El renacer de Shirley Jackson: la autora del terror cotidiano
Nuevas traducciones, reediciones, una serie en Netflix y y una película sobre su vida reviven a la escritora de La maldición de Hill House.
Shirley Jackson creía en la brujería y en las supersticiones, pero no tanto en los fantasmas. Maestra del terror y del misterio, de las casas embrujadas y los personajes perturbados, la escritora norteamericana solía encerrarse a escribir bajo llave con su máquina Royal y sus hojas amarillas, y su único terror era que alguno de sus niños golpeara la puerta o se despertara de su siesta. Porque para ella el terror estaba ahí, en lo cotidiano: en el pueblo tranquilo, dentro de la casa y en la mente de cada uno.
Autora prolífica e incansable, Shirley Jackson escribió como posesa hasta que un ataque al corazón acabó con su vida a los 48 años mientras dormía en su casa de North Bennington, en Vermont. Tras su muerte, su marido, el crítico literario Stanley Hyman, llenó 50 cajas con sus manuscritos y los cientos de hojas que tenía repartidos por su casa: palabras sueltas, listas de compras y las ideas para sus ficciones terroríficas, como un reflejo de su propia escritura que mezcla con naturalidad lo doméstico con el horror.
Y aunque no fue considerada en su tiempo como una escritora de la primera línea, sí tuvo muchos lectores que buscaban sus cuentos en la revista The New Yorker o en las revistas femeninas donde colaboró. Hoy es una autora imprescindible y hasta de moda gracias a las reediciones de sus cuentos y novelas, las traducciones al español de la editorial Minúscula (España) y Fiordo (Argentina), el próximo estreno de una serie en Netflix basada en su novela La maldición de Hill House , que ya inspiró el clásico de horror La mansión embrujada en 1963, y el reciente anuncio de Shirley, filme biográfico donde la escritora será interpretada por Elisabeth Moss, conocida por las series El cuento de la criada y Mad men.
Shirley Jackson nació en San Francisco en 1916, aunque al poco tiempo de casada se instaló en North Bennington, un pueblo de 1.400 habitantes en la costa este donde nunca se sintió acogida. Este sentimiento de hostilidad fue el que la llevó a escribir su cuento más conocido, La lotería, que apenas apareció en The New Yorker en 1946 le cimentó su fama como escritora, además de llenarla de cientos de cartas de lectores desconcertados por esta historia sobre un brutal rito de pueblo.
En La lotería, como en otras ficciones de Jackson, el horror surge en la aparente calma de un pueblo recóndito de EE.UU., donde los habitantes pueden coordinarse para llevar a cabo una tradición sangrienta.
Casas enfermas
Neurótica, adicta a los tranquilizantes y agorafóbica -según su biógrafa Ruth Franklin-, dedicada madre y dueña de casa, como aparece descrita en más de un artículo; lo cierto es que Shirley Jackson pasó gran parte de su vida encerrada en la casa, con cuatro hijos que adoraba, un marido infiel que la hizo infeliz y varios gatos que la acompañaban en el escaso rato libre que tenía para escribir.
Para su novela La maldición de Hill House -nominada al National Book Award en 1960-, Shirley Jackson se inspiró en la sensación de rechazo que le provocó la fachada de una casa de San Francisco y que descubrió mientras hojeaba unas revistas buscando gárgolas, cornisas, escaleras secretas, torrecillas y "todo tipo de cosas que la gente le hace a las casas inofensivas".
En la novela, cuatro invitados tratan de descubrir el misterio de una casa poseída, donde las puertas se cierran solas y las paredes parecen tener vida. "Una casa carente de bondad", dice el narrador, un lugar macabro, pero que igualmente tenía un lado amable: una casa donde las comidas eran deliciosas (como en otras obras de la escritora, las mesas y las despensas de las casas están llenas de manjares), y donde siempre es bienvenido el solitario, el que se siente culpable o el perturbado.
En su siguiente novela, Siempre hemos vivido en el castillo (1962), Shirley Jackson extrema el sentido del horror al describir a dos hermanas desequilibradas que, luego de matar a sus familiares, siguen una vida normal cocinando recetas rebuscadas.
En El reloj de sol, la tía Fanny recibe un mensaje de su difunto padre donde le avisa de un inminente fin del mundo. Ante esta noticia toda la familia decide encerrarse en la mansión y aprovisionarse de todo lo necesario para sobrevivir.
En las seis novelas que escribió y en sus decenas de cuentos la escritora jugó con la sugestión e hizo gala de su humor negro, de sus agudas observaciones y sus detalladas descripciones . Porque, para ella, lo hogareño y lo macabro podían convivir perfectamente, así como los objetos inanimados -las piedras, las casas, la cocina- decían mucho del estado psicológico de sus personajes. Los protagonistas de sus obras mentían con descaro o buscaban ante todo ser interesantes. Y las mujeres eran jóvenes solitarias y frágiles o tenían múltiples personalidades: siempre amenazadas por su vecindario, sus cercanos o por sus pensamientos.
Aunque toda su vida se sintió encerrada en su casa, Shirley Jackson descreía del feminismo -como su admirada Flannery O'Connor- y solo en su inacabada última novela, Come along with me, se atrevió a salir de la casa y crear a una protagonista más libre y menos miedosa, como quizás le habría gustado ser a ella: una mujer que una vez viuda comienza una nueva vida -con un nombre nuevo- en un pueblo donde la nadie la conocía.
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