En 1968 Manuel Castells hacía clases en la Universidad de Nanterre, donde nacieron las revueltas estudiantiles del mayo francés. Ese mismo año el sociólogo español visitó Chile. Recorrió de norte a sur y se sintió emocionalmente identificado con el país. Más tarde, se ilusionó "con el socialismo democrático de Allende", dice, y sufrió con el golpe militar del 73, que lo sorprendió en el aeropuerto de París cuando se aprestaba a embarcar a Santiago.
Reconocido hoy como uno de los intelectuales más destacados de las ciencias sociales, Castells (Hellín, 1942) mantiene cercanía con el país. Amigo del ex presidente Ricardo Lagos y Ernesto Ottone, ha seguido con atención los hechos recientes. "Ahora asumo, también con ellos, la tristeza de una nueva crisis profunda. Pero creo en la conciencia cívica de su pueblo y en su probada capacidad de resistencia. Encontrarán una salida, pero no con esta política", dice.
Con el apoyo de Acción Cultural Español, Castells vuelve a Chile para ofrecer la conferencia inaugural del Festival Puerto de Ideas Valparaíso, el viernes. Autor de numerosos libros que analizan la sociedad digital, entre ellos la trilogía de La era de la información, su charla lleva el título de una de sus mayores preocupaciones, a la que le dedicó un ensayo: La crisis de la democracia liberal.
De entre todas las crisis que afectan al mundo, de la financiera a la ambiental, Castells considera que la política es la más grave: "Porque es la que impide que haya instrumentos eficaces y consensuados para gestionar las otras crisis".
-¿Cuán extendida y profunda es la crisis de la democracia?
-Es global. En mayor o menor grado, empíricamente hablando, no hay confianza de los ciudadanos en sus representantes políticos y en sus instituciones. Los regímenes más estables, como China, son precisamente aquellos donde no hay democracia, ni liberal ni de ningún tipo.
-Usted afirma que la globalización es uno de los factores que de algún modo favoreció la crisis, ¿por qué?
-Porque los problemas más fundamentales son globales y las instituciones de gestión son nacionales, por lo cual o bien los Estados no son capaces de dar respuesta o lo tienen que hacer mediante redes de Estados que alejan aún más el control de los ciudadanos de las instituciones que deciden sus vidas.
-La corrupción es otro elemento que erosiona el sistema político, ¿cómo aprecia a nuestro país en este aspecto?
-Su país era corrupto con Pinochet, empezando por su dictador, con 14 pasaportes falsos y múltiples cuentas en el extranjero. Luego, durante los primeros gobiernos de la Concertación, transparencia internacional lo consideraba entre los menos corruptos de América Latina. Pero en los últimos años ha habido una corrupción creciente en varios de los principales partidos, ejemplificados por casos como Soquimich y Penta. Esta es una de las causas de su crisis actual.
-¿Qué impresión tiene de las movilizaciones en Chile?
-Lo he seguido a distancia, aunque no minuto a minuto, por tanto no tengo una opinión formada. Pero corresponde a lo que está pasando en el mundo y muestra que, bajo la apariencia de normalidad, se acumula la frustración por la desigualdad social y la corrupción e incompetencia de muchos políticos.
-Junto con las marchas pacíficas se han registrado actos de vandalismo y saqueo. ¿Se imaginó ver escenas como estas?
-Claro que sí, cuando no hay respuestas a los problemas de la gente durante mucho tiempo y la política se convierte en un juego cínico de una casta política para favorecer a los de siempre, hay un momento en que una chispa enciende la pradera reseca de resentimientos.
-¿Qué le pareció la respuesta de las autoridades?
-Primero estúpida. Calificar de guerra una protesta popular es declarar la guerra a la gente, no solo a los que hacen violencia.
-Chile estuvo casi 10 días en Estado de Emergencia, con militares en las calles. ¿Cómo lee esa situación?
-Es la demostración más clara de que la democracia, todas, y la suya también, está en crisis.
-Para algunos analistas, movimientos como este, sin liderazgos ni estructura claros, eventualmente dan pie a la aparición de líderes populistas y fascistas, ¿está de acuerdo?
-Absolutamente no. Casi todos los movimientos sociales actuales se auto-organizan en redes espontáneas, en Internet y fuera de ella, precisamente porque no reconocen liderazgos políticos y van generando los suyos propios. En España de ahí surgieron Podemos y una serie de organizaciones relacionadas, que cambiaron la política española en un marco democrático y empujaron al PSOE a la izquierda. Y el fascismo brasileño no salió de un movimiento sino de una conspiración de las élites políticas y empresariales.
-¿Es comparable este movimiento al de los chalecos amarillos en Francia u otras movilizaciones?
-Claro que sí. Surgen por todas partes con formas similares y con intensidad creciente: Francia, Hong Kong, Ecuador, Cataluña, Chile y lo que venga…
-Detrás de todas las manifestaciones se encuentran muchos motivos, pero todos apuntan a los altos niveles de desigualdad, los sueldos, el sistema de pensiones. ¿El modelo neoliberal como lo conocemos en Chile también está en crisis?
-En mi libro de 2019, con Fernando Calderón, sobre América Latina, mostramos las crisis sucesivas del neoliberalismo y del neodesarrollismo que han desembocado en la crisis política de la democracia liberal, aquí como en todas partes, incluido el Brexit y la América de Trump.
-Todas las demandas que se han escuchado requieren de una solución política, pero la gente no confía en los representantes políticos. ¿Qué caminos puede tomar un conflicto como este?
-Los caminos que irán encontrando los ciudadanos en debate abierto y constituyente con aquellos fragmentos del sistema político que de verdad quieran refundar la democracia. Lo que no hay es vuelta atrás. Puede imponerse un orden a la fuerza ahora, pero podría ser el preludio del caos.
Manuel Castells.
Sociólogo español.
Ha sido académico del MIT y de las universidades de Oxford y Cambridge, autor de libros como Comunicación y poder. El viernes inaugurará Puerto de Ideas Valparaíso y el sábado ofrecerá una conferencia.