Se dejó seducir en sueños por el canto de las sirenas y, a lo lejos, logró divisar entre el vaivén de las aguas a los piratas borrachos que tramaban sus próximas fechorías. De niño quiso ser marinero, y aunque el padre siempre se lo negó, Julio Verne (1828-1905) halló en la escritura la posibilidad de entrar en el alma de sus personajes y emprender cada una de las aventuras con las que siempre había fantaseado.
Entrelazando ficción con datos científicos y reales de sus propias lecturas, los libros del autor francés -"novelas de la ciencia", como él solía llamarlas-, hoy seguro llenarían las góndolas del género de ciencia ficción. "Pero Verne no fue un autor de novelas fantásticas, sino uno anclado en su presente, muy observador y también muy interesado por las nuevas tecnologías, descubrimientos y rutas de exploración, y todo eso lo volcó en sus libros hasta el punto de ser un visionario", comenta la curadora española María Santoyo mientras recorre Los límites de la imaginación, la muestra que desde mañana se tomará el Espacio Fundación Telefónica. "Basta con leer, por ejemplo, De la Tierra a la Luna (1865), que aun cuando fue escrita en pleno siglo XIX, ya anunciaba que el hombre llegaría a ella", agrega.
Inaugurada en 2015 en Madrid, donde fue vista por más de 220 mil personas, la exposición traza un recorrido no cronológico por el imaginario del autor de Viaje al centro de la Tierra (1864). También establece un diálogo entre sus obras y distintos hechos que acontecieron inmediatamente posterior a su muerte, en 1905, en paralelo al progreso científico de la época. "En las itinerancias que hemos hecho -incluyendo una por Buenos Aires- la muestra no viaja con un formato rígido, sino que lo adaptamos a cada sede con el objetivo de involucrar a los países que la acogen", explica Santoyo.
Profecías y tesoros
En uno de los pasillos del edificio a pasos del Metro Baquedano se exhiben bocetos y mapas de ruta interactivos que pudieron pertenecer a sus personajes más célebres: del millonario Phileas Fogg, protagonista de La vuelta al mundo en 80 días (1872), al obstinado capitán Nemo, quien cruzó las profundidades del océano a bordo del Nautilus en Veinte mil leguas de viaje submarino (1869). Solo años más tarde, en 1898, se crearía el Argonault, primer buque sumergible.
"Verne vivió en una época de gran avance tecnológico, vio surgir los barcos de vapor, el ferrocarril, la electricidad, el teléfono y otros inventos, pero fue más allá. Y no es que haya sido un profeta, pero sí un tipo muy documentado e interesado en que sus novelas tuviesen fines recreativos y al mismo tiempo instructivos y enciclopédicos. Eso se lo debió a su editor, Pierre-Jules Hetzel, que cotejaba sus historias con los avances que comenzaron a darse en esos años", dice la curadora.
Junto a los afiches y fotografías de sus obras llevadas al cine y el teatro, como Around the world, el musical estrenado por Orson Welles en 1946, la proyección de dos videos de arte, uno capturado al fondo del océano ("una de sus grandes obsesiones") y otro que recrea la hazaña de los tres aventureros que viajaron al espacio al interior de una enorme bala en su novela De la Tierra a la Luna, tienden un puente entre las historias que escribió y el futuro: pasarían poco más de 100 años antes de que Neil Armstrong se convirtiera en el primer hombre en pisar la superficie lunar el 21 de julio de 1969.
Pero la muestra también dialoga con nuestro país: la Biblioteca Nacional cedió seis ediciones ilustradas de sus libros Un capitán de quince años (1878), El soberbio Orinoco (1898), El faro del fin del mundo (1905), Los grandes exploradores del siglo XIX (1900), Un drama en Livonia (1904) e Historia de los grandes viajes y de los grandes viajeros (1878), todas publicadas en Madrid por los hermanos Saenz de Jubera a fines del siglo XIX, y que serán exhibidas al público.
Por su parte, el Museo Marítimo Naval se suma a la muestra con 13 objetos que pertenecen a su colección permanente: entre ellos un modelo a escala de la corbeta Esmeralda, la primera nave a vapor y hélice de Chile, y en un sector de homenaje a los grandes exploradores, un catalejo, un telégrafo, una lámpara y hasta una caja con placas de vidrio -con imágenes de un eclipse lunar, los planetas del sistema solar y algunas vistas de la Tierra desde la Luna- que fue hallada tras el naufragio del Endurance en su expedición por la Antártica, en 1915. De la misma misión, además, que tuvo como protagonista al irlandés Ernest Henry Shackleton, se expone una colección de fotografías inéditas que aparecieron dentro de una lata en 2014, y restauradas en Nueva Zelanda.
"La colaboración con ambas instituciones locales nos da la posibilidad de acercar la obra de Verne a Chile, pues así la muestra adquiere otro sentido", señala Santoyo. "En la elección de las antiguas ediciones de las novelas que se pueden ver acá, por ejemplo, están Un capitán de quince años y El faro del fin del mundo, y en ambas el objetivo era llegar a Valparaíso. Según sus biógrafos, Verne no podía empezar a escribir sin antes mirar el globo terráqueo que tenía en su gabinete, y es curioso que un hombre de su época mirara tan lejos", concluye.
Para la muestra, que estará abierta hasta el 15 de julio, se diseñó la app Verne. Viajes Extraordinarios, que apoyará el recorrido con una narración paralela y que da cuenta de la vida y obra del autor francés. Asimismo, 10 de las imágenes presentes cobran vida a través de la app HP Reveal, que permitirá al público detenerse en ellas y proyectarlas gracias a la tecnología de realidad aumentada.