Un joven empresario acaba de golpear a su esposa. Le dice que se deje de patrañas y que olvide aquel caso que lo vinculó con dos prostitutas, a las que también maniató. Es un tipo intolerable e intolerante para los estándares de la sociedad escandinava. Hasta que llega, tras previo apagón eléctrico, una chica que viste de negro, usa piercings y le dice al abusador de mujeres que termine con su juego. Lo cuelga del techo, le hackea su cuenta bancaria en dos segundos y transfiere todo su dinero a su esposa (y al par de prostitutas). Luego se despide, no si antes propinarle una descarga eléctrica en sus genitales con su pistola de corriente.
Probablemente aquel industrial jamás volverá a mirar a las mujeres bajo el hombro en la película La chica en la telaraña (2018). En la nueva cinta basada en la popular saga literaria Millennium, todo se trata más o menos de eso: ninguna mujer toca el segundo violín en la fila. Inspirada en el libro Lo que no te mata te hace más fuerte del sueco David Lagercrantz, el cuarto en la serie creada por su compatriota Stieg Larsson (1954-2004), la película tuvo su estreno en el Festival de Roma y en Chile entrará a salas el próximo jueves 15 de noviembre.
Además de aquella característica de super heroína en defensa de las mujeres, quizás lo que más ha llamado la atención en el nuevo capítulo fílmico de la serie es la escasa importancia del personaje del periodista Mikael Blomqvist en comparación a las anteriores películas. Es, por lo demás, un paso obvio en la agenda acorde a los tiempos del movimiento #MeToo de la cinta del uruguayo Fede Alvarez.
Recordemos: tanto en las tres películas realizadas en Suecia con la actriz Noomi Rapace y en la producida en Hollywood con Rooney Mara, Blomqvist tenía una relevancia sólo ligeramente inferior. En la trilogía sueca el reportero de investigación estuvo a cargo del fallecido Michael Nyqvist, mientras en el filme de David Fincher era Daniel Craig, el actual James Bond.
Pero para presentar La chica en la telaraña conviene hacer algo de historia y recordar qué la precede. A pesar de ser respaldada por Sony Pictures y estar producida por Scott Rudin, los mismos de La chica del dragón tatuado de David Fincher, la cinta se desmarca de aquel filme del 2011. Para empezar, no se basa en el segundo volumen de la serie, sino que salta al cuarto. En segundo lugar, está pensado como un "reboot", es decir una "reimaginación" de la historia de Lisbeth Salander.
En términos más simples, es como empezar otra vez de cero, olvidándose que alguna vez existió una Lisbeth Salander encarnada por Rooney Mara. Sin embargo, también hace borrón y cuenta nueva con la que es tal vez la mejor de todas las Salander: la que hizo la sueca Noomi Rapace en la trilogía escandinava formada por Los hombres que no amaban a las mujeres, La reina en el palacio de las corrientes de aire y La chica que soñaba con un fósforo y un bidón de gasolina, todas del año 2009. Dirigidas entre el danés Niels Arden Oplev y y el sueco Daniel Alfredson, aquellas películas no sólo conservaron el título original de las novelas de Stieg Larsson, sino que también permanecieron mucho más fiel al espíritu de ellas
En ese contexto, La chica en la telaraña es otra cosa. No sólo es un signo de los tiempos pro-feministas, sino que además está más cerca del modelo de acción de Hollywood que del sugestivo noir escandinavo. Todo sigue transcurriendo en Suecia y los actores hablan con acento nórdico, pero ahora Estados Unidos entra al baile. La historia, sin ir más lejos, parte cuando un ex funcionario de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos insta a Salander a hackear un programa que contiene las claves para todos los arsenales nucleares del mundo y que según él no debería estar en manos del gobierno estadounidense.
Lisbeth, que es aún mas diestra con la internet y los computadores que antes, va tras la pista del programa, pero en el camino se encuentra con su némesis: Camilla (Sylvia Hoeks), su hermana melliza y líder de una organización de cibercrimen. Durante años, Lisbeth ha evitado hablar de ella y no ha querido contactarla, pero la hora de la verdad ha llegado.
Cómo la película tiene ahora una agenda más pro americana (y un evidente rechazo a los rusos), aparece otro agente de la NSA (Lakeith Stanfield) con el que Salander tendrá que aprender a entenderse bien si es que quiere salir bien parada de este entuerto.