Jules Epstein es un rico y veterano abogado neoyorquino que lo deja todo y se instala en el Hilton de Tel Aviv. A ese mismo hotel, en Israel, llega una escritora en busca de reinventarse tras una dolorosa separación marital; esta se llama Nicole y en aquel Hilton, de hecho, veraneaba con sus padres. En una selva oscura (Salamandra), la nueva novela de la escritora estadounidense Nicole Krauss, el lector se pasea entre dos narrativas. Eso sí: Jules y Nicole, en apariencia, nunca llegan a tocarse, y para hacer las cosas más interesantes, en un momento un personaje le pide a Nicole que se encargue del legado de Franz Kafka. En lugar de morir en Viena, el autor de El Castillo, al parecer, logró llegar a Israel.
"La novela tiene que ver mucho con el bosque y la noción, o más bien la objeción, de encontrar un camino directo a través del bosque", dice Nicole Krauss, sentada en una banca en Central Park, Nueva York, al teléfono. "El bosque es el lugar de lo desconocido, el misterio, lo opuesto a la ciudad, la cual es la proyección del orden y el diseño humano".
En una selva oscura aparece luego de siete años desde su último libro. Es una novela coral donde explora algunos de sus temas clásicos (identidad y su construcción, el judaísmo, los límites entre realidad y ficción), aunque ahora, también, le agrega uno nuevo: cómo sobrevivir a una crisis adulta. La autora de Llega un hombre (2003) y La historia del amor (2005) hasta hace poco, dice, llevaba una vida entera: estaba casada con otro novelista exitoso (Jonathan Safran Foer), era madre de dos hijos y autora de una obra traducida y celebrada. Hasta que en un momento todo eso cambió, lo cual, claro, también cambió su novela en progreso.
"En un momento me dije: 'Tomaré a un personaje, la llamaré Nicole y le daré todos los trazos principales de mi vida: es escritora, vive en Brooklyn, tiene dos hijos, está en un matrimonio que no prosperará'. Y entonces me dije: 'Ahora exploraré a Nicole a través de la libertad de la literatura, donde siempre es importante tensar las situaciones. Hagamos que algo extraordinario le pase a Nicole".
-Esta novela tiene dos narrativas paralelas. ¿Escribió una luego de la otra o al mismo tiempo?
-Escribí la novela tal como se lee. Todos mis libros han sido iguales. Y la razón de que mis libros estén escritos sin un plan es porque simplemente descubro los personajes y las situaciones como el lector lo hace. Obviamente, hago revisiones y cambios. Pero necesito perderme para encontrar un descubrimiento. Y, además, creo que el lector habría sentido la artificialidad si hubiera escrito una sección completa y luego la otra y hubiera intentado juntarlas.
-Uno de los personajes de esta novela se llama Nicole. De alguna manera esta novela deja la puerta abierta en su narrativa para que salga su vida personal, ¿le parece así?
-Bueno, cuando estás leyendo un libro y realmente te identificas y empatizas con un personaje, ese personaje se convierte en una dimensión tuya. Gracias a la literatura tenemos la posibilidad de expandir la narrativa de nuestras vidas. Y he pensado durante años en la noción del yo como narrativa, como una creación, y he leído mucho sobre eso, comenzando cuando tenía 25 años, escribía mi primera novela y leía a Oliver Sacks. La coherencia de un yo es primordial para el cerebro. Es una historia que nos contamos a nosotros mismos. Por eso siempre cambiamos la realidad, la transformamos en recuerdos para así mantener la coherencia de la narrativa del yo.
-En una selva oscura hay un diálogo entre vida y literatura en el que se recalca que ambos son una convención entre mucha gente; es decir, que ambos son hasta cierto punto ficticios.
-Sí, totalmente. Me interesaba pensar en cómo percibimos en la realidad eso que llamamos "vida" versus "literatura". Y el libro está lleno de ideas al respecto. ¿Por qué las personas creen tontamente en la realidad cuando sabemos muy bien que las leyes de esta realidad son algo así como una ficción que nos permite vivir? Todos sabemos que es algo inventado para hacer que esto sea más creíble. Sabemos que la banca en la que estoy sentada ahora no es sólida, aunque yo la vea sólida. Lo mismo con el dinero. Es una convención en la que todos creemos.
-Esta es una de las últimas novelas que Philip Roth, antes de morir, apoyó ("una novela deslumbrante"). ¿Qué tan cercanos fueron?
-Fuimos amigos por unos 10 años. Él era, por supuesto, uno de los grandes e importantes escritores estadounidenses en mi vida. En parte porque lo he estado leyendo durante mucho tiempo. Y pese a que había tantas cosas que eran lejanas de su literatura para mí, había otras cosas en su escritura que me llegaban. Principalmente su constante lucha. El deseo constante de buscar una libertad, de liberarse de ciertas cadenas y comenzar de nuevo. Fue un gran amigo. Uno muy leal, amable y maravilloso. Hablamos sobre este libro a menudo, en la época en que yo lo escribía, especialmente por las noches. Y lo extraño mucho.
-Hace poco murió Toni Morrison. Y ella y Roth, se podría decir, eran dos pilares que mantenían firme a la literatura de Estados Unidos.
-Bueno, los grandes escritores solo están con nosotros por un corto período de tiempo, no así sus libros. ¿Pero, sabes? Recuerdo a Philip hablando de eso, sobre la pérdida de Bellow, o la pérdida de Updike. Cada generación lidia con la pérdida de alguien que vino antes que ellos. El mundo sigue girando y la gente sigue escribiendo. Me sorprende, por ejemplo, que hoy muy pocas personas lean a Saul Bellow. Quizás sus preocupaciones ya no sean las preocupaciones de la gente de ahora. Pero las preocupaciones de Philip Roth y Toni Morrison continúan siendo las preocupaciones de la gente. Y espero que siga así para las nuevas generaciones. Eso espero, aunque nunca se sabe. Me siento afortunada de haber sido lectora de ambos.