Las Vegas, Nevada. Hace algunos años. Luces, neón, autos de lujo. Aplausos en off, columnas de agua multicolor que se funden con el interior de un tan grande como lujoso cuarto de hotel. El lugar está repleto de gente hermosa, hombres y mujeres; alcohol y sonrisas relucientes. De pronto todo se queda en silencio, se abre la puerta del ascensor y un aplauso cerrado rompe la secuencia.

José Sosa (José José) ingresa a escena. Los hombres lo saludan, lo celebran; las mujeres lo tocan con deseo, en ese ya lugar común de la fan incondicional y siempre dispuesta (eco de un pasado ni tan distante). El astro camina y responde a los halagos, es otro triunfo más en una carrera llena de triunfos.

Se acerca el ejecutivo de una disquera (otro eco del pasado) y le informa que ha roto otro récord y que lo quieren en una película. José José lo abraza y luego se excusa para ir a su cuarto.

Se encierra y se sirve un vaso de whisky. Bebe mientras afuera sigue la fiesta. Sus ojos se humedecen y aparecen sus fantasmas, el del alcoholismo y el mayor de todos, su padre… que aquí es literalmente un fantasma, un espectro dickensiano que lo acompañara como permanente y terrorífico recuerdo de su pasado en cada uno de los siguientes episodios.

Corte. Los primeros diez minutos del capítulo piloto de José José, el príncipe de la canción (Netflix) no solo son un resumen perfecto del tono que seguirá este drama mexicano que promete sesenta capítulos centrados en la vida de este ídolo de la balada romántica, una "superserie" (el nuevo formato favorito de las producciones mexicanas) que pavimenta con seguridad el camino que ha de seguir la ficción televisiva latinoamericana en la ruta a triunfar en esta era del streaming.

Los hechos: desde las exitosas Narcos y El Patrón del mal que no ocurría lo que este año está pasando con Luis Miguel y la recién estrenada José José. Series latinoamericanas que se convierten en fenómeno del boca a boca real y virtual. Cosa de revisar Twitter o Instagram. El drama basado en la vida de Luis Miguel tiene hoy más menciones que La Casa de papel, y la reciente biopic de su colega va por el mismo camino.

¿Por qué? La respuesta es simple: porque en el melodrama, en la música AM está la verdadera épica de este continente. La balada romántica es nuestro Marvel particular y más temprano que tarde alguien se iba a dar cuenta. Y lo más lindo de todo, ya no desde la cursi óptica del placer culpable. Esto es placer a secas, sin remordimientos, bien asumido, haciéndonos cargo que son nuestros mitos, nuestro Game of thrones. De partida ambas series son relatos de padres abusivos, de familias disfuncionales, del triunfo como disfraz del desastre, igual que lo de los Stark y los Lannister.

El profesor de literatura norteamericano Andrew Brown, de la Universidad de St. Louis, publicó hace un par de años un interesante ensayo acerca de por qué la ciencia ficción y la fantasía no han tenido un desarrollo literario en nuestro continente, similar a como sucede en América del Norte, Asía o Europa. Está el prejuicio/lugar común de que al no ser un territorio con avances científicos no tenía caso jugar con la anticipación científica, pero Brown tiene una hipótesis distinta. En América Latina la ciencia ficción y la fantasía fueron reemplazada por el realismo mágico, García Márquez es nuestro equivalente a Tolkien y Macondo a la Tierra Media. ¿Y qué tiene que ver lo anterior con Luis Miguel o José José? Todo.

Por años los productores de ficción televisiva han soñado con desarrollar en Argentina, Chile o Colombia una serie que se convierta en un fenómeno global. En su época hubo "clones" de Lost, de Breaking bad incluso ha habido intentos de replicar ideas, como la de Walking dead, pero con zombies mapuches (en serio).

De hecho, puedo apostar a que en este mismo instante, en productoras del sur del mundo se realizan reuniones creativas para pensar una Casa de papel versión Latam. El problema es que La Casa de papel es muy europea y no hay modo de replicar su fórmula en este lado del planeta. ¿Además para qué? Si acá tenemos el mejor material dramático para construir hitos de la pantalla chica. Sólo había que mirarnos sin tener vergüenza. Perdón, sólo hay que prender la radio.

El futuro de Netflix, Amazon, HBO o Fox de producción propia y original está en lo que mejor sabemos hacer: melodrama y balada romántica. Esa es la épica latina que construirá fenómenos. Que José José y Luis Miguel conquisten a la misma masa fanática que Games of Thrones levanta las barreras del peaje al desarrollo futuro de ficción latinoamericana.

La ecuación no es tan compleja: no seguir perdiendo tiempo con thriller, terror, ciencia ficción, fantasía y otros géneros que en el mal llamado primer mundo siempre harán mejor (y que acá quedarán como mala copia) y apuntar a lo que tenemos dentro: cebolla bien condimentada. Replicar teleseries clásica en formato contemporáneo (Una cuna de lobos 2020 sería un golazo) y contemos la vida de nuestros dañados superhéroes pop. Imagino que Fábula TV, Invercine Wood o Sobras, por nombrar algunas, ya están craneando adaptar la vida de Lucho Gatica o de Los Ángeles Negros para Netflix o Fox. Si no es así, pónganse las pilas.