La tercera vez de los Chancho en Piedra en Lollapalooza prometía tintes especiales.
Los músicos forjados en La Cisterna, una de las comunas periféricas de Santiago, desempolvaron La Dieta del Lagarto, el segundo de sus discos, a dos décadas de su lanzamiento.
El experimento ya había debutado en un memorable y maratónico show en el Teatro Caupolicán en agosto pasado. Lollapalooza sería la excusa para revivir aquella magia.
Antes, en 2015, compartieron su presentación de manera conjunta con Los Tetas.
Había que marcar más diferencias.
Sacrificando la explosividad desbordante que los caracteriza en este tipo de festivales, el cuarteto canalizó sus esfuerzos en brindar un espectáculo dedicado y consistente.
"No es la obra máxima de los Chanchos", decía meses antes a La Segunda el bajista Felipe Ilabaca.
Tiene toda la razón. Pero, en su defensa, es quizás la obra más auténtica y desprejuiciada de una carrera que completa 24 años ininterrumpidos.
La sección de bronces comandada por el histórico Héctor "Parquímetro" Briceño y la incorporación del DJ Humitas dieron el carácter y solidez a un grupo que nunca ha dejado de rozar lo especial.
Y es que no se puede ser cuarentón tocando canciones de hace veinte sin hacer notar un proceso.
Desde una carrera al ovusol al edén, los 60 minutos de Chancho en Piedra en el VTR Stage no alcanzaron para repasar el trabajo en su totalidad -quedaron 3 fuera por cosa de tiempos- pero sí a comprender en algo una época que jamás querremos abandonar.