En el invierno de 2016, con Mauricio Macri apenas unos meses como Presidente, un grupo de cinco amigos se reunió para pensar en un festival dedicado a la no ficción. Se trataba del editor Víctor Malumián, organizador de la Feria de Editores (FED), la cronista mexicana Cecilia González, la multitasking Victoria Rodríguez Lacrouts, la periodista Ana Prieto y la cronista Luciana Mantero. Después de varios encuentros surgió el logo y se dedicaron a buscar patrocinios.

Recién un año después se organizó el primer Basado en Hechos Reales (BHR) y este año ya va por su tercera versión, constituyéndose ya en todo un referente para la no ficción, no sólo en Argentina, sino en Sudamérica, porque año a año han participado diversos invitados internacionales que han debatido sobre periodismo, el documental y la crónica. Entre ellos este año destacó la visita de la periodista y activista ruso-estadounidense Masha Gessen, que es parte del staff del The New Yorker y que ha escrito diez libros, entre ellos El futuro es historia. Rusia y el regreso del totalitarismo, que obtuvo el prestigioso National Book Award. Su especialidad es Donald Trump, Vladimir Putin y el activismo LGBT.

Es un sábado primaveral sobre Buenos Aires, ideal para ir a sentarse a escuchar un panel como el de Masha en el Centro Cultural Kirchner (CCK), que queda a pocas cuadras de mi casa. Así que por la magia de las letras ya estoy aquí, en la sala federal del CCK, escuchando a Masha y a Hugo Alconada Mon, uno de los mejores periodistas argentinos de investigación. Modera la mesa la brasileña Sylvia Colombo. La idea es hablar de fake news, tratamiento de la noticia cuando se es extranjero, fact check, etcétera.

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Masha Gessen.[/caption]

Masha tiene una intérprete, por lo que la conversación se traba por momentos, pese a las intenciones de Colombo que, como sabe inglés, en tres ocasiones quiso intervenir o repreguntar, no dándose cuenta de que aún la intérprete no había hecho su trabajo. Esas fallidas intervenciones causaron más comicidad que otra cosa, incluso en la misma periodista brasileña.

Como la idea no es perder tiempo, porque luego viene el documental sobre la premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich, de Syaffan Julén, otro de los invitados estrella a BHR, lo primero que le preguntan a Masha es cómo hace para conjugar el miedo y la falta de fuentes o de información, cosas que suceden en Rusia, a lo que ella responde: "Una amenaza personal puede resultar aterradora, pero el tiempo pasa y finalmente el miedo desaparece. Sin embargo, la falta de acceso a la información es lo que permanece, y creo que eso es lo que daña y perjudica a nuestra profesión".

Hago una breve pausa para pensar si en Chile hoy existe el suficiente acceso a la información, o si los colegas sienten o han sentido miedo, pero la interrogante queda en el aire, a la espera de seguir escuchando a Masha, que ahora pone énfasis en que las instituciones rusas más que facilitar la entrega de información la quitan, y por eso "es muy difícil no caer en una trampa conspirativa".

Todo esto empeora cuando se trata de analizar la realidad rusa con estándares occidentales. Por ejemplo, en Rusia hay elecciones y hay oposición, pero los candidatos de la oposición deben ser aprobados por el propio Putin, entonces es muy difícil trabajar con conceptos occidentales. Cosa que, según la periodista del The New Yorker, también está pasando en Estados Unidos con Donald Trump, ya que cuando despidió a su asesor de seguridad nacional, se creyó que cuando él nominara al nuevo candidato para ese cargo, entonces "se sabría las prioridades de este gobierno en cuanto a política internacional, pero debemos tener en cuenta que este gobierno no tiene políticas internacionales y no tiene prioridades".

Hugo Alconada Mon le dice entonces que si vivir parte de su tiempo en Nueva York y escribir para un medio de esa ciudad, significa ser casi un corresponsal extranjero y a continuación relata una anécdota muy personal: "A mí me pasó estar en Estados Unidos, siendo corresponsal en la Casa Blanca, que había ocasiones donde tenía que fijar muy bien los conceptos, o sea que cuando hablaba de Capitolio no hablaba del Congreso argentino, e incluso la idea del senador norteamericano no es exactamente igual que la del senador argentino, con lo cual cuando digo senador, algún argentino automáticamente piensa en un rostro, de un varón o de una mujer, y un senador norteamericano tiene una impronta más del senador del Imperio romano".

Masha, luego de escuchar a Alconada Mon, contesta que muchas veces cuando le piden un consejo para cubrir una noticia ella ha respondido: "Yo les digo que pensar como si fueran corresponsal extranjero. Eso siempre funciona, porque te obliga a dar un paso hacia atrás y a explicar lo que ocurre como si todo fuera un sistema".

Sylvia Colombo decide cambiar el rumbo de la conversación y recuerda que Masha había dicho ayer que no le gustaba el concepto de fake news y pregunta a ambos panelistas cuál es el obstáculo que las fake news plantean al trabajo periodístico que ellos hacen. Masha responde rápido diciendo que la expresión no le gusta porque no le encuentra sentido: "O son falsas o son noticias, es como hablar de hechos alternativos, o son hechos o son alternativos, por eso prefiero el término noticias fraudulentas. Además Donald Trump cuando estaba en campaña empezó a ocupar el término fake para referirse a medios, entonces decía Fake New York Times o Fake CNN".

Junto a las fake news aparecieron los fact checks para precisamente chequear qué noticia era verdadera, tendenciosa o falsa. Según Masha, hace unos años, cuando surgieron esos fact checks o comprobación de hechos, parecía una buena idea, porque iban a decir si los políticos estaban diciendo la verdad, pero para ella a la larga fue terrible porque hizo mucho daño, "ya que crea un género nuevo que permite discutir sobre los hechos y se coloca en la misma balanza tanto los hechos como las mentiras y se les pesa, y en ese momento se establece cuál va a prevalecer". Para Alconada Mon no sólo coloca a la verdad o los hechos en el mismo plano que las mentiras, sino que cuando uno desmiente algo en verdad se lo está difundiendo, "y si yo tengo hoy un camión que es el del diario La Nación, un segundo camión que es el New York Times y un tercer camión de 750 mil seguidores entre las distintas redes sociales, y yo quiero desmentir algo, al montón de personas que no sabían siquiera de la discusión ahora se están enterando, con lo cual si había uno que tenía la sospecha de que esto no era como yo lo planteaba ahora estoy reforzando esa idea".

Luego el periodista argentino pide disculpas por segunda vez por dar un ejemplo que lo atañe a él. Pienso que si pide disculpas por segunda vez, quiere decir que no le molesta tanto ser centro de la noticia. De hecho al día siguiente de esta mesa fue tema en las redes sociales cuando en su cuenta de Tweet dio a conocer que un colaborador cercano al Presidente electo Alberto Fernández estaba involucrado en un caso de corrupción y el propio Presidente electo salió a responderle duramente.

Sylvia Colombo hábilmente vuelve a lo de fact check para contar que en Brasil se estilaba hasta hace un tiempo poner una nota en página par con tal tema y en la página impar una nota con el fact check, "entonces daba la sensación de que una estaba correcta y la otra no tanto, pero por definición una nota es una nota y es real, y no necesita de fact check".

En cuanto a la comparación que observa entre Trump y Putin, Masha cita a un politólogo importante que se ha referido a lo que él ha denominado como Estado mafioso, que "es como un sistema patronal y de clan que funciona alrededor de una única persona, que distribuye tanto dinero como poder, y esto es una relación de cooperación", que se traduce en distribución de dinero y acceso a algo a cambio, como seguridad financiera o seguridad personal, "y el pegamento que une a este sistema o relación es la lealtad y no la afinidad política".

Sin embargo hay matices entre ambos. Mientras para Putin fue muy sencillo, según la periodista del The New Yorker, hacer que la mafia participara del Estado, "en Estados Unidos estamos observando una confrontación muy clara entre ciertas instituciones y este Estado mafioso. Es muy interesante ver a estas instituciones que creíamos tan fuertes y que iban a durar para siempre, realmente tienen debilidades. Pero nos llevó mucho tiempo llegar a este punto".

Masha precisa que primero comenzó escribiendo de Putin y luego de Trump, pero quizá pudo haber dedicado su tiempo a escribir sobre otro líder. Con su experiencia y conocimiento, considera que Trump es muy emocional y Putin intenta esconder sus emociones todo el tiempo: "Lo que sí tienen en común es en la manera en que mienten. No es que ustedes crean algo diferente; no, ellos quieren demostrar que tienen el poder y que lo que ellos dicen es lo que se va a hacer". Y ese, finaliza, es el mayor instrumento de poder de ambos.

El panel concluye y no hay tiempo para preguntas. Basado en Hechos Reales se hace así, corriendo, y está bien que se haga de este modo porque reproduce la urgencia periodística, si bien acá no todo es periodismo. Cuando me voy yendo de la sala diviso a una ex colega del diario La Nación, se trata de Carmen Sepúlveda, a quien no veía hace un montón y que aprovecho para saludar. Y me quedo conversando un rato. Recuerdo que vive en uno de los edificios de Plaza Dignidad y me cuenta más o menos cómo es vivir ahí todos los días. Todo esto me lo reservo para un libro de no ficción que estoy haciendo. Sepan disculparme.