A las tres de la mañana del 10 de julio de 1973, en plena noche del verano romano, John Paul Getty III fue secuestrado por un grupo de truhanes que rápidamente lo llevó con los ojos vendados desde la capital italiana hasta el pueblo pesquero de Seminara, en el sur del país. Pidieron 17 millones de dólares por la entrega del chico de 16 años y el destinatario de tan alta petición (unos 94 millones de dólares en la actualidad) fue su abuelo, el millonario petrolero J. Paul Getty.
Considerado en ese momento por la revista Fortune como el hombre más rico del planeta, el dueño de la Getty Oil Company se transformó rápidamente en un villano de película a la luz de los detalles del caso. No sólo no aceptó pagar los 17 millones que le pidieron los mafiosos italianos, sino que regateó y regateó el precio de la vida de su nieto durante cinco meses, desde el 10 de julio hasta el 15 de diciembre, cuando John Paul Getty III fue encontrado vivo en una estación gasolinera de Lauria, en la región sureña de Basilicata. Le faltaba una oreja. Un mes antes había llegado a un diario italiano, como un anuncio intimidatorio de que los captores ya no tenían paciencia y pretendían descuartizarlo.
En la película Todo el dinero del mundo, que se estrena este jueves en las salas chilenas, se cuenta esta historia, pero también se describen todos los claroscuros de una familia hundida por la avaricia de su patriarca y sólo parcialmente iluminada por el coraje de Gail Harris, la madre de John Paul Getty III.
En la produdcción dirigida por el británico Ridley Scott (Prometeo, Blade Runner) los roles centrales están a cargo de Michelle Williams como Gail Harris, Charlie Plummer como John Paul Getty y Christopher Plummer (sin relación de parentezco con Charlie) como J. Paul Getty. La película, que venía con una promoción moderada hasta hace unos meses, hizo noticia por un hecho inaudito: en apenas nueve días a principios de noviembre, el veterano Christopher Plummer filmó todas las escenas que antes había interpretado Kevin Spacey como Getty.
La razón es más o menos conocida: a la luz de las acusaciones de acoso sexual contra Spacey, el realizador Ridley Scott y los productiores decidieron reemplazarlo y, de paso, darle vida a una producción que de lo contrario habría entrado en la tierra del olvido y el oprobio.
Se sabe que Scott hizo cerca de 400 tomas nuevas en Gran Bretaña e Italia, los países donde se mueve el multimillonario del petróleo. De cierta manera, el prolífico cineasta inglés (este año también estrenó Alien: Covenant) ya tenía experiencias con cambios de última hora. En el 2000 debió filmar muchas escenas de Gladiador por segunda vez tras la muerte del actor Oliver Reed durante el rodaje.
Con 80 años, el director de Alien, el octavo pasajero (1979) es un dínamo que parece trabajar contra reloj: el cambio de Spacey por Plummer hizo que una película virtualmente sin posibilidades de nada (no por su calidad, sino que por el caso de Spacey) obtuviera tres nominaciones a los Globos de Oro y una al Oscar, justamente a Mejor Actor Secundario por el trabajo de Plummer.
En la trama, el actor canadiense de 88 años da vida en forma brillante a quien dijo que no quería pagar los 17 millones de dólares de rescate pues sería una señal de debilidad y un aliciente para que secuestraran a sus 14 otros nietos. Frío en su trato y excesivo en su pasión por el coleccionismo de arte, Getty se hizo conocido además porque en los mismos meses en que su nieto era prisionero de la mafia calabresa no tenía problemas para abrir su billetera y comprar un cuadro por varios millones de dólares.