Sin dinero para pagar la entrada, un tipo emboscó al disc-jockey en la puerta de la discoteca. Le regaló un disco y, como si fuera la contraseña, subrayó una canción del sobre interno: “capaz que la podés pasar”, le dijo. Era imposible no escuchar a semejante personaje. En la noche negra de la hiperinflación, usaba pantalones oxford de colores y una accidentada dentadura punkie. El verano de la Costa Atlántica estaba lleno de promesas, pero el país se arrastraba por el naufragio social y económico de 1989. En fin. El tipo terminó su operación, se sentó frente al boliche y, mientras miraba la luna de Villa Gessell, se puso a escuchar el ruido abovedado. De repente, a eso de las tres de la mañana, un riff de guitarra eléctrica ofreció un pasodoble anfetamínico: “¡Ay cuando la conocí a Raquel!”. Cucho Parisi pegó un salto de alegría: había logrado su objetivo. Luego comenzó a caminar rumbo a su casa con una sonrisa petrificada en los labios. Solo, iluminado por la fe descarada de su banda, había asistido al rito de pasaje de Los Auténticos Decadentes. Ahí estaba: era El Milagro Argentino.
Formados entre los restos de una obra en construcción, la historia de Los Auténticos Decadentes es la encrucijada definitiva de la cultura argentina: un grupo de rock y una orquesta popular; una carambola extraordinaria y el resultado de un plan. Desde sus primeros conciertos en el circuito de los tardíos ochenta (Casa Suiza, Medio Mundo Varieté, Caras Más Caras), revisaron el tacho de basura de la cultura rock y ahí donde todos se tapaban la nariz ellos adivinaron su propio filón de oro: la cumbia, el pasodoble, el cuarteto, la murga, etc. Una operación estética que, como la célebre "estafa" de los Sex Pistols, era tan espontánea como intelectual. En una mano, la línea salvaje y desprejuiciada de un grupo de punks sin redención, hinchas de fútbol y borrachines de club. En la otra, el background iconoclasta de alguien como Jorge Serrano: un tipo capaz de unir a Spinetta con Lía Crucet, pasando por el Instituto Di Tella y Todos Tus Muertos. Aferrado entre ambas manos, tenían el as de espadas de la canción. Pero, al principio, casi nadie se dio cuenta.
La grabación de su primer disco, en ese sentido, es una verdadera gesta. Rechazados sistemáticamente por todos y cada uno de los sellos discográficos, Los Auténticos Decadentes rompieron el chanchito: Serrano vendió un auto, asociaron a un fan como productor (Domingo Guarma) y le pidieron plata a varios de sus padres. Así, en diciembre de 1988, entraron a los estudios Panda de la mano del productor e ingeniero Mario Breuer. "Convertimos Panda en una toldería –recuerda el bajista Pablo Armesto, en el libro Titanes del Hit-. El dueño nos quería matar, ¡y con toda la razón del mundo! El Bassman [uno de los miembros fundadores] ya no estaba en la banda, pero lo invitamos a cantar en un country que se llamaba '¡Eh! Mouse'. Un fenómeno, el Bassman. Para ambientar el tema con los ruidos de un ratón que se escapaba, rompió unas botellas de vidrio y lo frenaron antes de que prendiera fuego dentro del estudio".
Atrincherados en los horarios nocturnos, tropezaron de inmediato con sus limitaciones y una idea monstruosa de la proporción. Así, mientras trataban infructuosamente de afinar con el LA del saxo, montaban cuatro equipos de guitarra y –como si doce músicos fueran pocos- recibían a más amigos en el estudio. El Francés pedía que no se emborracharan antes de grabar mientras, paradójicamente, vertía el contenido de un sobre de jugo dentro de una botella con alcohol puro. Los roles, por lo demás, ya se empezaban a repartir. Nito Montecchia organizaba el caos, Cucho cantaba las canciones fiesteras, Serrano se ocupaba de las baladas y Eduardo Trípodi (aka El Animal, miembro honorario de la barra brava de Boca) arengaba y cantaba "El jorobadito".
"Grabamos la música durante tres días –apunta Breuer-. El cuarto día grabamos las voces de Cucho y Serrano que, en general, estaban mal. Al quinto día armé unas mezclas para tener algo para mostrar: decidí que iba a ir yo a las compañías discográficas porque ahora era socio y me interesaba. Lo llevé a todas las compañías ¡y de todas me sacaron a patadas en el culo! Fue una de las dos o tres veces en mi vida que me dijeron 'nooo, con esto no pasa nada'. Yo era proveedor de todas las compañías desde hacía por lo menos diez años y venía de grabar a tipos como Charly y Fito. Pero no hubo caso".
Por fortuna, el punk llegó para salvarlos. Sergio "Chuchu" Fasanelli, uno de los socios del sello independiente Radio Trípoli, cayó en uno de sus agitadísimos conciertos de Medio Mundo Varieté. Formada en el circuito del Do It Yourself (el sello ya había editado Invasión 88, el compilado esencial del punk argentino), su cabeza puso a dialogar a Los Auténticos Decadentes con grupos como Les Négresses Vertes, Die Toten Hosen o Mano Negra. Un rato después, ya estaban sellando su pacto por un par de discos y una lista de asuntos pendientes. A saber: regrabar "Vení Raquel", las voces y los solos de "Loco tu forma de ser"; registrar esa especie de tarantela escatológica que parecía haberse traspapelado ("Entregá el marrón"); remezclar los cortes, masterizar todo y fabricar el disco. ¿La difusión? Bien, gracias.
A lo largo de todo 1989, Los Auténticos Decadentes tocaron y tocaron en el circuito pero El Milagro Argentino todavía no abría las alas. Sin experiencia ni estructura, cometían errores de principiantes y excesos de veteranos: eran un carromato gitano a la deriva. Por ejemplo: grabaron un clip de "Loco tu forma de ser" en U-Matic y, cuando se los pidieron de un canal paraguayo, mandaron el master y se quedaron sin video. Por ejemplo: les compraron un show en Santa Fe y nunca lograron llegar a destino. Disconformes con el trabajo del sello, se alejaron de Radio Trípoli cediendo los puntos como productores del disco y capturaron el interés de BMG. Grabaron ¡Supersónico! y, en el memo que enviaron a las radios, prendieron la mecha de un éxito en retroactivo: "Si Raquel ya fue y entregaste el marrón, conseguí ¡Supersónico! el nuevo disco de Los Auténticos Decadentes". El resultado: disco de triple platino para El Milagro Argentino. Los dueños de Radio Trípoli se frotaron las manos.
"En ese momento, no estábamos de acuerdo: no queríamos darle el contrato a BMG –recuerda Fasanelli-. No queríamos largar al grupo. Considerábamos que nos debían discos, que habíamos puesto todo en ese grupo y que, si no hubiéramos dicho que sí, quizás el disco no habría salido y hoy los Decadentes no existirían. Entonces nos llamaban de BMG y nosotros cortábamos, no les dábamos bola. Después nos empezaron a llamar los de grupo y, llegado un punto, el asunto se puso muy álgido. Un día vino Eduardo, el Animal, y me dijo: 'Chuchu, no nos das el contrato y te tiro por la ventana'. Como estaba al lado de la ventana, me agarró cagazo. 'Eduardo: ¡decime dónde te firmo, papá!'. Y le firmé el contrato al toque".
El resto es historia popular.