"No hay un lado oscuro de la luna. De hecho, es toda oscura...", son las palabras, que a modo de un comentario ingenioso, cierran no solo la canción "Eclipse", sino la totalidad del álbum The Dark Side of the Moon (1973), el que los expertos coinciden en señalar como el que impulsó la popularidad de Pink Floyd y marcó su paso, de banda experimental, a una con ambiciosa pomposidad de estadios, cuyo punto cúlmine llegará con The Wall (1979).

Musicalmente, es una composición cuya estructura no sigue la construcción tradicional de verso/coro, propio de la canción pop, sino que, a medida que discurre, suma elementos musicales. "Recuerdo que trabajé duro para construirla y así agregar armonías que se unan a medida que avanzas en la canción", comentó el guitarrista David Gilmour a Rolling Stone en 2011. "Porque no hay nada, no hay coros, no hay octava en el medio, solo hay una lista. Entonces, cada cuatro líneas haremos algo diferente".

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David Gilmour.[/caption]

La pieza se comprende al escuchar el elepé al completo. Se trata del punto final. El último párrafo. El cierre de un álbum que se diseñó como una gran pieza sonora. "Era un disco de canciones que podía escucharse como una obra integral: una estrategia que obligaba a la sutil diferenciación entre el pop conceptual y el conceptualismo pop", explica el crítico musical argentino, Norberto Cambiasso, en su libro Vendiendo Inglaterra por una libra (2014, Gourmet Musical), cuyo título, como no, hace referencia al clásico largaduración del Genesis de la era Gabriel.

Por lo demás, no faltaban antecedentes para esta forma de comprender los discos. Explica Cambiasso que, desde una mirada más pop, trabajos como el Tommy (1969), de los Who o incluso el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (1967), de los Beatles, habían iniciado un interés por la "ópera rock", que en los setenta dio paso a piezas más sofisticadas y conceptuales como Close to the edge (1972), de Yes, Tarkus (1971) de Emerson, Lake & Palmer (1971) y otras tantas. Es decir, lo que propuso Pink Floyd se enmarca en una época en que, un poco al modo de los navegantes del siglo XVI, los músicos exploraron los confines de su espacio sónico.

Es por ello que en la letra de "Eclipse" se vincula con el resto del trabajo. En realidad, no es más que una lista de acciones posibles para el género humano. "All that you touch/ And all that you see/ All that you taste/ All you feel/ And all that you love". Una suerte de recordatorio, un haz de luz para un LP que explora, precisamente, en las inquietudes del hombre promedio inglés a comienzos de esa década. "Alienación, locura ('Speak to me', 'Brain Damage'), paranoia ('On the run'), codicia ('Money'), desidia ('Breathe', 'Time'), violencia y agresión ('Us and them'): las preocupaciones de Roger Waters se leen como un fresco de proporciones bíblicas o, cuanto menos, dantescas", explica Cambiasso.

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Roger Waters.[/caption]

La canción inmediatamente anterior, "Brain Damage", indaga en los efectos de la locura, como una suerte de crónica de un mente convulsa. "The lunatic is on the grass/ Remembering games and daisy chains and laughs/ Got to keep the loonies on the path". Por ello, el cierre ofrece una mirada que resume el disco; aunque tenemos esperanza y podemos hacer mucho, hay un punto en que todo se puede perder. En cierta forma, resulta una metáfora sobre la oscuridad que asola la tierra cuando ocurre un eclipse. "And all that is gone/ And all that's to come/ And everything under the sun is in tune/ But the sun is eclipsed by the moon", se oye mientras los arreglos enmarcan un cierre épico.

Originalmente, la banda pensó en titular al disco Eclipse: A Piece For Assorted Lunatics, pero tiempo después derivó en el nombre final. El material se comenzó a trabajar entre los ensayos y pruebas de sonido del grupo y ya en 1972 probaron algunas de las canciones en vivo. Otras no llegaron al corte final, como "The Travel Sequence", que fue reemplazada por "On the run".

Al final de "Eclipse" se oyen latidos y una narración, al igual que en el track de apertura ("Speak to me/Breathe"). De esta forma, el LP adquiere una suerte de relato elíptico, en que los detalles son claves, de hecho, en el tema final se repiten un par de líneas del primer número ("All your touch/ And all you see"). La voz que pronuncia la frase que suena tras el remate -la mencionamos arriba-, es de Gerry O'Driscoll, el portero de los estudios Abbey Road. Él fue uno de varios que registraron oraciones aleatorias, que suenan a lo largo de la placa -de hecho también se le puede oír en "The great gig in the sky"-. Un poco como para recordarnos que en esa maraña de capas de sintetizadores, delays y máquinas, había humanidad.

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