Febrero de 1956: Julio Riquelme sube a un tren tumbo a Iquique. Se dirige al bautizo de un nieto. Tres días y tres noches: eso, se supone, tomará su viaje.
Pero Riquelme no llega al puerto del norte.
Y así desaparece.
Enero de 1999: en medio del desierto de Atacama, solitario y abandonado junto a sus pertenencias, se encuentra Riquelme. Está "tendido al sol con todos sus huesos blancos, intactos", como escribe Francisco Mouat al inicio de El empampado Riquelme. "Un hombre había estado casi medio siglo tirado en la mitad de la pampa sin que nadie reparara en su presencia, y ahora uno de sus hijos, que ya era abuelo, reconocía las pertenencias de su padre".
¿Qué pasó realmente con el empampado?, ¿por qué su desaparición se cubrió con un velo de silencio y olvido tan rápidamente?, ¿y cómo fue posible no se supiera nada de su existencia en casi medio siglo?
Algo de eso responde, o más bien expande, este libro de Francisco Mouat (1962) que, a estas alturas, es un pequeño clásico de la literatura chilena. Uno que de a poco se hace paso por otra partes del continente. "Una pieza mayor de la crónica latinoamericana", apunta la argentina María Moreno al final de esta nueva edición, ahora publicada bajo el sello Lolita Editores. "Este libro no da la chance de bajarte del tren", la secunda el cronista chileno-argentino Cristián Alarcón. Y el español Jorge Carrión también se declara fan: "Me encantó la historia, con su elemento CSI", dice.
Francisco Mouat nació en Santiago y tiene una larga carrera como lector, escritor y periodista. Trabajó en las revistas Apsi y Hoy y en el programa televisivo El Mirador. También fue director de la revista deportiva Don Balón y más tarde editor de la revista Domingo en viaje de El Mercurio. Hasta hace poco, además, comentaba fútbol en radio ADN.
Desde hace un tiempo que Mouat se dedica cien por ciento a la literatura: actualmente, como librero. El local se llama Lolita y está ubicado en República de Cuba 1724, a pasos de Pocuro, en Providencia.
Y con esta nueva edición (revisada y aumentada) de El empampado Riquelme, el autor chileno revive a uno de los personajes memorables y de la literatura local. Uno al que apodan empampado (es decir, perdido en el desierto, desorientado en medio de la pampa), y que tal vez proyecto mucho, acaso demasiado, de las siempre complejas y enigmáticas relaciones humanas.
"La sola exploración del vínculo padre-hijo era para mí un asunto que difícilmente iba a resolver o satisfacer con un artículo de prensa", responde Mouat cuando se le pregunta por qué en un momento alargó una investigación, que en un principio estaba destinada a un artículo de diario, y la cual finalmente terminó como libro. "En verdad, más que resolver un caso, lo que quise fue dejarme habitar por las preguntas que despertaba en mí su aparición en el desierto: un montón de huesos junto a sus pertenencias que -sentía yo- nos miraban a los ojos."
-Sé que todo partió con un artículo periodístico, pero ¿en qué momento pasó de ser un artículo a un libro?
-Creo que desde el primer día que me conecté con la historia de Julio Riquelme Ramírez, leyendo una nota breve en las páginas regionales de La Tercera, sentí que el artículo periodístico que probablemente escribiría para la Revista del Domingo de El Mercurio era el comienzo de una historia de mayor aliento, de un libro que contara la historia de un hombre que había estado casi medio siglo tirado en el desierto de Atacama, sin que nadie se inquietara por su misteriosa desaparición en el verano de 1956.
-¿Y en qué momento de la escritura el libro se convierte en una crónica sobre las relaciones familiares y los sentimientos de los hijos respecto de a sus padres? El empampado Riquelme es como una suerte de "carta al padre" o un mensaje a un familiar desaparecido.
-La primera noticia que leí de Riquelme no fue cuando lo encontraron, sino cuando el hijo que vive en Iquique, Ernesto, reconoce en Antofagasta que todos los objetos que alguien dejó dentro de un sobre en el baño del aeropuerto Cerro Moreno eran de su padre: tarjetas de bautizo, su carnet de identidad, un carnet del Partido Radical, su carnet del Club Deportivo Progreso, manojos de llaves, una lapicera Parker, anteojos para leer, billetes de la época. Ahora que miro hacia atrás, agradezco que ese haya sido mi primer contacto con la historia. Desde el inicio, vi en la historia de Riquelme lo que tú señalas: fracturas familiares, silencios y ausencias de casi medio siglo, un duelo nunca asumido.
Perdido
En una época en que las librerías y ferias del libro independientes se han mimetizado con la cultura Instagram (es decir, mucha foto de libros en redes sociales, mucha "literatura boutique", libros que parecen publicados para ser mostrados antes que leídos), una librería como Lolita parece, a primeras, una isla. Lo cual por supuesto es bueno: uno entra a este local, ubicado a un costado del Club Providencia, y es muy probable que el mismo Mouat esté detrás del mesón principal.
Lolita, asimismo funciona como sello literario: luego de El Empampado Riquelme, dice Mouat, se publicará una nueva edición del libro de conversaciones con nueve poetas chilenos de Juan Andrés Piña. Diálogos con nombres como Nicanor Parra, Enrique Lihn, Gonzalo Rojas, Eduardo Anguita, Armando Uribe y Oscar Hahn, así como Claudio Bertoni, Raúl Zurita y Gonzalo Millán.
"Más que diferenciarnos de otras librerías", comenta Mouat sobre el espíritu tras Lolita, "nos interesa ser fieles a nuestras modestas convicciones sobre cómo hacer una librería que nos guste mucho, que tenga carácter, que sea un espacio de encuentro, que levante un catálogo atractivo para quienes nos visitan y que por supuesto venda lo suficiente para asegurar que todo eso que soñamos que sea la librería pueda ocurrir sin angustia". Y luego agrega: "Afortunadamente, vamos a cumplir cuatro años de vida y desde el día uno Lolita ha contado con el apoyo de mucha gente que la considera una buena librería, la quiere y la valora. ¿Qué más podríamos querer?"
-¿Por qué crees que El empampado Riquelme sigue resonando? En estas nueva edición se agregan emails y mensajes que te ha mandado una cantidad impresionante de lectores y lectoras.
-No sé, es difícil aventurar un juicio sobre por qué ciertos lectores conectan con esta historia. Imagino que se puede leer en distintas claves: como una exploración de los complejos lazos familiares, como un policial, como un libro del desierto, o como la historia de un desaparecido de los años cincuenta que vuelve a aparecer para recordarnos que no hay hueso que no tenga una historia viva que contar.
-¿Sigues en contacto con algún familiar del empampado?
-Con el único familiar con quien mantuve contacto fue con su hijo Ernesto. En los primeros años posteriores a la edición de 2001, intercambiamos incluso tarjetas de navidad y participamos en una presentación del libro en Antofagasta y en una función de teatro de marionetas, exclusiva para la familia de Riquelme, que hizo el actor Víctor Quiroga en uno de los hoteles Terrado de Iquique. Después, el paso de los años nos fue distanciando. La última vez que lo vi creo que fue en 2015. Conservo de Ernesto Riquelme los mejores recuerdos.
-Por último, como buen futbolero: ¿qué te ha parecido este mundial?
-Vi muy poco de la primera fase, y recién en cuartos de final pude concentrarme en algunos partidos. Me gustó que quedaran fuera los de siempre, y con justicia, además. Lo de Argentina era esperable, creo. Nada bueno puede resultar de una federación mafiosa, un entrenador fuera de sí y un plantel donde no tienen idea de lo que es formar un equipo. Sí me sorprendió la eliminación temprana de Alemania, y Brasil pudo perfectamente estar entre los cuatro mejores si no se hubiera cruzado con Bélgica, que le hizo un partidazo. Francia ha hecho méritos para levantar la Copa.