Sinergia: la Nacionalización del Metal
Lo sagrado es tocar con todo. Es ahí cuando los 25 años de carrete se notan. Las canciones de Sinergia configuradas bajo la influencia del virtuosismo de artistas como Primus -uno de los referentes centrales en su obra-, son como banda sonora de dibujos animados en versión metal esquizofrénico.
Sinergia es una banda solitaria a pesar del cartel del evento, que en la vieja lógica de los cines de barrio podría definirse como una programación en vermouth y noche. Cinco artistas convocados la tarde del sábado contando a Guachupé y Ases Falsos, para celebrar 25 años en el teatro Caupolicán desde la fundación del grupo en el colegio Cristóbal Colón de Conchalí. En aquellos días tocaban rock latino pero al interior del grupo lo que realmente gustaba era Metallica. Así partió Sinergia. Con los cables cruzados.
Un cuarto de siglo después es un sexteto sin intención alguna de utilizar conexiones estilísticas tradicionales. De ahí su soledad. No muchos más en el panorama musical chileno están dispuestos a ese verdadero charquicán de influencias. A ratos el Caupolicán es una pista de pachanga. Segundos más tarde hay un furioso mosh pit y luego todos mueven los brazos tiernamente de aquí para allá según la batuta del vocalista y líder Don Rorro, uno de los frontman más identificables de nuestra escena. Pasamos de la cumbia al rock duro y al pop como si una mano superior moviera un dial imaginario en la vieja sala de San Diego con Sinergia interpretando aleatoriamente el ritmo que les plazca. Ellos lo llaman metal pájaro. El término, que no tiene mucha lógica, se entiende.
Para Sinergia el sentido del espectáculo es fundamental y requiere atención. No ofrecen solo un concierto sino un viaje por la cultura popular explicada en chileno. Las canciones hablan de sopaipillas con mostaza, de mujeres robustas, la extinción de las abejas, las mentiras en Internet, un crack de barrio con excesiva confianza, políticos oportunistas. Algunos son viejos clásicos de su repertorio, otros temas del nuevo álbum La Hora de la Verdad, el primero en cinco años.
Como todo es profundamente chileno, a ratos los trajes oscuros con huinchas luminosas que cada integrante luce no funcionan del todo bien. Don Rorro lo soluciona con franqueza. Recibieron las pintas recién por la mañana y aún no le pillan la mano al sistema. En otras circunstancias sería injustificable. Lo mismo la pantalla gigante incomprensiblemente bloqueada por un cartel luminoso con el logo del grupo. Pero hay algo en la manera de Sinergia donde se sugiere que nada es muy serio y que estamos en una fiesta familiar.
Lo sagrado es tocar con todo. Es ahí cuando los 25 años de carrete se notan. Las canciones de Sinergia configuradas bajo la influencia del virtuosismo de artistas como Primus -uno de los referentes centrales en su obra-, son como banda sonora de dibujos animados en versión metal esquizofrénico.
Hubo invitados diversos, desde una precisa sección de bronces de Tomo Como Rey, una batucada que estuvo lo justo y un número coreográfico al inicio del show, hasta un periodista deportivo de televisión proclive al verso y la lágrima. Sinergia celebró su lugar único en el rock chileno con la alegría propia de la idiosincrasia criolla predispuesta a la observación rápida, cínica y lapidaria enfundada de humor con funk y metal nacionalizado.
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