Un Oscar para el mundo: la batalla de las películas extranjeras

La estatuilla que logró Chile por Una mujer fantástica en 2017, y a la que ahora aspira Y de pronto el amanecer de Caiozzi, tuvo 90 filmes en competencia el año pasado. El lunes vence el plazo para que cada país presente sus canditadas, pero con facilidad asoman como favoritas la mexicana Roma y la japonesa Shoplifters.


Tal vez el rating televisivo de los premios Oscar está en picada irremontable en Estados Unidos, pero el hambre del resto del mundo por tener su candidata en la ceremonia del Kodak Theatre sólo aumenta año a año. En 2017 la lista de postulaciones llegó a un récord de 92 largometrajes y, consecuentemente, la elección se hizo más difícil que nunca. En ese escenario ultra competitivo Chile salió campeón, y Una mujer fantástica fue la primera producción local en tener un Oscar.

Este año es evidente que nuestro país enfrenta un panorama más complejo: Y de pronto el amanecer (2018) de Silvio Caiozzi no ha tenido la exposición internacional del trabajo de Sebastián Lelio, pero además la calidad y variedad de las postulantes parece superior. Hasta ahora hay 78 nominadas por sus países de origen, aunque el plazo vence este lunes 1 de octubre y quedan por postular naciones como China o Irlanda.

Tras el cierre del plazo, la Academia de Hollywood entra a un proceso de filtro y a mediados de diciembre se da a conocer una lista de 9 preseleccionadas. Luego, a fines de enero, se conocen las cinco nominadas junto a los filmes del resto de las categorías.

La gran favorita al Oscar a Mejor película extranjera hasta el momento es la mexicana Roma, cinta de Alfonso Cuarón que hace unas semanas se llevó el León de Oro en el Festival de Venecia. En el portal de apuestas de críticos Gold Derby, Roma incluso lidera las preferencias a Mejor película, seguida de El primer hombre en la luna de Damien Chazelle y Nace una estrella de Bradley Cooper.

Rodada en blanco y negro en Ciudad de México, Roma es una recreación nostálgica y autobiográfica de una familia de clase media-alta en los años 70. Todo transcurre en el barrio (en México se llaman colonias) de Roma en el DF, entre 1970 y 1971. La película exhibe los cambios del país, de la familia, de los chicos, pero antes y sobre todo, de Cleo (Yalitza Aparicio), la empleada de origen indígena de la casa.

La crítica le ha rendido un tributo en general unánime a la obra de Cuarón, afirmando de paso el lugar de Netflix en el cine mundial: son los productores y se programa un estreno global (incluyendo Chile) para diciembre de este año.

La otra familia

Si no fuera por Roma, la disputa por la Mejor película extranjera estaría desatada entre la japonesa Shoplifters y la polaca Guerra fría, dos filmes que este año se llevaron respectivamente la Palma de Oro y el Premio a Mejor director en Cannes. Ambos además estuvieron en el pasado Sanfic y en el caso de Guerra fría se espera su llegada a salas comerciales antes de fin de año.

Shoplifters es la nueva película de Hirokazu Kore-eda, el cineasta japonés más presente en los festivales desde los tiempos de Takeshi Kitano. Comparte con el mexicano Cuarón una sensibilidad por los retratos familiares, así como un innato sentido del melodrama. En Shoplifters lo que cuenta es la historia del clan de los Shibata, quienes no pueden llegar a fin de mes por los medios tradicionales y optan por el hurto en supermercados y boliches.

Una niña y una abuela son el corazón de un filme que en otras manos hubiera terminado como chapucería lacrimógena, pero que acá estremece con nobleza y dignidad.

Guerra fría, del polaco Pawel Pawlikowski, es en blanco y negro como Roma, pero no es melodrama. Es una inmensa tragedia de amor. La protagonizan un pianista y una cantante que poco después de la Segunda Guerra Mundial establecen su lazo afectivo en la Polonia del bloque comunista. Al músico no le gusta el régimen y se transforma en disidente en París. Ella, que nunca tiene nada claro en la vida, va en su búsqueda, pero parte de su alma aún sigue en Polonia. No pueden vivir ni juntos ni separados y todo tiene cara de mal final en la cinta del ganador del Oscar extranjero 2015 por Ida.

A Bélgica y El Líbano pertenecen otras dos cintas premiadas en Cannes, pero que esta vez apelan a las minorías sexuales y a los refugiados. Girl, del debutante Lukas Dhont, ganó la Cámara de Oro y es la compleja vida de Lara, una adolescente en cuerpo de hombre que se pasea por la calles de Bruselas con la intención de convertirse en bailarina y cambiarse de sexo. La libanesa Capernaum, en tanto, le significó el Premio del Jurado a Nadine Labaki, que pone su cámara en las calles más pobres y urgentes de Beirut, donde dos niños sirios viven bajo la ley del más fuerte.

La apuesta sudamericana es liderada por la argentina El ángel y la paraguaya Las herederas. La primera, exhibida en agosto en Chile, es la ficcionalización de la vida delictual de Carlos Robledo Puch, asesino serial bonaerense de principios de los 70 que se hizo conocido por su sangre fría y su buena pinta. La dirige Luis Ortega, quien también la llevó a Cannes, donde en general la crítica la aplaudió.

Las herederas de Marcelo Martinessi es un caso raro: pertenece a Paraguay, país que casi no tiene tradición cinematográfica, pero ganó un merecido Oso de Plata a Mejor actriz en Berlín por la personificación de Ana Brun. Ella es Chela, una mujer madura que convive junto a su pareja Chiquita, y que debe salir a manejar una especie de taxi para señoras ricas cuando su propia fortuna merma.

Colombia, en tanto, apuesta en esta ocasión por Pájaros de verano, dirigida por Ciro Guerra (el mismo de El abrazo de la serpiente, que compitió hace dos años por el Oscar extranjero) y Cristina Gallego. Tal vez es la más novedosa de todas las latinoamericanas del año, y cuenta una misma historia a través de dos estilos cinematográficos. Lo que narra es la destrucción de las comunidades indígenas a partir del tráfico de drogas en los años 70 y mientras Guerra ocupa su cámara contemplativa, Gallego aplica los mecanismos clásicos del cine americano.

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