema y recibió amenazas de muerte. Sin embargo, menos de seis meses después, en diciembre de 1987, estalló la Intifada, el primer gran levantamiento palestino.

Los artículos del escritor israelí, reunidos luego en el libro El viento amarillo (El País Aguilar 1988), son un relato personal de una realidad que en definitiva ha atravesado toda su obra, la vida en un mundo que convive a diario con la violencia, pero que pese a ello encuentra espacios para que transcurra la vida cotidiana con una normalidad que para otros, a veces, resulta sorprendente. Lo hizo recurriendo a la fábula en Llévame contigo y de manera dramática en La Vida Entera sobre la angustia de la guerra y de la pérdida. Y volvió a hacerlo en forma aún más magistral en Gran Cabaret, el libro que acaba de ganar el Man Booker Internacional. Como escribió la crítica del Financial Times, Rebecca Abrams, el trabajo de Grossman no hace concesiones, "pero su obra está cubierta de compasión y sintoniza con la complejidad de la vidas individuales y las soluciones que las personas encuentran para desafiar esa complejidad".

Como todo aquel que se ha visto enfrentado al drama de la pérdida, de la guerra y del dolor –Grossman perdió un hijo en la guerra del Líbano de 2006- el escritor israelí, el más joven de un brillante trío de novelistas hebreos junto a Amos Oz y Abraham Yehoshua, no busca imponer estándares morales. Grossman no juzga a sus personajes sino que les da el beneficio de la duda, consciente que toda decisión está marcada por las propias circunstancias. Gran Cabaret es probablemente el mejor ejemplo de ello. Como lo describió acertadamente The New York Times, el libro "es la historia de un hombre quebrado que sube al escenario y cuenta chistes" durante poco más de 200 páginas. Ese hombre es Dovaleh G, un comediante de Stand up, inspirado como ha reconocido el propio Grossman en el famoso Lenny Bruce y su presentación está cargada de un humor ácido que esconde una profunda crítica social, pero también su propio desencanto.

La novela de Grossman es un fresco social. En el público el escritor representó a distintas personajes reconocibles de la sociedad israelí, como jóvenes soldados en su día libre, una pareja de motociclistas, un ex juez retirada y un grupo de ancianas jubiladas, entre otros. Por ello, el libro puede ser visto también como una gran representación de lo que es Israel hoy. Dovaleh, el protagonista convive con cierto cinismo y cierta desconexión de la realidad, o al menos trata de hacerlo para poder vivir y reírse incluso de los atentados suicidas. Pero todo cambia cuando una mujer lo interpela desde la audiencia y lo devuelve a su pasado: "En cuanto has aparecido en escena te he reconocido (…) no has cambiado nada". A partir de ahí el libro comienza lentamente a derivar hacia ese pasado, esa historia quebrada del protagonista que citada The New York Times. La dramática historia de Dovaleh se vuelve entonces el eje de la historia.

Como comentó el propio Grossman en una entrevista al diario El País tras la publicación de la edición española de Gran Cabaret, en 2015, el libro trata entre otras cosas de esa necesidad de olvido que muchos requieren para poder seguir viviendo a causa del drama de su propia vida. Una necesidad que termina a veces, como en el caso de Dovaleh, desconectando a la persona de su propia identidad. En un libro donde abundan los chistes y el humor negro, la novela de Grossman deriva hacia la dramática historia de abusos y humillaciones del protagonista y el recuerdo de cuando en el ejército le informan que uno de sus padres murió sin precisarle cual y debe ir al funeral. Inicia así un viaje meditando sobre cuál de los dos preferiría que estuviera muerto. Un drama que en parte vuelve a conectar a Dovaleh con su propia identidad. Y en ese proceso se va quedando sin audiencia, porque a veces, parece decir Grossman, es más fácil vivir en el olvido.