Los crímenes cometidos en dictadura marcan la tónica de una investigación que comienza con la reaparición de un hombre que se creía muerto. De los tantos casos de personas detenidas desaparecidas que afectaron a Chile a partir de 1973, uno de ellos es el punto de arranque de esta historia escrita por Miguel Lafferte.
Una mezcla entre realidad y ficción es la forma más acotada de concebir Monte Maravilla, un texto influenciado por la historia chilena y la narrativa policial. El lugar donde se sitúa la historia es el homónimo del libro: el Monte Maravilla ubicado en Colonia Dignidad, sitio que representa todo lo contrario a su nombre: dolor, injusticia y muerte.
Pedro Alfaro, un joven abogado que trabaja en la oficina Mate & Lancaster, es el protagonista de una historia que comienza con el descubrimiento de una muerte que no era tal. Un hombre que se creía estaba muerto, regresa 40 años después buscando la justicia que daría castigo a sus victimarios.
Pero esta es solo una arista de un misterio aún mayor, el cual se irá desenredando con el metódico proceso de trabajo que Alfaro realiza, analizando cada detalle, buscando cada documento relevante y viajando a los lugares clave de un caso de proporciones mayores a las imaginadas en un inicio.
—En tu primera novela, Máquinas de escribir, tratas un tema muy similar a Monte Maravilla, ¿por qué elegiste esta temática para tus libros?
—Creo que cuando empecé a escribir -que fue cuando empecé Máquinas de escribir por allá por el año 2008- me propuse escribir una novela, y me pareció que una manera de optimizar el muy lento y muy eterno proceso de aprender a escribir novelas, era escribir sobre algo de lo que supiera. Entonces, como muchas otras personas, mi familia digamos salió impactada por la dictadura y como muchas otras personas, también se involucraron en la oposición a la dictadura, entonces pensé que en vez de ponerme a escribir sobre algo de lo que no tuviera idea, resultaba conveniente digamos recoger eso y tratar de escribir algo en esa línea y con esos temas.
—¿Cómo fue el proceso creativo que dio origen a la novela?
—Tanto la idea, como algo del proceso de escribir la novela, vienen de la lectura de libros sobre los crímenes de la dictadura. Específicamente libros de Carmen Hertz o de Patricia Verdugo y otros autores que investigaron sobre estos hechos. Fui tomando de todo desde varios lados, no es nada muy específico ni muy recóndito, pero libros que se han publicado sobre el tema, en su mayoría durante los 80 y algunos con posterioridad a eso.
—¿Cuánto tiempo te tomó escribir Monte Maravilla?
—La novela la empecé a escribir en el año 2011. En esa época mi primera novela no se había publicado, estaba más o menos, yo la había dado un poco por perdida, por fracasada; y terminé de escribir Monte Maravilla por allá por mediados de 2013. Luego de eso vino un largo periplo editorial que duró hasta 2015, más o menos. Cuando encontré editorial en Random House y empezamos a trabajar en el manuscrito. Con varias revisiones mientras la novela daba vueltas por distintas editoriales.
—¿Qué tanto de ti hay en tu personaje protagónico Pedro Alfaro?
—El tema de las vivencias personales tiene más que ver con sacar algunas coordenadas generales históricas o algunos datos o información que puede ser más específica. Pero, ninguna de las dos novelas es muy biográfica. Monte Maravilla sobretodo, yo no soy abogado, hay poco de mi vida en el personaje. Lo que puedo decir que se parece, creo que es el mismo proceso de documentación que hice yo. Guarda alguna relación con el proceso de investigación que hace Alfaro, en el sentido de que tanto Alfaro como yo, se nutren de libros y de documentos que están más o menos al alcance de cualquier persona. Si cualquier persona se propusiera de repente a investigar la muerte de un detenido desaparecido digamos, utilizaría o podría utilizar los mismos libros, no es algo muy recóndito. El proceso mismo de documentación en la investigación de Alfaro también tienen un componente que no sé si llamarlo poético… no sé que nombre ponerle. Si uno se fija en el libro Alfaro en su búsqueda empieza a recolectar información que no necesariamente se ciñe a una investigación jurídica o policial ortodoxa. Si no que hay palabras que le resuenan, nombres que le recuerdan cosas, no está preocupado tanto del rigor histórico, como de las resonancias y los ecos que tienen los nombres, los lugares, las fechas, etc.
—¿Cuál fue tu inspiración literaria en cuanto al género policial que aborda?
—Los referentes por ese lado yo diría que son dos grandes escuelas. Del género policial gringo norteamericano está Hammett, autor del Halcón Maltés y está Philip Marlowe creado por Raymond Chandler. La inspiración fue más de Dashiell Hammett, escribió una novela a la cual volví, que ya había leído pero a la que volví para escribir mi novela. Creo que ahí descubrí o saqué y reafirmé, mucho esta idea de Alfaro como una especie de pilluelo, de tipo que no tiene muchas luces, pero que es un poco oportunista y un poco divo. Ese oportunismo y esa viveza lo hacen avanzar en la medida que pueda, que tampoco es mucho y tampoco es con mucha decisión ni con mucha seguridad.
—¿Te planteas seguir escribiendo? ¿En qué proyectos estás trabajando?
—Sí, ahora en marzo tuve que -teniendo ante mí la revisión de la novela y las publicaciones- interrumpir una novela que estoy escribiendo hace varios años y que no está terminada. Tampoco tiene una fecha de término o de publicación, así que espero retomarla de a poco.