Tres revueltas que remecieron Santiago
Casi siempre por alzas en el transporte y teñidos de una violencia que pocos previeron, los "reventones" sociales fueron puntuando la historia de la capital. Tres historiadores analizan sus huellas y resonancias.
"El año 1905 fue especialmente conflictivo", consigna Armando de Ramón en Santiago de Chile. Ya desde hacía un par de años crecía cierta preocupación, dada la difusión de ideas socialistas y anarquistas. Pero nadie, o casi nadie, tuvo en la agenda lo que vendría. En octubre se produjo la "semana roja", que se inició con una concentración el día 22, en protesta por la mantención de un impuesto sobre el ganado argentino que había provocado un alza considerable de la carne. A raíz de la manifestación, hubo actos que derivaron en "una de las asonadas más violentas" que hasta entonces había conocido la ciudad. Un estallido social. Un "reventón".
Participaron allí entre 25 mil y 50 mil personas -en una ciudad con algo más de 300 mil-, las que ya en la noche anterior se habían apoderado de la Alameda, iniciando la sistemática destrucción de las fuentes de agua, farolas, rejas, bancos y otros adornos. "Grupos de obreros, 'turbas de los arrabales' y gente venida desde las comunas vecinas a Santiago desfilaban agresivamente gritando consignas contra 'los bribones del Congreso' y contra los 'vampiros del pueblo'", anota el historiador.
Nuevas oleadas arribaron, desparramándose por los barrios "en grandes y numerosas masas, en actitud subversiva y desordenada". En los tres días siguientes, Santiago vivió "todos los excesos más temibles" y donde la aparición de gente miserable instaló "un 'gran miedo' entre los habitantes de la ciudad".
Con los militares inicialmente fuera de la capital y una policía superada, se crearon "guardias de orden" en las que participaron bomberos y vecinos de las calles más importantes, a todos los cuales la policía y el gobierno entregaron mil rifles. Estas brigadas "fueron acusadas de los más abominables excesos, como el de disparar a matar contra los oradores que arengaban a las muchedumbres y contra 'cualquier transeúnte con aspecto de trabajador'".
La "huelga de la carne" fue la gran primera revuelta social en el Santiago del siglo XX. No la primera, a secas, porque esta había sido la de abril de 1888. Y esta última comparte con las que vendrían más tarde el gatillante: el alza en las tarifas de transporte público (en este caso, el de los "carros de sangre", tirados por caballos). En una ciudad de 250 mil habitantes, el pánico y la violencia se dieron en una escala semejante a la de episodios posteriores.
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Ilustración de la revista Sucesos sobre el conflicto por el alza del precio de la carne, en 1905.[/caption]
La chaucha
El "reventón social" es un hecho recurrente en nuestra historia, plantea Gabriel Salazar. "Es la explosión social en la que el pueblo mestizo ('populacho', 'vándalos', 'antisociales', 'delincuentes' o 'lumpen'), aprovechando el desorden público producido por los actores institucionales (explotación, crisis económica, pobreza extrema, corrupción administrativa, etc.) sale en masa, ocupa y saquea la ciudad, superando al aparato policial o militar de seguridad", dice el Premio Nacional de Historia 2006. Fue el caso, en el siglo XIX, del bandolerismo rural que asaltó pueblos, haciendas y aun ciudades. También, del saqueo de Valparaíso, en 1903, y de los episodios capitalinos de 1905 y 1957.
Para 1949, Santiago había pasado en nueve años de un millón a un millón y medio de habitantes, siendo la mayoría de los nuevos santiaguinos migrantes rurales. Con el Partido Comunista ilegal desde hacía un año, "la situación política y económica era tensa", anota el historiador Simón Castillo, académico de la UDP. "A inicios de agosto subió la bencina, generando un alza de tarifas en la locomoción colectiva. La diurna y la nocturna la aplicaron día 12: la diurna subió solo 20 centavos, pero lo hizo en más del doble que la nocturna, siendo los más perjudicados los obreros que salían de sus turnos y los alumnos de liceos nocturnos, también de las clases populares".
Los primeros en salir a las calles no fueron obreros, sino estudiantes de la U. de Chile, añade el coautor de El Estado sobre ruedas (2017). El mismo día 12 hubo marchas, desórdenes y enfrentamientos con la policía. "¡Ni un veinte más para los millonarios autobuseros!", gritaban los manifestantes, a propósito del poderoso gremio del rodado, que manejaba unas tres cuartas partes del transporte público –el resto era estatal- en una ciudad que aún no soñaba con un tren subterráneo.
Las cosas se calmaron el fin de semana, para volver con fuerza el martes 16 y miércoles 17, cuando miles salieron a las calles, atacando la locomoción colectiva y a carabineros. Según la prensa, "el movimiento rompió los moldes de una manifestación estudiantil y fue surgiendo un clima verdaderamente revolucionario". La multitud volcó micros y tranvías, además de apedrear el Club de la Unión –edificación simbólica donde las haya- y el Sindicato de Autobuseros. Albert Camus, por esos días en Santiago, dice haber sentido "un terremoto".
Hubo fuego de artillería y fusilería, sin que est claro el número de muertos que arrojó la jornada. Esa misma tarde, el Ejecutivo anuló el alza, culpando a un funcionario de haberla decretado sin consultar. ¿Qué otros resultados palpables tuvo el episodio?: el pase escolar ya existía, pero el movimiento reforzó la necesidad social de una tarifa escolar no expuesta a los vaivenes del mercado.
Abril del 57
El 26 de marzo de 1957, el Gobierno de Carlos Ibáñez anunció el alza de la tarifa de la locomoción colectiva en Concepción, Santiago y Valparaíso. En la capital, y tras una negociación en la que intervino el senador socialista Salvador Allende, el lunes 1° de abril se "bajaba" una movilización de la FECH, cuenta el historiador Pedro Milos, vicerrector de la Universidad Alberto Hurtado. Ello, "hasta que sucede la muerte de Alicia Ramírez, y el movimiento renace, más agresivo. Pero el 2 de abril se produce un "relevo de actores: los estudiantes son desplazados por sectores marginales, en ese momento tildados de 'lumpen' y que hoy reconoceríamos como 'pobladores'. Son ellos quienes manifiestan su malestar y ejercen violencia contra los bienes, saqueando el comercio del centro de Santiago".
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La "batalla de Santiago", de 1957, también estalló por el aumento del precio de la locomoción.[/caption]
La respuesta del Gobierno fue curiosa, añade el autor de 2 de abril de 1957. Historia y Memoria (2007): "Reprime con la policía hasta media tarde, y luego la retira, dejando en manos de los manifestantes el centro, con lo que el pillaje se acrecienta. Y solo al caer la noche, avalado por el estado de sitio, saca a las FFAA a restablecer el orden rudamente. Esto, con el apoyo de una la clase política anonadada (todos se preguntaban entre sí, '¿fuiste tú?', tratando de entender quién manejaba esto). Una clase política que, sin embargo, gozaba de mayor legitimidad que la actual".
Lo llamaron "la batalla de Santiago". Sin que, nuevamente, las cifras estén completamente claras, hubo oficialmente 18 muertos entre el 1 y el 3 de abril, tras todo lo cual se constituyó una comisión revisora de las tarifas, las que quedaron congeladas. En cuanto a implicancias de otro orden, Milos plantea:
"El movimiento no tuvo otros logros mayores. No tenía incidencia directa en el sistema político y tampoco era relevante en términos económicos ni sociales. Eran los excluidos. Sin embargo, va a remecer el sistema de representaciones políticas, generando más tarde cambios significativos. Por una parte, estos actores, difusos aún en 1957, serán luego reconocidos como 'los pobres de la ciudad', y su representación será gravitante para la DC, primero, y para la izquierda, después. Pero 'el 2 de abril' va a estar también en el origen de dos prolongaciones del sistema político: hacia la izquierda, con el MIR, y hacia la derecha, con el gremialismo".
Para ir rematando, viene al caso afirmar que cada vez, en cada episodio, hay algo históricamente nuevo y, al mismo tiempo, hay ecos del ayer. Es lo que parece plantear Salazar cuando dice que en octubre de 2019, "es la primera vez en la historia de Chile que la masa social logra remover todo el país, en coincidencia con la ciudadanía crítica (cacerolazos, desfiles, huelgas), y que no sólo saqueó lo que saqueó, sino que dejó al Gobierno tambaleante y a la ciudadanía global en posición de iniciar una ofensiva política".
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