Más de un ruiziano aceptaría que a Raúl Ruiz lo persiguió la maldición de las teleseries. Incluso más allá de la muerte. En 1973, el puertomontino adaptó Palomita blanca e introdujo en su película un elemento ausente en el superventas de Enrique Lafourcade: el rol estelar de los televisores en la vida de los chilenos, y en particular el impacto de las teleseries latinoamericanas en los sujetos populares (en el cité de María, la Palomita del título, y en la servidumbre de la casa pituca, todos viendo y comentando la producción del momento, María Isabel). El estreno del filme sólo vino a producirse 19 años más tarde, dando la oportunidad de asomarse a la mirada ladina de Ruiz, que satiriza la lealtad del "pueblo" frente a un producto que la izquierda y sus intelectuales denunciaban como distractivo y alienante.
En 1990, dos años antes de este retrasado estreno, el director y guionista de Tres tristes tigres concibió y concretó en tierras chilenas un collage del país cuyos retazos son pasajes de culebrones raros, pero irresistiblemente familiares al mismo tiempo. El proyecto se llamó La telenovela errante, aunque Ruiz, que no posprodujo el material en su minuto, falleció en 2011 sin volver a tocarlo.
Quien crea en maldiciones, entonces, concederá que la de las teleseries se rompió definitivamente con el trabajo de Valeria Sarmiento, colega, montajista y cónyuge de Ruiz. La directora de María Graham unió las partes dispersas de La telenovela… y creó un filme de pies a cabeza. A 27 años de su filmación, este se estrenó en agosto pasado en el festival suizo de Locarno y tuvo pasos por el FICValdivia y la Cineteca Nacional.
Pero el anterior fue, apenas, el inicio de un recorrido que este año se anuncia enjundioso. Mientras el distribuidor local (Jirafa) alista para el 6 de septiembre el estreno local del -nuevo- filme póstumo de Ruiz, la ciudad que lo acogió en su prolongado exilio vuelve a homenajearlo en forma: tras la retrospectiva que la Cinémathèque Française presentó en 2016, el festival Cinéma du Réel seleccionó el filme para abrir este jueves, en el Museo Pompidou de París, una nueva edición. Para los organizadores del certamen documental, La telenovela… "muestra cómo lo real puede conducir a una sociedad oprimida a atrincherarse en ficciones absurdas".
País extraño
"La hice en Chile en seis días con actores de telenovelas (entre otros, Francisco Reyes, Luis Alarcón y Mauricio Pesutic), actuando como si todo Chile fuera una telenovela", contó Ruiz en 1997 a la revista estadounidense Film Comment. Y añadió sobre la propuesta fílmica: "La realidad literalmente se ha convertido en la idea de (Jean) Baudrillard sobre los simulacros. Es una serie de escenas con las estructuras lingüísticas y el acento chilenos: a veces los chilenos, al hablar, omitimos el verbo y el sujeto, de manera que resulta imposible saber de qué estamos hablando".
Su actitud, remata, es la de un exote, la de esa gente que resulta exótica en todas partes. En ese espíritu, intenta mostrar hasta qué punto Chile se ha convertido, para él, en "un país extraño".
En conexión con su primer "período chileno", que se extiende hasta Diálogos de exiliados (1975), Ruiz vuelve a sumergirse en aguas identitarias, provisto de no poco sentido del humor y de la aparente voluntad de encontrarse inopinadamente con la paradoja y la ausencia de sentido. Todo ello, en un país que asoma distinto del que dejó aunque, en un sentido más subterráneo, sigue siendo el mismo. Un territorio inquietante en el que una intriga melodramática sobre un izquierdista de cuello y corbata, que es amante de su cuñada, convive con la de un funcionario estatal que interrumpe sus tareas cotidianas -dar destino a los cuerpos de compatriotas fallecidos- para recitarle telefónicamente los versos de La Araucana a un ser querido.
La que iba a ser su primera película en el Chile posdictatorial surgió al hacer de la necesidad una virtud. En uno de sus habituales viajes a Chile, en noviembre del 90, desarrolló un taller con un grupo de actores, al tiempo que lidiaba con un encargo de la BBC. En algún punto, cuentan cercanos, se planteó que la mejor manera de desarrollar esta actividad era crear una miniproducción audiovisual que diera cuenta de sus contenidos. Así las cosas, escribía sobre la marcha y contra el reloj, entregando día a día, hora a hora, el material a los intérpretes. Textos autorreflexivos, en algunos casos, donde los personajes llegan a cuestionar la propia forma en la que hablan.
Con el pasar de los años, tan singular experiencia fue quedando en el olvido, hasta que un admirador del cineasta contó que tenía un making of de La telenovela… en video HI8. Luego apareció la fotógrafa y audiovisualista Leonora Calderón Hoffmann, quien contaba con más de 300 imágenes del rodaje. Por su parte, la propia Valeria Sarmiento encontró en el departamento parisino que compartió con su marido el guión y varias notas que este último escribió a máquina. Y dado que en el archivo de la U. de Duke yacían los negativos en 16 milímetros y otros materiales del filme, había demasiadas señales de que iba siendo hora de rescatarlo. Tras recibir fondos del Consejo Nacional de la Cultura, Sarmiento se puso a trabajar con un pequeño equipo en la recuperación y la posproducción del material.
"Siempre es un honor que un filme inaugure un festival", ha dicho la cineasta respecto de la función de este jueves, donde oficiará de presentadora. Concretada la inauguración, la cinta se presentará en el Festival de Estambul, en abril, y en mayo desembarcará en el de Jeonju (Corea del Sur). Un buen preámbulo al esperado reencuentro con el público local.