No fue una decisión fácil y lo cierto es que la última palabra aún la tienen los mismos elegidos. Este jueves, a eso de las 17 horas, en una sesión inédita el Consejo Nacional de las Culturas, las Artes y el Patrimonio que preside la ministra Consuelo Valdés propuso a los dos especialistas que por primera vez se sumarán al jurado para elegir el Premio Nacional de Artes Plásticas. Se trata de los artistas Mónica Bengoa (1969) e Iván Navarro (1972), quienes tendrían de reemplazantes, si es que alguno rehúsa, a Francisco Brugnoli (1935) y Federico Assler (1929). Lo mismo sucedió con el Premio Nacional de Artes de la Representación y Audiovisuales, para el que ayer se propuso al cineasta Andrés Wood y la académica María de la Luz Hurtado como especialistas. Todos los nombres deben ser ratificados.
Esta es parte de las reformas que se le hicieron al galardón luego de que en 2018 pasara a depender del recién creado Ministerio de las Culturas, las Arte y el Patrimonio y en parte viene a subsanar una de las críticas históricas que se le han hecho al premio en cuanto a no tener un jurado del todo idóneo. Los recién escogidos se sumarán entonces al jurado compuesto por el Rector de la U. de Chile, el último galardonado, un representante de la Academia Chilena de Bellas Artes y otro del Consejo de Rectores.
Y aunque aún no han llegado antecedentes (el plazo es hasta el 31 de agosto), ya hay campañas en marcha y seis candidatos: Lotty Rosenfeld, Juan Domingo Dávila, Ricardo Yrarrázabal, Eduardo Vilches, Alejandro "Mono" González y Ciro Beltrán.
Jubilaciones y méritos
Aun con las modificaciones, hay voces que todavía cuestionan otras aristas del galardón como la escasa difusión que tienen las obras de los ganadores a lo largo de todo Chile o que el incentivo económico sea visto por muchos más como una "jubilación" para creadores "semi-retirados". Uno de ellos es el artista Gonzalo Díaz, quien en 2003 recibió el premio y se convirtió en el primer golpe a la cátedra de un sistema que veía el galardón solo como el reconocimiento a la culminación de una trayectoria. Díaz no solo era bastante más joven que los otros ganadores, tenía 56 años cuando la mayoría rebasaba los 70, sino que contaba con una obra política y a veces demasiado intrincada para llegar a un público transversal.
En ese momento fue él mismo quien cuestionó la distinción al decir que "el Premio Nacional es un reconocimiento, pero también una lápida". Hoy el artista reafirma esos dichos y lanza otra crítica. "Efectivamente es un reconocimiento aunque sea sólo por el título del mismo, no por la obra que sigue siendo conocida muy restringidamente. Lo que sí experimento todos los meses como un regalo infinito es la pensión vitalicia que este honor significa", dispara el artista que apoya públicamente la candidatura de Rosenfeld.
Díaz no está solo en sus juicios. El Premio Nacional de Arte 2007 Guillermo Núñez también los comparte. "La ley dice explícitamente que la obra tiene que ser difundida y eso no se cumple. Don Pablo Burchard fue el primer galardonado y nadie sabe quién es. Es un premio que se da por una cuestión burocrática de dar dinero, pero luego el Estado se desentiende. Creo que hace falta un museo u otro lugar que se dedique a difundir a los Premios Nacionales", dice el pintor que apoya en esta pasada al muralista Mono González. Respecto a las 20 UTM ($ 980 mil) mensuales que recibe por concepto del premio, apunta: "En realidad es una limosna chiquita, para mí no es el mayor incentivo del premio, sino que tu obra tenga una repercusión entre todos los ciudadanos".
Antes estos cuestionamientos, la ministra Consuelo Valdés asegura que ya se está trabajando en una política de difusión: "Lo principal de traspasar los premios al ministerio es que desde la institucionalidad pertinente podemos difundir y educar sobre las obras de nuestros grandes artistas. Este cambio nos permite desarrollar programas nacionales como la itinerancia enfocada en Nemesio Antúnez, publicaciones pedagógicas sobre los Premios Nacionales o la creación de un Plan de Salvaguarda de Archivos de estos artistas. Este año partimos en marzo con la elaboración del inventario del Taller Roca Negra de Federico Assler", cuenta.
Nombres ineludibles
Para la teórica del arte Nelly Richard (quien firmó por Rosenfeld) la repercusión de los premios excede a sus propia capacidad. "Me pregunto por qué los Premios de 'Artes Plásticas' no concentran la atención de los medios ni tampoco generan controversia de alcance nacional como sí lo hacen siempre los Premios de Literatura. Para mí es la nula incidencia que los medios les asignan a las artes visuales en el debate público. Todo queda confinado al funcionamiento institucional o comercial del sistema-arte, museos, galerías, mercado", dice.
Lo mismo opina el académico y decano de la Facultad de Arte de la UC Luis Prato, quien va por Eduardo Vilches: "Desgraciadamente las artes en Chile están muy lejos de nuestro proyecto país, definitivamente no son una prioridad. ¿Cómo esperar que se mejore el concurso o se difunda de mejor manera si en la educación escolar las artes están en un lugar de total olvido?", reflexiona.
En ese sentido Prato también considera clave la existencia de las campañas porque "no se puede esperar que el jurado tenga un conocimiento absoluto de la escena artística y lo idóneo es que existan canales regulares de opinión".
La curadora independiente Inés Ortega Márquez es una de las que lidera la candidatura de Ciro Beltrán (1965), el postulante más joven de la lista. "Partimos de la base que el jurado debería ser sensible a la opinión pública y sobre todo a los actores del sector. En el caso de la campaña de Ciro quisimos abrir un diálogo en torno a los premios. Nos compete a todos poner en cuestión el estado actual de ostracismo, nula transparencia y hegemonía en el que se desarrolla el proceso de selección de los premios", dice.
En el pasado la avanzada edad de los galardonados, incluso cuando ya no estaban plenamente activos, fue también cuestión de debate. "Esos fueron resabios de la dictadura", dice la artista Voluspa Jarpa, "ya que hubo una discontinuidad en el premio que en los últimos 20 años debió ponerse al día con nombres ineludibles, pero en algún momento eso debería superarse. Para mí el premio a Paz Errázuriz era incluso parte de esa deuda".
El director del Museo de Arte Contemporáneo, Francisco Brugnoli firmó por la candidatura del pintor Juan Domingo Dávila, pero no duda en abrir la lista. "Vilches e Yrarrázabal son también buenos nombres, pero para mí hay un gran ausente que es Eduardo Martínez Bonati, que tiene una obra inmensa y que jamás se postularía. Hay tantos, pero no hay que perder de vista que el premio siempre será para artistas con una gran trayectoria y el tema de que también se vea como una compensación económica que colabora en una edad difícil, no me parece nada de malo, es lo justo", concluye.
Los seis candidatos
La obra política de Lotty Rosenfeld está ligada a la performance y al video y es ex miembro del grupo CADA . El pintor Juan Domingo Dávila fue miembro de la Escena de Avanzada y desde 1974 vive en Australia donde desarrolló una destacada carrera. El grabador Eduardo Vilches es reconocido por ser un gran formador de artistas desde su cátedra en la UC. El muralista Alejandro "Mono" González fue parte de la Brigada Ramona Parra y en estos años internacionalizó su obra con el auge del street art. El pintor y ceramista Ricardo Yrarrázbal se ha volcado a los temas del hombre y la sociedad. Ciro Beltrán cruza pintura, performance e instalación y fue parte de la escena de Berlín en los 90.