Podría haber cambiado el rumbo y abandonado la pintura, pero la frustración que Víctor Castillo (1973) sentía en Chile con una carrera que no despegaba lo impulsó a intentarlo en el extranjero. "Me fui apestado de Chile, odiando todo. Llegué a Europa con la sensación de que todo era una mentira, fue una sensación de desilusión tan grande que inventé un personaje inspirado en Pinocchio que sin quererlo fue convirtiéndose en un sello personal", cuenta el artista formado en la UC y ex miembro del colectivo Caja Negra.

A partir del clásico personaje infantil, nacieron sus niños con narices de salchicha y ojos vacíos, un universo perturbador y a la vez atractivo que Castillo ha expandido en los últimos 12 años. "En 2004 llegué a Barcelona a participar en un festival de arte. Lo que pasó fue ridículo, a la semana estaba exponiendo con importantes artistas en un lugar prestigioso. Nadie me preguntó si había estudiado arte, cuál era mi apellido o si tenía dinero. Se me abrió otro mundo. Nunca más volví. ¿Para qué iba a volver?", dice.

Tras cinco años en España, Castillo se trasladó a Los Angeles, California, donde ha desarrollado una exitosa carrera que lo ha llevado a México, Italia, Alemania, Corea del Sur y Estambul.

Hace cuatro años retomó lazos con Chile, luego de que la galerista Isabel Croxatto lo invitara a integrarse a su staff de artistas. Ahora Castillo fue el encargado de inaugurar el nuevo espacio expositivo de la galerista en el Paseo La Pastora. Invisible cage reúne pinturas de gran y mediano formato en torno a la educación formal. "La jaula invisible es una frase que saqué de una película sobre el Che Guevara, donde él la usaba para referirse al capitalismo como una ilusión que te atrapa sin que te des cuenta. Eso lo llevé a la sala de clases. Nací en 1973 y me eduqué en dictadura; soy parte de esa generación del miedo", afirma.

Hoy, además, inaugura un mural en la sala Gasco, dentro de la muestra colectiva Postrauma, donde comparte con Jorge Brantmayer, Catalina González, Joaquín Segura (mexicano) y Angie Saiz, quien oficia de curadora. "En Chile vivimos en un estado de postrauma colectivo y personal", dice Saiz. "Hay síntomas latentes, está el ocultamiento de la verdad, la evasión colectiva a través del consumo y la indolencia frente al sufrimiento ajeno. La imagen de Castillo es un mural que emula e ironiza un test de Roscharch, ese sistema de análisis sicológico que fue tan popular en los 80 y que diagnosticaba traumas", agrega.

Mercado y convicción

Colores llamativos en escenas que se inspiran en la animación y el arte callejero, esas son las claves del trabajo del pintor que a menudo ha sido asociado al movimiento Lowbrow, nacido en los 70 en California desde la cultura under y animado de sátira y humor. "Hasta ahora me he movido en una escena internacional, blanca y gringa, pero me gustaría acercarme más al arte chicano, al circuito de inmigrantes que es un mundo que me atrae y me identifica más", agrega el artista, quien en enero pintará un mural en el Museo de Arte de Chiloé para celebrar sus 10 años.

Este año junto al cineasta Matías Rivera produjo el corto animado Hollywood Dreams, inspirado en su universo y en 2019 será uno de los artistas que diseñarán un juguete para la empresa Kidrobot. Aunque define su trabajo como un crítica al capitalismo, no tiene problemas para vender su obra en el mercado. "Creo que todos tenemos derecho a vivir de nuestro trabajo. Además nunca he transado mi independencia artística. No quiero hacer obras hiperconceptuales e hiperaburridas que nadie entiende. Me fui de Chile arrancando de esa idea, de los teóricos y sus plataformas de poder. Yo no le diría a nadie que no estudie arte, pero le diría que no se lo tomaran muy en serio, Las escuelas son muy peligrosas para la originalidad", concluye.

Exposiciones

Postrauma, desde hoy en Sala Gasco (Santo Domingo 1061, de lu. a vi. de 9.00 a 17.00 h). Invisible cage, hasta el domingo 30 en galería Isabel Croxatto (La Pastora, 138-B, Metro El Golf. Para visitas escribir a: contacto@isabelcroxattogaleria.cl).