La primera hora de Noche mapuche, escrita y dirigida por Marcelo Leonart, es arrolladora y hay que reprimirse para no reír. El mismo recurso usado en El Taller, donde Nona Fernández narró en clave de sátira el siniestro taller literario de la ex agente de la DINA Mariana Callejas, ahora es utilizado para poner en escena el conflicto que tiene el Estado con el pueblo mapuche.
Como en El Taller, hay quiebres y la comedia, hasta ese momento efectiva, se dispara a inesperados episodios del pasado como la masacre de los indígenas estadounidenses o los horrores de la esclavitud. Esa segunda hora resulta didáctica, innecesaria y ralentiza el conjunto. El subrayado y la reiteración es excesiva, diluye el discurso de la obra y más valdría economizar algunos de estos recursos. La puesta en escena no tiene para qué desviarse al Lejano Oeste de las películas de John Ford o al terror del Ku Klux Klan. Son rellenos algo forzados de una dramaturgia divergente, pero hay que entender que la obra en sí es una provocación, un desvarío, un delirio entre sueño y realidad y un manifiesto.
Quedé agotado y sensibilizado con el descomunal despliegue físico de un elenco que nunca baja la intensidad de sus esperpénticos personajes en más de dos horas de función, en especial Pablo Schwarz, quien interpreta a una suerte de versión actualizada del Lucas Meyer de Los invasores, de Egon Wolff. Acá son dos parejas -a cargo de Nona Fernández, Schwarz, Roxana Naranjo y Daniel Alcaíno- las que reciben a dos inesperados invitados. "Ustedes han invadido mi casa", decía una frase de Los invasores, cita que sirve de leitmotiv a la obra.
Schwarz se empeña en hacer creíble el sadismo de su personaje y lo consigue no proyectando la voz, sino gritando. Roxana Naranjo, en cambio, controla la energía y la dosifica. Notable es su cabezazo de defensa propio de las mujeres mapuches en reacción a algún ataque. En la dignidad de su personaje doble, la actriz transmite verdad y esquiva tópicos y arquetipos. Con el talento y fuerza de los jóvenes actores Caro Quito y Felipe Zepeda, la obra recupera en su final el voltaje adecuado.
Noche mapuche se inscribe en una serie de obras de Marcelo Leonart y Nona Fernández que buscan concientizar y abordar conflictos no resueltos de la sociedad chilena. La pareja los ha visibilizado en toda su complejidad durante más de 25 años de trayectoria. En este caso, abordan nuestro racismo fundacional y la lucha del pueblo mapuche por recuperar sus derechos. El resultado es un grito de desgarro ante la infamia y los abusos de poder sobre la vida de otros seres humanos en función de su raza, color de piel o condición social. Racismo que se reproduce hasta hoy, como sugieren los últimos casos de discriminación y maltrato a inmigrantes que han terminado en tragedia.