"Es verano, se supone que deberíamos estar pasándolo bien", es una de las frases que más repiten los niños de IT cuando deben decidir si hacer frente a la amenaza que crece en el subsuelo de su pueblo, Derry, la locación favorita del mejor Stephen King.
Películas de niños creciendo existen muchas. Revisiones de ellas también. Particularmente el caso de IT, parece uno extraño. La que es sindicada como una de las mejores novelas de terror de su autor es dueña de un -no tan- gran precedente en la memoria popular: una miniserie televisiva dividida en dos que tuvo al sangriento payaso Pennywise en la piel de Tim Curry y es recordada como arruinadora de infancias, pero que cada vez que es revisitada, hace agua ante el paso del tiempo y la madurez que se le exige.
Precisamente esas dos cosas son las que caracterizan a la adaptación recientemente estrenada, dirigida por el argentino Andrés Muschietti. Un paso del tiempo, control del ritmo y desarrollo de la historia digno de una película de personajes con corazón: el bromista, el sobreprotegido, el nerd, el gordo, la musa en -vaya qué- apuros, el huérfano, el dañado y el temeroso. Todos, al servicio de un guión que toma lo mejor de la historia de King y se alimenta del terror que provoca generando códigos, sonrisas y descansos en medio de escenas de horripilante violencia contra niños que no entienden lo que les está pasando, pero deben hacerse del coraje suficiente para lanzarse a olvidar las vacaciones y pensar en su dudoso, violento y a veces sangriento futuro.
La banda de "los perdedores", nombre que abrazaron los protagonistas como un desafío para sus enemigos, comienza a ver sus peores temores acompañando al payaso asesino más célebre de todos: Pennywise, quien en la interpretación de Bill Skarsgård no sólo es aterrador y altamente detestable, sino también un complejo reflejo de lo que propone King en la metáfora fundacional de su obra: el miedo es infundado por la violencia invocándose a sí misma y reproduciéndose para confundir la realidad con la ficción.
Llama siempre la atención de las revisiones millennial tipo Stranger Things que pretendan abrazar una visión idealizada de la vida de pueblo, los misterios y las desapariciones sin acompañarse de un trasfondo más allá de la historia misma: una metáfora que permita comprender que el viaje de los protagonistas es algo más que un bien filmado, pero simple camino hacia la batalla final con el demonio de turno. Esa marca ausente en la narrativa actual -muy propia de Netflix- es la sangre que corre por las venas de esta versión de IT. Maldad sobrenatural, pero también humana. Personajes multidimensionales que no necesitan guardar silencio ni ocultar sus historias de orígenes para ser interesantes: se dejan querer desde que comienza el metraje y nos invitan a acompañarlos en la batalla que toda persona debe librar en algún momento de su existencia. La de comprender el mundo y dejarse comprender por él. La de enfrentar a la némesis y por qué no, los propios demonios.
IT, no sólo es un viaje maduro, de excelente factura fotográfica, con buen ritmo, casting y diálogos oportunos. También es uno que decide hacerse cargo de los paralelos entre la realidad y la ficción que sugiere King en la novela original que ,cuando resulta -a punta de amenazas sobrenaturales, chistes y niños creciendo en cámara-, entrega grandes momentos. Algunos, muy parecidos al verdadero cine de terror, que tan lejos ha estado de Hollywood los últimos años.