La muerte planea sobre el último disco de Nick Cave, el hombre de las canciones tristes y violentas que acaba de anunciar una gira por la región, la que incluye a Santiago como plaza. Lo que sabemos son asuntos duros como que, mientras su banda —los Bad Seeds— cumplía treinta años de recorrido y el hombre de "Into my arms" era considerado uno de los mayores compositores de su generación, en junio de 2015 su hijo Arthur se mató. El adolescente de 15 años cayó a un abismo en el sur de Inglaterra, donde viven los Cave en Brighton, luego de compartir con un amigo lo que se suponía que eran tres pastillas de LSD. El australiano preparaba ese material cuando la distancia entre el autor de canciones dolorosas y existencialistas con sus personajes se estrechó.
Nick Cave escribe sobre la muerte desde los primeros días de su carrera. En "Dead Joe" de Junkyard, publicado en 1982, narra el accidente de un auto lleno de adolescentes: "Bienvenidos al choque/ ya no se distinguen los chicos de las chicas", dice allí. En Skeleton tree, el álbum aparecido hace un par de años, Cave parece encontrar la manera de sobrevivir y de reconvertir la tragedia en música. El trabajo puede sugerir una experiencia tan agónica como catártica: Cave mide las notas de su piano y su voz va mutando entre el susurro y el canto doliente. "Ya nada importa", repite una y otra vez en los casi seis minutos que dura la angustiosa "I need you". La verdad es que, luego de un complejo drama familiar —magistralmente documentado en el filme en blanco y negro One more time with feeling, de Andrew Dominik—, después de tres bandas, dos novelas y un cómic, el hombre de "Where the wild roses grow" entregó el que tal vez sea el más íntimo de sus trabajos, uno sobre la urgencia de sobreponerse a la más compleja de las batallas personales.
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