La historia de King Crimson es como una gota que cae sobre el agua y expande las ondas hacia todas las direcciones posibles. Aparecidos en 1969, su ecuación creativa se levantó sobre una diversidad de fórmulas que luego sirvieron de influjo para el rock progresivo, la música experimental, el jazz rock, el heavy metal, el art rock y el sonido industrial, además de formar a una serie de instrumentistas que con el curso de los años protagonizaron capítulos rutilantes en el cancionero popular del último medio siglo. Pocos grupos tienen un historial tan vasto e inclasificable.
Y quizás por lo mismo, pocos nombres han sido tan esperados en los últimos años por la audiencia local que integra el siempre sólido culto hacia los géneros de vanguardia. Un cara a cara que ya tiene coordenadas resueltas: según anuncia la productora The FanLab -y tal como adelantó Culto en enero- los ingleses debutarán el sábado 12 de octubre en el Movistar Arena.
Y no sólo será uno de los eventos más estelares del segundo semestre; el propio conjunto trae la celebración de sus 50 años, iniciados con el estreno de su primer trabajo, el fundamental In the court of the Crimson King (1969), pieza que marcó el amanecer del rock progresivo, el despegue de su era dorada en compañía de coetáneos como Pink Floyd, Yes o Genesis.
Un álbum que también funciona como su declaración de principios, abriendo con el clásico 21st century schizoid man, lleno de acelerados cambios de ritmo, una voz sicótica y una letra que retrata la sangrienta guerra de Vietnam, pero que fácil se puede aplicar a las turbulencias actuales del planeta; y siguiendo con un contrapunto absoluto, I talk to the wind, un tema que supone la calma luego de la tempestad, una grácil sinfonía sustentada en flautas, clarinetes y la voz de Greg Lake, figura de sus primeros años y luego parte de Emerson, Lake & Palmer.
De la formación de sus orígenes sólo sobrevive el compositor y guitarrista Robert Fripp, símbolo absoluto de King Crimson y que ya estuvo en el país en su faceta en solitario, cuando en 2004 animó la primera visita del espectáculo G3 junto a Joe Satriani y Steve Vai.
Eso sí, la historia de los británicos es rica en miembros que entran y salen de sus filas, por lo que el resto del elenco también se impone por trayectoria. Ahí están el bajista Tony Levin, viejo conocido de la cartelera nacional y también colaborador de John Lennon, Lou Reed y David Bowie; el saxofonista y sesionista Mel Collins, parte de los Crimson en su mejor época en los 70 y quien también participó en discos de The Rolling Stones y Dire Straits; el guitarrista Jakko Jakszyk y el tecladista Bill Rieflin, de militancia más reciente, sumados a la agrupación en 2013; y tres bateristas, Gavin Harrison, Pat Mastelotto y Jeremy Stacey.
Un triunvirato
La inclusión de tres percusionistas es el gran atractivo de la performance del grupo en los últimos años, lo que demuestra su voluminosa puesta en escena y la complejidad rítmica de sus creaciones. Las tres baterías -un festín de toms, platillos, címbalos, doble pedal- adquieren un papel protagónico y se ubican en la parte delantera del escenario, en primera línea, dejando al resto de la banda en una tarima elevada en la zona trasera.
Según señalan las reseñas de sus presentaciones de 2018, la apuesta escénica genera un efecto envolvente, pesado, agresivo pero exuberante en detalles, donde los silencios se van interponiendo al ruido. El grupo repasa gran parte de sus etapas, aunque esta vez estarán concentrados en ese debut de 1969 que luego dio paso a otras obras cumbres, como In the wake of Poseidon (1970), Lizard (1970) y Larks' tongues in aspic (1973).
Las entradas para su paso por el Movistar Arena salen a la venta este viernes 29 desde las 11.00 horas, en Puntoticket, tiendas Hites, Cinemark, centros habilitados en el Teatro Oriente y en Puntoticket store. Los precios van de $29.000 (tribuna) hasta $170.000 (diamante).