Poco importa que sea día hábil si el público mayoritario no pertenece al mercado laboral. Pasado el mediodía, el Parque O'Higgins comienza a llenarse de miles de jóvenes y adolescentes que repletan los tradicionales accesos de las calles Viel y Tupper, para disfrutar desde el arranque el primero de los tres días de Lollapalooza 2019, con un menú especialmente confeccionado para ellos.

Encontrar a alguien mayor de 30 años es prácticamente imposible: escolares y universitarios empiezan a repartirse desde temprano por los diversos sectores que ofrece el evento, que este año se ve más grande e inabarcable que nunca (con ocho nuevas héctareas, en su mayoría para producción). El tercer acceso de calle Rondizzoni, otra de las innovaciones de esta novena versión del festival en Chile, funciona con fluidez y como puerta de entrada directa a un circuito alternativo e inédito, que comienza con los remozados Kidzapalooza y Aldea Verde Stage (éste último con una parrilla más estelar), ahora ubicados en el extremo sur del parque.

Bajo un fuerte sol -aunque un poco más benevolente que en años anteriores-, las encargadas de abrir la fiesta son las chilenas Frank's White Canvas. Miles de asistentes respondieron a su rock de altos decibeles para luego trasladarse al otro escenario central, donde a las 13.15 horas los franceses The Inspector Cluzo encendían el ambiente en los primeros minutos, en paralelo a las presentaciones de los nacionales Playa Gótica y Bronko Yotte en el escenario Acer.

Pero si hubo un protagonista indiscutido en el arranque del noveno Lolla ese fue el trap, a estas alturas, más que un ritmo de moda, un lenguaje común para la generación centennial. Primero con Drefquila, la estrella en acenso del género en Chile -con un escenario Lotus que le quedó chico-, y más tarde con el español Kidd Keo (en un Movistar Arena prácticamente lleno) y el brasileño Kevinho. Una saga coronada por el argentino Paulo Londra, a las 20.30 horas, otro de los platos fuertes de la jornada. La apuesta, inédita en la cita, fue exitosa, considerando la simplicidad de sus montajes (con artistas que en su mayoría actúan solos sobre el escenario), en contraposición a su capacidad de convocatoria.

Le siguió un segmento dedicado a los chilenos en los escenarios centrales. Francisca Valenzuela demostró nuevamente lo transversal de su cancionero y luego Los Tres, en una de sus actuaciones más masivas tras la recuperación de Álvaro Henríquez, cumplieron ante un público que no era el suyo, con un repaso a sus grandes éxitos e invitados como Pepe Fuentes y María Esther Zamora. A esa misma hora, Ángel Parra, ex guitarrista de los penquistas, se presentaba junto a Los Retornados en un Kidzapalooza de escuálida asistencia.

Ya entrada la tarde, la audiencia luce más cercana a las 80 mil personas (por día) en que la producción cifró la asistencia al evento, y los traslados desde la Aldea Verde a los escenarios principales comienza a volverse más dificultosos. A las 17.00 horas los británicos Snow Patrol lograron unir a las masas con un festival aparte de selfies e historias de Instagram -parte de la dinámica histórica de la cita- y luego el brasileño Caetano Veloso, el mayor clásico de esta edición, que junto a sus hijos presentó un show en las antípodas: cuatro guitarras y su inconfundible voz, en medio del bosque y sin celulares interfiriendo en la escena.

En paralelo, los estadounidenses Greta Van Fleet, exponentes de un rock calcado al de los años 70, y que la noche anterior repletaron el Teatro Caupolicán en su debut local, confirmaron que nadie queda indiferente a su enérgica propuesta, adorada y odiada a partes iguales. Aunque entre el público sub 30 del festival se impone lo primero, por lejos, con los primeros gritos de "Olé, olé" que sonaron ayer en el evento.

Para el final, el ya habitual cierre del Movistar Arena ante la alta afluencia de público -con gente amontonada en la elipse sin poder ingresar-, donde el norteamericano KSHMR brindó un sorpresivo set que incluyó temas de Los Prisioneros e Illapu. Y luego, el gran tropezón de la velada: Lenny Kravitz alcanzó a cantar apenas dos canciones y, ante los problemas técnicos y de audio, se bajó del escenario. Sólo media hora después pudo volver a escena para rematar con casi una hora extra de presentación, lo que terminó atrasando el debut de Kendrick Lamar. El californiano, la gran estrella de la jornada, cerró la noche en lo alto, con un poderoso espectáculo con su fraseo como único protagonista.