Jonathan Lethem: "Edward Norton hizo realidad los sueños de mis personajes"
El autor de Huérfanos de Brooklyn habla de la adaptación homónima que dirige y protagoniza el actor norteamericano y que llega este jueves a salas. Protagonizada por un investigador con Síndrome de Tourette, es un homenaje al género de detectives.
"El contexto lo es todo". Hace casi 20 años Jonathan Lethem (1964) regresó a su natal Brooklyn, en Nueva York, luego de una década en la otra costa: California. Y en una noche de inspiración, dice, escribió el párrafo que abre su novela Huérfanos de Brooklyn, de 1999: "El contexto lo es todo".
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De esa forma el autor le dio forma a la voz de Lionel Essrog, un detective con Síndrome de Tourette, trastorno marcado por tics involuntarios, quien trabaja para Frank Minna, dueño de una agencia ilegal de detectives.
"Disfrázame y verás", dice Essrog en la primera página de Huérfanos de Brooklyn. "Soy un voceador de feria, un subastador, un artista de performances del centro de la ciudad, un experto en lenguas ignotas, un senador borracho de maniobras dilatorias".
Después de varias novelas y cuentos que emergían de la ciencia ficción, Huérfanos de Brooklyn situó a Lethem frente a un público más amplio. Y 20 años más tarde esta novela es la excusa para que el actor Edward Norton regrese a la dirección: la adaptación de la novela de Lethem, de hecho, tiene al mismo Norton interpretando a Lionel Essrog, junto a Willem Dafoe y Bruce Willis, canciones de Thom Yorke en su banda sonora y un aire que recuerda a Chinatown, así como la adaptación de Robert Altman de El Largo Adiós. Dos referentes que Lethem recuerda haber tenido presente al escribir Huérfanos de Brooklyn. "Con esta novela no quería desafiar la tradición de detectives", dice Lethem, quien responde el teléfono desde una California afectada por varios incendios. "Quería honrarla, ser parte de esa tradición".
La adaptación que llega este jueves a salas locales demoró años. "Era escéptico hasta el día en que entré al teatro y vi una película. Todavía no lo creo realmente", dice.
-¿Recuerda cuándo escribió la frase con que abre Huérfanos de Brooklyn: "El contexto lo es todo"?
-Fue hace mucho tiempo. Puede que 1997. Y lo que pasa con esa oración y ese primer párrafo es que escribí todo en una especie de espasmo, ¿sabes? Simplemente apareció frente a mí. Y luego lo revisé durante unos seis meses. Sin hacer mucho. Tenía una vaga idea de lo que quería hacer. Miraba aquel párrafo y me preguntaba si podía estar a la altura de lo que implicaba. Era muy diferente de lo que había escrito antes. Y la idea de un libro entero con la voz de un personaje con Tourette se me hacía intimidante.
-La novela tiene la textura de los años 50 pero está ambientada a fines de los 90. ¿Siempre fue su idea hacer un pastiche noir?
-Bueno, esta novela trata sobre gente que pretende. Son personajes que están fantaseando con un estilo de vida. El del cine noir. Quieren ser detectives. Y, sin embargo, no lo son. Son como dibujos animados vivos. Lo interesante de escribir un libro es que puedes ingresar al interior de la cabeza de un personaje. Llegas a conocer la plenitud de sus deseos. Sus fantasías se vuelven parcialmente reales. Pero si hoy haces una película sobre hombres caminando por Nueva York que fingen ser tipos duros (que fingen ser detectives), y esto no se hace explicando el interior de sus cabezas, parecerán idiotas. Sería como The Blues Brothers o algo así. Entonces, lo que hizo Edward Norton fue hacer realidad sus sueños. La adaptación es como la película que están imaginando en sus cabezas. Y al ambientarla en los 50 esto se hace todavía más obvio. Norton filmó sus fantasías.
-¿De dónde viene el componente lingüístico de la novela? Recuerdo un ensayo en que aseguraba haber leído mucho a Oliver Sacks por esa época.
-Sí, así llegué al Tourette. Comencé con Oliver Sacks y vi un gran documental llamado Twitch and Shout. Y luego comencé a conocer gente con Tourette. Hasta cierto punto me identifico con este. No lo tengo en el sentido de tener un síndrome que se diagnostica. Pero hay algo sobre el síndrome que me llamó la atención al nivel de querer explorarlo.
-¿Cómo se sintió verla en el cine?
-Fue una experiencia abrumadora. A pesar de su enorme diferencia con el libro, hay piezas de mi mundo imaginativo y mi lenguaje, así como imágenes, que llegaron a la pantalla. Es muy extraño, bastante confuso, pero también hermoso. Aunque todas mis herramientas intelectuales y emocionales que normalmente uso para pensar una película, en este caso, quedaron obsoletas.
-En octubre estuvo con el escritor John Harrison en Argentina hablando de la "literatura en medio del desastre". ¿Cómo se escribe en tiempos catastróficos?
-Bueno, de alguna forma he estado comprometido con eso toda mi vida, desde que era adolescente y me formaba como lector. Crecí en el último tramo de la Guerra Fría, con el miedo nuclear presente. Solíamos hacer simulacros en la escuela. Entonces leía mucha ciencia ficción, ciencia ficción apocalíptica, y también veía la Dimensión desconocida. Todo eso me dio la sensación de que el mundo probablemente estaba a punto de acabar. O que incluso el mundo ya se había acabado y yo estaba en medio de una fantasía distópica. Por eso comprender ciertas imágenes catastróficas se volvió algo necesario para mí. Y luego, ya sabes, mis primeras escrituras tomaron no solo cosas de la ciencia ficción tradicional, sino también de la ciencia ficción apocalíptica. Y ahora yo siento que las ficciones apocalípticas se volvieron centrales en la literatura actual. Aunque en esos años eran una suerte de gusto marginal, un apetito subterráneo, y ahora son algo sobre lo que la mayoría de la gente quiere leer o pensar porque está en todas partes.
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