Un redoble sobre su nombre, el deseo de consolidar un cambio de página ronda en este regreso de Franz Ferdinand. No son lo suficientemente veteranos como para ser rotulados de clásicos inapelables, pero cuentan con títulos que están entre lo mejor de los últimos 15 años en materia de rock fresco, contagioso y memorable.

Integran la última ola con repercusión masiva de las guitarras eléctricas junto a The Strokes y The White Stripes, aunque en la banda escocesa las influencias siempre fueron menos literales. Había algunos préstamos al punk rock súper ensayado de Adam and the Ants, sin embargo ese guiño al pasado se sometía a composiciones ingeniosas moldeadas en ambientes de vodevil y latido bailable con un cantante carismático y hábil como Alex Kapranos, capaz de convertir la poca voz en una fortaleza sinónimo de la singularidad del grupo. Había algo más: humor ante los clichés del rock, no tomarse demasiado en serio.

Always ascending es el primer disco tras la salida del guitarrista, tecladista, fundador y compositor Nick McCarthy. Su partida puso en jaque al conjunto. A falta de uno llegaron dos -Julian Corrie y Dino Bardot- y ahora alinean como quinteto. En 39 minutos, lo justo y preciso en un álbum seguro de su material e intenciones, Franz Ferdinand no solo no resiente la salida de McCarthy, sino que logra reinventar su sonido de la mano de Phillipe Zdar de Cassius en la producción, y complejizar sus composiciones sin perder elasticidad.

Esas viejas texturas radiales, ese teñido de baja frecuencia que inundaba sus primeros discos para sugerir un pasado difícil de precisar, está al otro extremo de la sensación HD de este álbum, que a su vez ayuda a digerir canciones que se arman dramáticamente, con varias partes, la mayoría de las veces en pos de un ritmo para moverse, como ocurre en el tema que da nombre al disco: Kapranos jugando al crooner que cae en espiral en medio de armonías angelicales, piano y sonidos in crescendo hasta cambiar de plano en una discoteca con diseño sideral vintage, una pieza ambiciosa y redonda.

La sátira y el musical se apoderan de The academy award, otra de las pulidas y trabajadas para irradiar soltura, como Huck and Jim ofrece una trama progresiva con cambios de tiempo, un relato con distintas escenas y la llegada de un coro que tributa e ironiza sobre cierta sonoridad redundante en el rock indie.

La hermosa balada "Slow don't kill me slow" y su natural evolución hasta alcanzar ribetes sinfónicos, cierra y subraya una sensación permanente en Always ascending. Este título contribuirá a que Franz Ferdinand sea un clásico inapelable.

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