Valiéndose de informes, documentos y la expertise de publicar libros importantes como Huesos en el desierto (2002), donde investigó sobre las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, el fallecido escritor Sergio González Rodríguez ofrece en Los 43 de Iguala (Anagrama) el contexto histórico para "entender" la violencia en México. O evitar —en sus palabras— "reducir todo a una pugna entre buenos y malos".
Como en sus libros anteriores, el periodista documenta las razones históricas, sociopolíticas y materiales de la violencia en su país. "He tenido que vencer la parsimonia que ha triunfado en el lenguaje de la política, de la vida pública, incluso de la literatura y el periodismo. Las bellas formas que a menudo pretenden ocultar la realidad", escribe el periodista.
A lo largo de diez capítulos, el autor del premiado ensayo Campo de guerra intenta analizar y deconstruir una crueldad que remite a la normalidad de lo atroz, "al exterminio de personas entre los resquicios de las reglas universales, al orden constituido, a las relaciones entre México y la mayor potencia del planeta: los Estados Unidos".
Como parece ser la tónica de sus libros, cargados de historias oscuras y crímenes atroces, González Rodríguez cifra en la violencia una certeza: "El influjo de lo perverso ha devorado la civilización, el orden institucional, el bien común".
Según el periodista mexicano, que desmenuza la actividad económica en el estado de Guerrero y los grupos de narcotraficantes y paramilitares que funcionan ahí, "el mal se ha instalado entre nosotros inscrito en los pliegues de la fe en el dinero, la guerra y la técnica".
Mientras la versión oficial de las autoridades mexicanas reza que "se trata de un problema de crimen organizado y corrupción policial contra estudiantes", la hipótesis de González Rodríguez, y ahí el valor del libro, es que en Iguala "hubo una operación contrainsurgente de 'limpieza social' realizada por paramilitares o militares".