En medio de entusiasmos varios por los tres días que duró Lollapalooza y las visuales que ocupó Gorillaz y el repertorio que desplegó Depeche Mode en su tercera visita al país, esta última semana también presenció dos silenciosos fenómenos de venta para la cartelera internacional. Dos que deben arrugar la frente con el concepto de "fenómeno" y que saben bien que esto tiene que ver más bien con muchos años de tiempo invertido con el público chileno.
Joan Manuel Serrat (74) agotó en cosa de días los boletos para sus conciertos de noviembre en el Nescafé de las Artes y sumó una nueva fecha en Valparaíso. Mientras que Silvio Rodríguez (71) ya confirmó un tercer Movistar Arena para octubre, ante la rápida venta de los primeros tickets (15 mil en dos horas).
Una muestra rotunda y necesaria de que no siempre se necesita repertorio reciente o alguna otra mezquina consideración de mercado como para seguir teniendo arrastre. Tanto el catalán como el cubano marcaron a fuego a una generación a la que se le prohibió su repertorio, pero sería una error pensar que sólo ese público, hombres y mujeres que fueron jóvenes en los 80, son los únicos interesados en sus respectivos retorno.
Serrat y Silvio encarnan un valor que no es traspasable a otros cantantes de su generación (Pablo Milanés, por ejemplo). Ellos simbolizan de manera casi monopólica para este país el gesto del canto comprometido, la voz de alto vuelo lírico y esa música de contingencia que dejó profunda huella.
Algo que también han aprendido a leer jóvenes que probablemente heredaron el gusto por estos trovadores o que quizás llegaron por sus propios medios a encontrarse con dos voces obligadas de la cantautoría hispanoparlante.
Lo del hombre de Mediterráneo es muy significativo, ya que estuvo hace poco más de un año con Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos, y no diríamos que fue una locura comercial. Pero su regreso en solitario ha provocado algo muy distinto.
Lo del hombre de Ojalá, en tanto, habla de una demora un poco más larga, a tres años de su último paso por el país, y que al igual que el "Nano" ha despertado un entusiasmo que ha sorprendido incluso a sus promotores.
Está dicho; aquí las razones de mercado no importan nada. Porque Serrat no ha publicado un disco con canciones originales desde Versos en la boca (2002) y Silvio suma apenas tres en los últimos 12 años. Y a pesar de que puedan ser piezas valoradas por los más conocedores de su catálogo, difícilmente alguien podría decir que están a la altura de lo que hicieron en su época de mayor gloria. Pero cuando se trata de personajes como ellos, la vigencia no se mide por rendimientos recientes. Se mide más bien por la urgencia de un canto que en Chile, y en estas dos voces, se resiste a morir.