Hay un cierto lenguaje universal que sobrepasa la música en el recinto. Tampoco tiene que ver con que Day6 hable en coreano y su público en español. Es una dinámica que nos dice que, por la euforia, estamos en un concierto de K-pop.
El fanatismo es inmenso y el entusiasmo supera la elevada temperatura del lugar. Day6 se autodenomina una banda diferente, pero su público, totalmente transversal, lo espera con las mismas ganas que otro recital de la industria musical de Corea del Sur, y por eso los reciben como ídolos.
Cuando salen a escena, cerca de 4 mil personas que repletan el Caupolicán les gritan sin parar a Jae Park, Young K, Wonpil, Dowoon y Sungjin. Son ensordecedores y duran minutos ininterrumpidos, pero solo lo hacen cuando tienen que hacerlo. Mientras tanto, el grupo surcoreano toca sus mejores temas sin parar entre canción y canción. Todo avanza rápido a pesar de ser un concierto largo.
Suenan bien. Su performance, a diferencia de un grupo más convencional de K-pop, se apoya en la ejecución de los instrumentos en vivo y no en el baile o coreografía. Y Day6 maneja ese arte con la meticulosidad de su perfeccionista ambiente. El público lo siente y canta desenfrenado sin dejar de saltar.
Pero en el momento menos esperado, ese idol interno sale nuevamente a la luz. Entre baterías y guitarras, no solo se dan el tiempo para pedir encarecidamente que den al menos tres pasos atrás para no aplastar a nadie en cancha VIP, también interactúan con el público y les juran amor eterno entre corazones y besos al aire. Lo mejor de dos mundos.
Impresionados por los gritos, dicen varias frases en español. Palabras como "Las amo" y "son hermosas", son gradualmente opacados por su intrínseco sentimiento de que este es un concierto de rock muy desenfrenado. "Esto es muy loco. Ustedes están locos", dice emocionado Jae en inglés más de una vez.
Con temas como "Shoot me", "I wait" y "Dance dance", Day6 muestra lo que son capaces de hacer. En un ambiente más bien íntimo, el grupo acapara todos los espacios con la batería, las guitarras, el teclado y la agitada voz, incluso si su movimiento sobre el escenario no es excesivo.
Y siguen deslumbrando mientras no todo es color de rosas. Se nota que los chicos son perfeccionistas y se preocupan de su presentación en vivo. En un par de ocasiones, le hacen gestos y se acercan a los técnicos para que arreglen algunos problemas con el sonido, percances que son totalmente imperceptibles para el público. Al final, pasan la prueba.
Con más agradecimientos a sus fans, un divertido video que separó el show del encore, un final un poco más pop y el carisma y buena disposición, Day6 se despidió de Chile en medio de papel picado prometiendo volver. El país fue su última parada en Latinoamérica, parte de su primer tour mundial, pero para ellos y sus seguidores, el encuentro es como concretar una relación que a penas comienza.