Con un movimiento rápido de su mano izquierda, Jimi Hendríx hace el símbolo de la paz, mientras que con la derecha, hace sonar las cuerdas de su guitarra eléctrica. Se oyen las últimas notas de "Stepping Stone", y el guitarrista, sin pausas, se lanza a su próximo número. Comienza a tocar una introducción que es reconocida de inmediato por la audiencia que se encuentra esa mañana de agosto en la jornada final del Festival de Woodstock. Y está a punto de presenciar uno de los momentos más icónicos de la década que se acaba.
Hendrix comenzó a tocar "The Star-Spangled Banner", el himno de los EE.UU. Incluida hacia el final del show, el músico se lanza en una frenética y eléctrica versión del cántico nacional, mientras el público lo observa atónito. El guitarrista, como poseído por la melodía, hace gala de todos sus trucos; su dominio de la técnica del hammer-on , su control a placer del feedback, el uso de la barra de trémolo y del pedal Univibe.
"Todo lo que hice fue tocarlo, soy americano", explicó el músico días después en The Dick Cavett Show, consultado el por qué se le ocurrió incluir ese fragmento en su show. "Lo cantábamos en la escuela, retrocedí a los días de mi infancia", agregó.
Cavett, quien le miraba fijo, quiso de inmediato explicar la situación a la audiencia. "Este hombre era de la división 101. Piensen en eso cuando escriban sus feas cartas a él". Se refiere al período en que el músico hizo el servicio militar en la 101º división aerotransportada en Fort Campbell, Kentucky. Un paso por las fuerzas armadas que el artista después recordaría con cierta animadversión, a causa de los castigos físicos a los que fue sometido, y a que de cuando en cuando sus compañeros le escondían su guitarra.
Pero la idea del hombre de "Hey Joe" en Woodstock, no causó mucha gracia. Muchos lo consideraron una deshonra al himno. Más cuando la tensión estaba en el aire. Ese año, 1969, la guerra de Vietnam había llegado a un punto crucial, en que las tropas norteamericanas mostraban una moral cada vez peor, y las ofensivas del año anterior habían dejado un número impresionante de bajas. El gobierno de Richard Nixon -quien asumió en enero de 1969-, al igual que el de su antecesor Lyndon Johnson, debió enfrentar una oleada de manifestaciones contrarias a la intervención estadounidense en el pequeño país de Indochina. De allí, a que la jugada de Hendrix fuese interpretada, por algunos, como una provocación.
Por ello, en la entrevista con Cavett, este quiso profundizar en ese punto. "Cuando mencionaste el himno nacional, tocándolo de manera poco ortodoxa, se te garantiza que de inmediato recibirás cartas odiosas diciendo: '¡Cómo se atreve!'". Hendrix, muy calmado, lo interrumpió. "No era poco ortodoxo. No, pienso que fue bonito, pero esa es mi opinión". Apenas pronunció las palabras, el público en el estudio rompió el silencio con aplausos. El intérprete los miró, e hizo el signo de la paz con la mano derecha.
Aquella vez en White Lake, no era la primera vez que el de Seattle tocaba su particular versión de la canción nacional estadounidense. Los datos disponibles apuntan que fue en un show en marzo de 1968, en la Universidad Clark, en Worcester, Massachusetts, cuando el guitarrista hizo por primera vez ese número. Es decir, para el momento en que hizo vibrar a Woodstock, ya la había incorporado en sus frenéticos espectáculos.
En esa oportunidad, el músico también vivía sus propios días de cambios. Tras el fin de su banda The Experience, formó una nueva agrupación de acompañamiento, a la que llamó Gypsy Sun and Rainbows, en la que participaban Billy Cox (bajo), Larry Lee (guitarra rítmica), Juma Sultan (percusión), Jerry Vélez (percusión) y Mitch Mitchell, su antiguo socio en la Experience, a la batería. Mitch, eso sí, casi le hace pasar un susto pues fue el último de la banda en llegar al show.
Antes de salir a tocar, el guitarrista echó un vistazo al lugar. Se podía ver la enorme explanada que en esos días había recibido a casi 500.000 personas. Pero a esa hora, en la tercera jornada, muchos, cansados, ya se habían retirado. Quedaban eso sí, algunos fanáticos, sentados sobre las montañas de basura repartidas en el sitio. "Hay un montón de gente", le dijo Hendrix a Cox, según detalla David Moskowitz en su su libro The Words and Music of Jimi Hendrix (2010, Praeger). "Están enviando un montón de energía al escenario. Entonces, vamos a tomarla, la absorveremos y se las enviaremos de vuelta". Y eso fue lo que hicieron.
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