Los grandes teatros suelen cargar con lo bueno y malo de ser los niños nuevos del barrio. Pasó con la Ópera de Sidney, que tardó 17 años en construirse y aún se recuerda como un escándalo. Se dijo que era "un proyecto insensato, demasiado expresivo, gestual y poco definido en aspectos técnicos", y sin embargo hoy sería difícil imaginar la gran ciudad australiana sin el edificio diseñado por el arquitecto danés Jorn Utzon, que además fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007. Guardando las proporciones, el caso del Teatro Biobío de Concepción (TBB) es similar en varios aspectos: la idea inicial surgió en 1994, y solo en marzo de este año abrió sus puertas la imponente construcción de 9.800 metros cuadrados, con un diseño vanguardista a cargo de Smiljan Radic.
Emplazado frente al río Biobío, donde antiguamente estaba el terminal ferroviario de la ciudad y que hoy la divide en dos, el edificio es una verdadera caja de luz gracias a la instalación de Iván Navarro, que lo recorre de arriba a abajo. De día, en tanto, la fachada de tela blanca esconde lo que sucede en su interior. El propio arquitecto chileno ha salido a defender su diseño, que aún carga con apodos como "feo" y "mamotreto", hasta el más popular entre los penquistas: "la caja de zapatillas". Radic, por su parte, ha recalcado que su propuesta es la de un "teatro embalado" y que "envuelve la cultura". Así y todo, el TBB fue nominado al Premio Beazley Designs of The Year del Museo del Diseño de Londres, que anualmente distingue piezas arquitectónicas de todo el mundo.
Otra bola de nieve que tarde o temprano iba a caer, es lo que ocurre a nivel del directorio. Presidido por Igor Concha, de la U. del Biobío y compuesto por 36 autoridades políticas y socios de distintas instituciones de la zona, de un lado están los que velaban por el antiguo proyecto del Teatro Pencopolitano, que iba a ser diseñado por Borja Huidobro y que fue desechado por su excesivo costo. Y del otro, los que celebraron el diseño de Radic y la iniciativa que finalmente dio lugar al Teatro Biobío. Los primeros apostaban a levantar un espacio más parecido al Municipal de Stgo. y el Teatro del Lago, con temporadas estables de ópera y ballet, y no uno como el GAM, más enfocado en teatro y danza contemporánea, y que en parte ha sido el sello curatorial que ha impreso Francisca Peró, directora ejecutiva del TBB desde marzo del año pasado y ex coordinadora de programación del GAM.
"Hay mucha pasión comprometida en este proyecto, y vale recalcar que sus orígenes son totalmente ciudadanos", comenta la actriz y gestora en su oficina en el teatro, con vista al río. "Es importante que haya una mirada en general no solo a los directorios, sino en comprender que este teatro es un proyecto que funciona. Por tanto, la responsabilidad de este directorio y de cualquier otro que maneje una institución cultural es proteger que los espacios no sean presos de ningún caudillismo político ni de ningún gobierno de turno, para que así cumplan la misión por la que fueron creados", agrega.
En su primer año, el TBB contaría con un presupuesto cercano a los $ 1.200 millones, de los cuales "$ 661 provienen del Ministerio de las Culturas y los otros $ 514 del Gobierno Regional", dice la directora. "Pero no nos han transferido aún $ 257 millones. Proyectamos generar de aquí a fin de año un 8 % de ingresos propios y, mirando otros ejemplos del país, apostar por una proporción de 90 a 10, donde ese 10 % corresponde a ingresos nuestros y el resto por concepto de aportes públicos", añade.
Buen despegue
A casi 9 meses de su apertura, por sus dos salas -una principal y con capacidad para 1.200 personas, y otra de cámara para 250- han pasado producciones propias (el montaje de danza teatro Llacolén) y, en mayor número, obras del circuito santiaguino, como el musical Mercury, la leyenda; la versión de Hedda Gabler de Claudia Di Girolamo, en alianza con el GAM, y La dictadura de lo cool de La Re-Sentida. También el Ballet de Santiago con Don Quijote, en colaboración con el Municipal de Santiago, y un concierto de Alfredo Perl en agosto recién pasado.
"Matamos varios mitos en pocos meses", afirma Peró. "Primero, decían que esto iba a ser un elefante blanco, y el teatro es blanco pero no un elefante. Tenemos en promedio 22 actividades artísticas mensuales, de martes o miércoles a sábado. Por tanto, generamos una cartelera permanente y que era algo que no ocurría en un solo espacio en Concepción". Otro mito, dice, era que el teatro estaba lejos, y que el público no llegaría: "A la fecha tenemos más de 46 mil espectadores, y el GAM tuvo 55 mil en su primer año. Y, por último, decían que la gente no iba a comprar entradas a menos que tuviéramos una boletería física en el centro de la ciudad, y el 70% del público las compra online", agrega.
Acaba de culminar el Festival Internacional de Danza Contemporánea Loft Doce, que reunió a 20 elencos locales y ofreció una serie de actividades gratuitas al público. Este miércoles 28, en tanto, llegarán a Concepción los Contadores Auditores con su exitoso musical Morir de amor. "Es parte de nuestra línea que el acceso sea gratuito. Un 48 % de nuestro público accede a esas actividades sin costo, y es algo que queremos mantener para el próximo año", señala Peró. "Estamos construyendo una línea, pues estamos aprendiendo, y sería irresponsable decir que el primer, segundo o tercer año vamos a poder tener una ópera o conseguir rápidamente un auspiciador, que es una de nuestra metas para el 2019. No es que excluyamos la ópera, sino que debemos recorrer un camino antes de llegar a ella. Además, de momento no está entre nuestras opciones económicas. Pero haber tenido aquí un estreno del GAM o al Ballet de Santiago es un lujo, y nos gustaría poder ir nosotros a Santiago y que nuestros artistas empiecen a generar esos lazos e intercambios con otros artistas", agrega.
Para su primer aniversario, en marzo próximo, el TBB estrenará su segunda producción, 27F, un montaje de teatro documental que estará a cargo de la compañía La Laura Palmer (Hija de tigre) y cuyo elenco será integrado tanto por actores profesionales como por ciudadanos locales que contarán sus experiencias en torno al terremoto que azotó al país en 2010.