Escena uno. Samuel León tiene diez años en 1949. Vive en Santiago y visita parientes en Viña del Mar hasta que una tía le dice que lo llevará a Valparaíso, la ciudad de la cual su abuelo fue alcalde dos veces y donde debió haber nacido si no fuera por el asma de su padre que le obligó emigrar a la capital en busca de aire más seco. Apenas cruzan el límite entre el balneario y el puerto, Samuel se maravilla con un espectáculo que parece sacado de un relato steampunk. El puerto vive los resabios de la era industrial con remache y vapor: funiculares multicolores mal llamados ascensores trepan los cerros; la maestranza ferroviaria y las naves humeantes en la bahía; una línea que transporta carbón desde el muelle Barón hasta la compañía de gas cruzando la ruta a Viña; la plazas del Almendral aún con el señorío de las mansiones aledañas reflejo de las fortunas amasadas medio siglo antes, cuando Valparaíso era recalada obligatoria en el Pacífico y el 10% de la población era británica con el inglés predominando en las callejuelas generalmente sucias y malolientes, un estigma de la ciudad apenas comenzó a poblarse en el siglo XVI.
Escena dos. Samuel León tiene 20 años y es cadete de la Fach. Convence a un par de compañeros para ir de carrete a Valparaíso un fin de semana. La visita coincide con la recalada de una nave de la marina francesa así que el barrio puerto está engalanado, en particular las casas de amor tarifado. Querían conocer Los Siete Espejos, el más legendario de los prostíbulos porteños y el Roland Bar, donde se reunían los marinos extranjeros y una élite intelectual. Según los recuerdos del escritor, "había un ambiente muy relajado, muy cómplices los tipos porque se encontraban haciendo la picardía".
Al poco tiempo su padre muere y Samuel se traslada a Viña para hacerse cargo de la mamá y un hermano. Encuentra trabajo en Valparaíso y se integra rápidamente a un grupo de compañeros de la pega que para el día de pago cumplen el ritual de una buena noche de jarana entre salones de baile, restaurantes y una abundante cartelera de espectáculos y música en vivo donde las vedettes son las estrellas. "Era la chifladura juvenil ir a ver un striptease. No se daba en Chile así no más".
En paralelo, León se inscribe en la escuela de bellas artes y se une a otro grupo con profesores, estudiantes, modelos y profesionales con edades entre los 18 y 70 años. Carreteaban los viernes. "Se daba lo que creo que es la bohemia, estas conversaciones sobre la vida misma. Hablábamos de todo menos de fútbol, el amor, el desamor, la literatura, el cine, el trabajo, la ciudad, las vivencias. Era lo que nos unía en conversaciones inagotables y en un clima muy grato".
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"Consistía en rodear el planeta con satélites capaces de detectar los pasos de un caminante o el beso de una pareja de enamorados en una calle de Valparaíso (...)"
François Mitterrand
Valparaíso vivía en los 60 los descuentos de la fiesta y la parranda que habían hecho famosa a la ciudad, citada incontables veces en la literatura, el cine y la música. Solo queda algo más de una década hasta que el golpe de Estado acabe definitivamente con una era que Samuel León rescata en un nuevo libro titulado La bohemia de medio siglo: la noche porteña 1959-1969, que se suma a otros títulos de cuidadas ediciones con excelente material fotográfico como Los antiguos hoteles del puerto de Valparaíso (2008) y Valparaíso sobre rieles (2009) pertenecientes a la colección Valparaisología, el rótulo que define sus investigaciones donde hace eco del glorioso pasado cosmopolita de la ciudad sin engrupirse de más. La Valparaisología le ha enseñado a León ciertas peculiaridades del porteño que suele proclamar orgulloso su origen aunque rara vez conoce la urbe más allá del cerro donde nació y se crió.
El investigador indaga en aquella década cuando la ciudad ya estaba notoriamente empobrecida, pero aún vigorosa para disfrutar de la noche con una fauna social diversa en unos cruces de clases hoy imposibles. "Un ambiente entre modesto, muy sencillo, ingenuo, carnavalesco, muy solidario. Curioso entrar a la Caverna del Diablo en pleno barrio Puerto donde en una mesa había ejecutivos de navieras y bancos y en la otra mesa los estibadores. Se convivía sin rivalidades".
En un circuito que además complementaban pijes de Viña y Santiago en busca de aventuras, ministros de estado, figuras de la Guerra Fría como el canciller alemán Willy Brandt que anduvo por el recordado American Bar, y una delincuencia que para Samuel León "era más ingeniosa que perversa", la bohemia porteña nació según el libro en un punto intermedio entre los barrios Puerto y El Almendral: la plaza Aníbal Pinto en un par de locales centenarios que aún sobreviven dignamente como el Cinzano (1896) y el Pajarito (1895).
La investigación, ilustrada con archivos de imágenes del autor y algunas tomadas por el legendario Sergio Larraín en 1963, captando escenas medio a la mala en lugares como Los Siete Espejos según contó el propio fotógrafo a León, observa que los establecimientos del sector puerto tendían a los nombres "europeizados y agringados" como Royal, Black and White, Riquet, Torino, Rolfs, London, Scandinavian, Bounot, etc, mientras El Almendral era más desenfadado y criollo en los bares "Mejor Se Está Aquí Que En La Esquina", "La Copucha", "Que Te Resbaláis Peralta" y "El Zorro Rubio", y los restaurantes "Los Cachetones" y el "Sin Guata".
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Un atardecer de 1958 un automotor rumbo al puerto se detiene en Caleta Portales. A bordo Alain Jaubert, un francés de 18 años que ha recalado por 30 horas como sobrecargo de un buque, observa una escena que nunca olvidará: sentados en una roca un perro grande y otro chico miran la puesta de sol. Pasa el tiempo y Jaubert se convierte en un reconocido autor, periodista y realizador audiovisual. Entre varios libros publica Val Paradis (2004), una exitosa novela que rememora aquella visita a Valparaíso junto a un amigo. "Una noche de locura (...) confidencias, reuniones, fiestas y banquetes. Noche de calor donde dos jóvenes dan su corazón a la alegría y saborean un festín inolvidable", resume una reseña en agoravox.fr.
En aquel libro Samuel León fue "asesor de groserías" a pedido de Jaubert, quien había regresado al puerto el año 2000 aprovechando una invitación como jurado a un festival en Santiago. Samuel le acompañó en ese regreso a lo que ya era un barrio fantasma. "Lo que vio de Valpo y lo que se le quedó en la memoria fue algo así como esos chispazos que a veces se dan en la vida, que se conoce alguna chica y hay una especie de enamoramiento intenso. La vida sigue su curso, estudias, trabajas, te casas, tienes hijos, pero te quedó la imagen de esa mujer, de esa ilusión, de una fantasía que produce una iluminación dentro de uno. Alain venía muy preparado para verla envejecida. Fuimos al Roland Bar donde solo había una pandereta sucia, rayada. Se quedó en silencio seguramente rearmando sus recuerdos".
Ese encuentro inoculó en Samuel León la idea de ahondar en aquella época irrepetible, en el canto del cisne de la bohemia de Valparaíso hace medio siglo de la cual fue testigo directo. Como describe en el prólogo "eran las horas sin límites de conversación en torno a la vida entre mujeres y hombres, jóvenes y no tan jóvenes. Era la inextinguible curiosidad por descubrir sensaciones, imágenes y placeres en aquellas expediciones nocturnas por los cabarets donde tantas veces se alzaba trasnochada la esbeltez o donde fluía la sensación vital de eternidad. Las apariciones envalentonadas y cómplices por los salones de algún burdel, para quedar envueltos en la pasión fluorescente de alguna mujer que con su luz de astro dulce nos hacía sentir que la vida no tendría fin".
* La bohemia de medio siglo: la noche porteña 1959-1969. Disponible en café Valparaisología, palacio Lyon Condell 1546, Valparaíso.
https://www.youtube.com/watch?v=hLhGGGaVFHk